Abatir 47 lobos, son muchos lobos; aquí en Asturias, y en toda “tierra de garbanzos”, aunque posiblemente sea necesario hacerlo. Al menos eso es lo que nos dicen, pero ¿porqué?, tal vez esta especie haya llegado a un punto crucial en su capacidad de reproducción que hace conveniente reintegrarla a cotas anteriores a su gran proliferación. ¿cual es actualmente su densidad en nuestra provincia a tenor de la intervención que se pretende llevar a cabo sobre su población? ¿Porqué se han dejado llegar las cosas hasta estos extremos? Seguramente la respuesta nos la conceda una indebida gestión sobre el lobo y su problematica.
Estas medidas precautorias que se anuncian, representan la prueba incontestable del algodón, la que otorga fiabilidad al actual estado de las cosas en relación con este mamífero, del orden de los carnívoros. Para nadie es un secreto el nivel cuantitativo alcanzado en número de individuos de estos canidos en nuestra comunidad y los ingentes destrozos que produce a través de sus numerosos ataques (cada vez con más intensidad) al ganado domestico y la fauna venatoria. En una inusual y sorprendente rueda de prensa informativa sobre este asunto (nunca antes conocida; como estará la situación que ya no les permite ocultarla) celebrada ante distintos medios (no les quedó más remedio que salir a la palestra para justificarse); responsables de la Consejería del ramo, exteriorizaron sus deseos de controlar, mediante regulaciones programadas (abates y capturas) la sostenibilidad y el crecimiento de esta especie y adaptarla a parámetros de afianzamiento racionales y adecuados que permita una normal convivencia con el hombre y su entorno rural.
Ha sido una exhaustiva información muy detallada, cifras y datos elocuentes que hablan por sí solos (es para quedarse perplejo) de la necesidad de controlar el fuerte crecimiento de este predador a través de futuras acciones programadas que se pretenden realizar, es de suponer a través de profesionales y personal de guardería afecto a la propia administración (los cazadores condenados al ostracismo, no seremos partícipes en este proceso) Mantener el nivel actual poblacional del lobo y su continua evolución es muy costoso, requiere de “fondos públicos” suficientes que permita la debida atención a los damnificados, vía indemnizaciones, en tiempo y forma.
Es verdad que al lobo se le concedió permisibilidad, hubo pasividad en su contención y desarrollo, quizás, debido a una interpretación narcisista de grupos conservacionista que han presionando a la administración, muy receptiva siempre, en donde encontraron complicidad y correspondencia. Mantener el actual estatus poblacional del lobo, fomentarlo y protegerlo, cueste lo que cueste, pese a quien pese, es un lema recurrente del conservacionismo medioambiental que escucho con asiduidad; una actitud de claro perfil ególatra contraria que nada beneficia y si perjudica de forma notoria los intereses del sector ganadero y cinegético. El colectivo ecologista, algunas organizaciones, defienden como principio no solo mantener esta situación sino que se prolongue y agudice en el tiempo, que sirva a modo y manera de vivero, seguramente con el objetivo puesto de proceder sobre sus excedentes de cupo, a capturarlos por sedación u otros métodos no lesivos para su integridad física, que les faculte introducirlos en territorios vírgenes de su presencia; una innovación como método, generadora de nuevos conflictos, precisamente allí en zonas alejadas de la presencia de un animal tan problematico. Por estas prácticas retrogradas y debido a ellas, hoy nos encontramos con una situación delicada e insostenible, fruto de la contemplación inhibidora que se ha venido manteniendo. No se ha hecho casi nada ante la evidencia del expansionismo del lobo y las consecuencias que ha originado su colonización de espacios que domina desde sus asentamientos. Ahora, deprisa y corriendo (es la tónica de la casa, la seña personal que identifica a cierto responsable) se anuncian medidas correctoras regresivas y no por puro convencimiento ideológico; es meramente por un estado de necesidad ante la falta de recursos que se tienen. Toda una contradicción.
A diferencia de nuestras comunidades limítrofes (Castilla-León y Galicia) en donde si consta el lobo como especie cinegética objeto de ser abatida, en Asturias carecemos de una norma que lo permita cuando se haga necesario hacerlo. El Lobo es un recurso financiero que sirve de complemento sustancial en los presupuestos de municipios rurales en algunas localidades de las vecinas autonomías. Su caza sostenible al igual que el resto de las demás especies venatorias, tiene un valor de mercado, de alta cotización en públicas subastas por lo preciado de su trofeo para algunos cazadores, cuyo efectivo recaudado, se destina íntegro a los ayuntamientos perjudicados, con lo que ello supone para estas vecindades.