Según los expertos, el cántico coral que producen los lobos a través de sus aullidos, se pueden conceptuar en varias dimensiones; aseguran ser síntomas de una expresión de sentimientos, un poderoso medio de transmitir su información hacia sus congéneres y un aviso de declaración de guerra para algunos intrusos invasores de su territorio. Cris Crisler y su esposa Lois, zoólogos y estudiosos, durante muchos años han vivido entre los lobos salvajes de Alaska, por lo tanto investigado de forma exhaustiva, desde el punto de vista científico, sus relaciones sociales, hábitos y costumbres. Para Lois Crisler, escuchar ésta bien ensamblada sinfonía, es verdaderamente un placer musical escalofriante, concede credibilidad a esta composición, calificándola como la más hermosa canción del mundo animal.
La Braña de Cuevallagar (Yermes y Tameza-Asturias), es territorio de lobos de fuerte colonización de estos cánidos, muy recuperados en el último cuarto de siglo de su decadencia poblacional, gracias al desarrollo de un programa sostenido de animales de caza y también de una importante cabaña de ganado que temporalmente ha encontrado en la necesidad de sus “pastos” la razón de su estancia. Cualquier observador interesado, si es persistente y atrevido, los podrá ver, y sentir el sobrecogedor mensaje emitido a través de sus aullidos
Cuevallagar es una ancha planicie, de contrastes y desniveles, zona de pastoreo; que acoge en sus extensas y verdes praderas, en los meses estivales, la presencia de animales domesticos (vacuno, caballar y lanar).Sus alrededores formados de foresta variada y frondosa, cobijan a una fauna silvestre, de fuerte densidad y diversidad de especies, venatorias y protegidas, que desarrollan sus ciclos vitales al abrigo de los impenetrables bosques que la secundan. Zona de tránsito de arrieros y caminantes desde la antigüedad, hacia los puertos de Marabio y Camino Real de la Mesa; no solo ofrece a los visitantes, inusitadas vistas de sus alrededores, sino que también, desde sus altas cumbres ofrece amplios panoramas de la zona central asturiana. Es aquí, en estas camperas, en donde la abundancia de lobos, sin presión humana, ejerce la mejor de sus versiones, a través de su dinamismo, como máximos representantes de los grandes depredadores de nuestros montes y sierras.
Hemos querido sentir de nuevo, una vez más, él sonido vibrante, estremecedor de estas señales acústicas que la naturaleza, siempre tan generosa, tiene a bien regalarnos. Estar en el lugar adecuado y el instante preciso, requería de nuestro traslado hacia zona de tanta querencia. Lo hemos hecho cuando la estación primaveral, superado el letargo del crudo invierno, se encuentra en su máxima expresividad, el verde manto de las praderas alcanza multiplicidad de tonos en su bravía exposición, el reventón colorido se convierte en un amplio y hermoso tapiz; en esa secuencia de calma que la penumbra anuncia con su llegada y el ocaso del día se cierne en el silencio de la naturaleza, momentos de tránsito, en que la flora echa el cierre provisional a su versátil exposición camino del sueño reparador; otros protagonistas toman el relevo para que la vida en el ecosistema no se detenga; son los amigos de la noche. Sombras móviles, recorren espacios abiertos o intrincados laberintos; es el turno para la fauna silvestre, la alternativa a la flora poblada y multicolor.
Observar y relacionarse con estos soberbios carnívoros, desde la precavida distancia, en su propio hábitat de libertad, requiere de temple y dominio. Ofrecer una buena reclamación no es tarea fácil; exige poseer conocimientos sobre la versatilidad de estas entonaciones y habilidad para emitir agudos y graves en la escala musical que no difieran en lo más mínimo de los que se reciben. No nos falló nuestro guía en la armonización de sus sonidos, evidenciando ser poseedor de un dominio absoluto en sus relaciones vocales con los lobos. No defraudaron estos en sus rápidas respuestas ¸la profundidad de sus aullidos (dirigidos por una sabia batuta, con unos acompañamientos de adornos diversos) desde la lejanía, pronto se hicieron más cercanos, pudiendo observar por nuestra parte y con muchísima emoción a escasa distancia, el relieve de algunos y de otros su figura. Dice un viejo proverbio alemán que hay que aullar con lobos, si se desea escapar sano y salvo; alguna prueba , según nos cuentan ha habido de ello La fortuna quiso sonreírnos satisfaciendo nuestros deseos, permitiéndonos ser espectadores en “primera fila” de la puesta en escena de una gran obra musical; tambien en un corto espacio de tiempo, hemos sido testigos de un ataque largo y prolongado de un gran macho de lobo lanzado sobre un jabalí de escasas proporciones quien, confiado, pastaba a sus anchas; el instinto de su fino olfato pronto detectó la llegada inminente de este secular enemigo con sus aviesas intenciones; la respuesta del” bermejo” fue rápida, iniciando una veloz carrera hacia su zona de seguridad en pos de un futuro mejor. El “esquinazo y puerta” del perseguido al perseguidor fue de estampa “toreril”, pues el depredador, en esta ocasión, se quedó con lo “labios en la miel”. Otra nueva secuencia, como último acto de esta entrega (al unísono de estos intervalos musicales), constituyó una gran sorpresa, pues a escasos metros de donde nos encontrábamos, (unos 3O metros) satisfaciendo su curiosidad, nos vigilaba uno de estos “buenos amigos”. Cumplido su objetivo se alejó, dando apariencia de despreocupación, lo que le agradecimos de veras.
En definitiva, tanto en Cuevallagar como en otras zonas colindantes, se aprecia una excesiva densidad ( cada día más)de estos animales protegidos, necesitados para su supervivencia de una fauna venatoria y domestica, hacia su atención primaria, como es su sustento. La permanencia, la sostenibilidad, el control y fomento de estos grupos, por los daños tan enormes que originan, hace necesario un desembolso cuantioso por parte de la administración. Sinceramente ha crecido en demasía; Cuevallagar y sus lindes, son un ejemplo claro, por lo que se debe de activar la conveniencia de su regulación.