Foto de Angel Caldevila.
Es una alternativa distinta en su finalidad a la caza real practicada con el cobro de la
pieza objeto de ser abatida formalmente,
que se persigue instalar como oficial y única opción en sustitución de
la caza real tradicional; pretensión que
no se concibe, de algunos grupos anti-caza, que se proyectan hacia un estado de
supuesta sabiduría e ilustración, buscando objetividad en ser reconocidos en el ámbito
del ecologismo intelectual, en grado de exclusividad.
Indudablemente, dependiendo siempre para quien, fotografiar
el medio ambiente, la distribución y multiplicidad de los distintos paisajes
que lo forman, la diversidad de especies silvestres que lo pueblan, es un ejercicio conceptuado como satisfactorio
por todo aquel que ejerce este tipo de
actividad. Somos muchos, aficionados a la caza también, cosa curiosa, pues el
cazador tiene alma y sensibilidad, aunque una parte de la sociedad civil, por
desconocimiento de la personalidad del cazador, en la que no se han parado
en profundizar, no lo crea, que desarrollamos esta práctica, bien en
temporada de caza, cuando nos es más fácil descubrir algún aspecto llamativo o de forma global la morfología de la fauna
salvaje esencia de nuestros desvelos, de forma especial la clasificada
cinegética, seguramente porque nos llame
más la atención, sin desdeñar aquella otra protegida que no ceja de ofrecer
instantáneas de apariencia inverosímil. Sin duda una aportación al conocimiento
y el estudio.
No obstante el aficionado a la venatoria, es posible como
complemento a su pasión, también en tiempos de veda cerrada, se anima con sus
artilugios captadores de instantáneas y de grabadoras de tecnología punta, de
alta gama, o simplemente aquella cámara fotográfica de toda la vida, primeriza
en dejar constancia de nuestros nacientes escarceos en el extraordinario
ecosistema de nuestra tierra asturiana, que aún perduran y tienen validez, que tantos
servicios y recuerdos nos han prestado y nos resistimos a dejar en el “
baúl de los recuerdos”.
En estos tiempos que vivimos, la fauna declarada en peligro
de extinción, ha sufrido, como es el
lobo, una explosión demográfica por un exhaustivo e incomprendido ultra-amparo
del ente público y conservacionistas a ultranza (poblado de polémicas y
manifestaciones reivindicativas de los afectados por los daños que produce este
canido en el ganado domestico) que ha
servido para colonizar espacios naturales cercanos al hombre. Ello, ha
posibilitado que la figura intimidatoria de este enorme carnívoro cargado de
leyendas rurales sobre sus tropelías, no sea tan invisible como antaño; se
ofrece a ser visto, seguramente a su pesar; huye menos del hombre, a quien la leyenda nos
dice que ha temido; le ha hecho ser menor precavido, una consecuencia de su
denso y forzado expansionismo, cuestión de una
demografía más que sostenible, que le ha hecho abandonar lugares de
querencias de mayor defensa y avituallamiento para él y sus camadas, actitud que ha propiciado un mayor número de posibilidades
de recoger sus movimientos con mayor asiduidad y fiabilidad.
El oso pardo cantábrico icono y vecino secular por excelencia
de nuestras montañas asturianas, habitante ancestral de nuestra tierra, desde hace tiempo alcanza
en claro ascenso en su nivel poblacional, aumentando progresivamente en densidad,
y, ello, hace que se perciba y se observe la presencia de nuestro plantígrado en situaciones que parecían irreales
el poder contemplar. La figura de este animal se ha convertido en un reclamo
publicitario, foco de atracción con varias interpretaciones que corresponden
conceptuar a diversos aspectos
comerciales, relacionados con el tiempo libre y el ocio y publicaciones temáticas.
A tales efectos, avistar osos desde plataformas o miradores habilitados al
respecto, cercanos al hábitat de este poderoso animal, es un ejercicio con
muchos seguidores, cada día más atrayente, que, cámaras en ristre, gozan de la
oportunidad de dejar para la posteridad en sus maquinas aspectos generales o
aquellos otros conseguidos bajo la precisión de un enfoque oportuno, justo en
el momento adecuado.
Sobre la denominada caza fotográfica caben versiones
distintas y capacitaciones dispares. Profesionales y aficionados en esta
materia, son asiduos visitantes al campo, dependiendo siempre de la estación; condiciones climatológicas; ciclos biológicos
de las especies para perpetuarse; épocas de Berrea del venado y ronca en el
gamo, como las más seguidas por los activistas perseguidores de estas instantáneas,
la exuberancia de los trofeos que portan aquellos que lo hacen, y un sinfín de aspectos a captar objeto del interés de la
persona que quiere dejar testimonio de una labor meritoria, que sin duda,
requiere, como premisa, la bonanza de la paciencia y eficaces teleobjetivos. Pero
la caza real, la que el cazador de condición practica, es otra cosa.
Por tanto tenemos los cazadores la obligación de oponernos a
estas iniciativas, es de entender por varias razones. Las especies silvestres
que pueblan nuestros espacios naturales, siempre que se requiera, deben de ser
reguladas. Un hábitat sobre-dimensionado, nos traería consecuencias perniciosas,
principalmente para la salud de nuestra fauna. La caza actúa como un factor componente de
equilibrio. Esto es lo que se tiene que trasladar a la sociedad para su
comprensión.