A la caza debe otorgarsele crebilidad y respeto. La fauna silvestre, especialmente la cinegética y otras protegidas (entre ellas el Lobo), tiene que ser regulada con meticulosa selectividad, allí donde proceda y sea menester, únicamente por los cazadores dado su experiencia y conocimientos. Conceder este empleo es un principio de máxima diligencia de la que no debe de retraerse la Administración. No es bueno olvidar desde las instituciones públicas lo que la caza supone para el conjunto de la ciudadanía, obviar la realidad que deja la impronta influyente de su profunda huella economica y social, poniendo trabas a su desarrollo en temas que tambien le competen, excluir su estado participativo sustituyendolo por otras opciones carentes de perfil cinegético, es un diáfano ejercicio de despotismo.
Quizás en nuestro País, aun sea prematuro otorgarle al cazador profesional este significado, aunque paulatinamente se vaya incorporando a la prestación de servicios en Parques Nacionales y Reservas Regionales de Caza, en funciones destinadas a evitar sobredimensión de la fauna silvestre, evaluando y ejecutando el servicio de su adecuada extracción. Por otra parte un control esporádico, llevado a cabo de forma puntual, según densidades, que presenta claros síntomas deformes en su realización, en flagrante sentido opuesto de los conceptos éticos que la caza demanda. Una metodología, adjudicada su gestión, cada vez más activa, a través de la contratación de empresas especializadas en temas medioambientales, así como también de personal de la propia guardería de estos territorios
Evidentemente la nueva figura ya operante, catalogada de sucedáneo (en relación con lo que significa el ejercicio cinegético), por cuanto la naturaleza de su práctica, difiere sustancialmente en sus objetivos finales con aquellas otras personas, devotos de la caza, que hicieron de su práctica una profesión; convertidos en guías expertos, acompañantes y asesores, que prestan sus servicios con evidente eficacia en los denominados safaris o similares, cuya única dedicación es dar cumplida respuesta satisfactoria a las aspiraciones de su cliente en forma de conseguir abundantes y magníficos trofeos.
La utilidad de esta figura que surge, será de utilidad distinta, costosa para las arcas públicas, de fuertes desembolsos y escasos o nulos resultados (en este sentido en Asturias tenemos gravosos antecedentes) sustitutiva de la acción propia de cazar --la tradicional-- y una actitud gubernamental inconsecuente para las aspiraciones de un colectivo, el de los cazadores, de ser partícipe en este tipo de encomiendas, adjudicadas con obstinación y obcecación a personalidades físicas o juridicas foráneas de la caza.
El ideario costumbrista que persigue reacciones contrarias a la actividad cinegética, se encuentra configurado en torno a la deslocalización de este singular ejercicio deportivo, anularlo de por vida, cuya actividad en estos tiempos, tal y como se desarrolla, es objeto continuo de reprobación y denuncias de grupos ecologistas, de acoso y derribo, siempre con la vista puesta en alcanzar un horizonte de esperanza para este gremio que dé lugar y se instaure la abolición de una práctica innecesaria e injustificada por estos colectivos.
Eh aquí la causa, el origen primario de una labor conceptuada de autentico zapador e iniciativa sectaria, que persigue desmembrar la caza, ejercida desde la administración; nidal residencial de cohabitabilidad de una casta o extirpe animalistas, con negada adscripción a los valores que representa la caza, al no permitir desde la resolución de sus Consejos, que sea esta actividad una posición firme y valida, dado sus reconocidos antecedentes que le han permitido guardar experiencia de alta graduación en conocimientos a quien se le encomiende la labor y no a otros, de la sostenibilidad de la fauna venatoria y protegida, en un caso concreto, el Lobo, en terrenos tan especiales-
Toda una hipótesis, estos manejos que hace dudar de su rentabilidad (conocidos son los sonoros fracasos habidos desde la D. Gral. de la Biodiversidad) no obstante seguir puesta en la “picota”, con severas críticas, incluso con “mofa”, la pretendida aceptación y validez del método. A tales efectos, en igual sentido baste recordar actuaciones pasadas, no hace mucho, cuando se contrataban los “llamados profesionales” para abatir un número determinado de lobos, parece que con plazo indefinido, opción que nunca llegaban sus resultados. Evidentemente los que disfrutaban de la contrata carecían de prisas, cuanto más el asunto se dilatase, mayor soldada en el tiempo percibían.
Si de reducir lobos se trata, eje del asunto, se debe de aprovechar una situación excepcional que se da cada cierto tiempo de forma puntual, ante una densidad desproporcionada de estos cánidos tal y como ocurre en la actualidad. El Lobo es un recurso natural renovable del que se debe obtener rendimiento economico y social; emplear la inercia que genera su leyenda como trofeo para un sector de la caza interesado en estos temas, constituir su aprovechamiento en un reclamo atrayente, estable y proporcionado que permita mejoras de atención ciudadana por los distintos gobiernos municipales enclavados en las zonas querenciosas donde tienen su hábitat natural estos poderosos carnívoros. Abatirlo en Asturias, supuestamente de “tapadillo” tal y como parece ser se hace desde las instituciones, pudiera conformarse como en una oscura, penosa y triste iniciativa que , versión de unos hehos que no se acepta desde los activistas del estamento cinegético que reclama para sí, con todo derecho, presencia en estos trabajos.