NUNCA HASTA
AHORA SE HABIAN IMPUTADO AL GREMIO DE LOS CAZADORES ESTOS ACTOS VANDALICOS.
Leo con curiosidad algunas versiones subidas a los distintos
medios informativos que explicitan supuestamente lo acontecido en las recientes
quemas de nuestros montes asturianos. A razón de lo expuesto muchas han sido
las causas; argumentaciones de todo tipo han venido a coalición con estos
perjuicios, origen de los incendios que asolaron gran parte de la riqueza
forestal que albergaban en sus entrañas las zonas damnificadas.
Todos coinciden en lo fundamental. Se da por supuesto a la
actual situación de abandono en que se encuentran los montes asturianos
cubiertos de espesa y profunda vegetación; las antaño verdes y fructíferas
praderías, zonas de pastos para el ganado doméstico, convertidas hoy en
entresijos de zarzas; caminos intransitables, en otro tiempo vías naturales de
comunicación entre villas, y, así un largo etc. relacionado con lo mismo.
Para detectar estas situaciones no hace falta ser un
conspicuo observador. La vista no engaña al caminante que tenga por devoción su cita periódica en el
acercamiento a la naturaleza. Lo cual quiere decir que la masa forestal, asturiana, de seguir en estado tan
calamitoso en cuanto a desbroce y limpieza corre camino de llegar a establecerse en un
conglomerado de sucia maleza, a punto de conseguirlo, con todas las
prerrogativas para ser objeto del fuego a poco que la climatología acompañe y
algún que otro desaprensivo actúe-
Al socaire del rebujo
que produce la ola de opiniones vertidas se viene a convenir de forma
irresponsable y torticera a los cazadores como una de las partes motivo de ser
señaladas como autores importantes de los
despropósitos que suponen las quemas. No hay razón objetiva alguna y. menos
pruebas, que atestigüen para inculpar al gremio de los cazadores. Quienes así
se han pronunciado, muestran una cultura
personal rayando en lo sectario, basada en desacreditar al contrario, mediante
el engaño, que les hace invocar buscando credibilidad, adjetivaciones descalificadoras y culpabilidades ajenas.
Por tanto carece de toda lógica señalar a los cazadores
autores de estos hechos. Este gremio se ha unido a las condenas taxativas que
han surgido tras estos pavorosos incendios que han puesto en peligro la vida de
personas, causado mortandad en animales salvajes y domésticos, así como
también daños irreparables en bienes
inmuebles.
Nunca hasta ahora se había imputado al gremio de la caza de
estos actos vandálicos. Es de asegurar, porque no había argumentos que lo
hiciesen. No se recuerda tal densidad demográfica de especies, clasificadas
como cinegéticas, en el entorno del territorio astur. Ello, entre otras
razones, posiblemente, haya sido la
consecuencia de que en el medio natural proliferasen reductos de salvaguarda
para la integridad física de todo tipo de fauna que les permitiese crecer en
demografía al albur de la protección que les ofrece de sus enemigos la gran
morralla de vegetación en aumento gradual que les cobija y protege.
Esto que parece obvio, es la síntesis que anima al cazador a
ser consecuente en la defensa de sus intereses, que no pasan precisamente por
prender fuego en superficies tan sensibles de la biodiversidad, contradiciendo
cualquier informe calumnioso de grupos radicales contrarios a la caza.