En crisis económica aguda y posible pérdida de los valores que caracterizan sus señas de identidad. A diferencia de la caza comercial de fuerte presencia en otras comunidades, Asturias, en materia cinegética adquiere relieve e importancia por la singularidad de su gestión en esta materia a través de las sociedades locales de cazadores por la responsabilidad que han venido ejerciendo derivada de su ordenamiento en los cotos regionales de caza (75% en el total del espacio que ocupa nuestra superficie). Las características y peculiaridades que rige para estas áreas de caza, se formalizan en torno a un núcleo de carácter y estilo propio, de clara tipología social, con adaptación a la exigente normativa institucional garante por si misma de que la práctica venatoria en estos terrenos objeto de acotado se ejerza de forma planificada y ordenada, siguiendo las pautas marcadas por la administración a través de los sucesivos Planes Técnicos de Caza, que ha permitido mantener los parámetros necesario de sostenibilidad y aprovechamiento en régimen de igualdad de oportunidades.
La consecuencia lógica de los grandes valores aportados por estas organizaciones se trasmite por una concepción notable en su forma de hacer, cuyo denominador común ha estado centrado especialmente en trabajos de control, fomento y protección de las especies venatorias. Ello ha supuesto cuantiosos y costosos desembolsos (superando incluso expectativas presupuestarias) derivados fundamentalmente de la debida atención en salarios a un importante contingente de personal de guardería, en muchos casos suficientemente profesionalizado, encargado de la vigilancia y seguridad de zonas sensibles, sujetas a vulnerabilidad, pletóricas en el presente por densidad y diversidad de especies cinegéticas, evidenciando un síntoma de eficacia, toda una gran riqueza patrimonial administrada con tacto y equidad.
Pero llegados al momento actual, estas instituciones se encuentran en una disyuntiva que les origina un futuro incierto. En una economía global inestable, con evidentes signos de precariedad, la caza no es un sector equidistante a estos sucesos y sufre también las consecuencias de una fuerte recesión (se han perdido efectivos cuantiosos de forma generalizada, señalados en número de licencias de caza no expedidas). Desde la propia administración, con su clásico tipismo, se dictan fuera de tiempo y forma, unilateralmente normas de marcados efectos que sin duda dejarán su impronta negativa por la ausencia de un criterio claro, quizás en el sentido que nos ocupa, podríamos denominarla como una política ciega para este sector o colectivo, con incidencia en la caza modesta, que ha originado zozobra e incertidumbre entre los aficionados sobre la continuidad de un sistema de caza que ha venido funcionando, pero que por avatares de su no incumbencia se verá abocado a soportar cargas económicas complementarias ajenas a sus fines. El nuevo eje que se pretende implantar no será ninguna panacea para la caza y los cazadores, más bien al contrario, reduciría el estado participativo de los aficionados, obligados al abandono como miembros de base de esta actividad, por incompatibilidad económica, dado el carácter suntuoso que se prevé han de tener las nuevas sociedades regidoras.
Por lo tanto deseemos larga vida a estas agrupaciones locales que tanto representan para la conservación de los animales salvajes y para todo el conjunto de la sociedad.