Regular el incesante crecimiento de la caza. A pesar de la presión que los cazadores ejercemos sobre las especies de caza con abundantes capturas (lo permitido, según densidad, en los sucesivos Planes Técnicos de Caza y por deriva de Aprovechamiento) parece que cada vez hay más caza en Asturias, lo demuestra su fuerte expansión. Un boom que no cesa, prodigio y regalo de la naturaleza sobre el que no existen opiniones concretas, integras, que desvelen el misterio de su alcance, si es que lo tiene, de su exitosa evolución. Verdaderamente algo se intuye como probado, tengamos en cuenta el estado actual de nuestros montes y bosques, cubiertos de una maleza infranqueable, refugio perenne de estos animales en los que han encontrado acomodo y seguridad, pero me temo, es el pensamiento de un lego, que tiene que haber indicios de permutación en su credo biológico que les haya hecho superar enfermedades. No obstante el Corzo, contrariamente al jabalí que se encuentra en un estado de salud magnifico, como nunca, se encuentra inmerso en la actualidad y desde hace tiempo, en algunos cotos sociales de nuestra región, en el padecimiento que le produce una larva,familia de los tabanos, que deposita y anida en sus fosas nasales y laringe un insecto volador detectado y conocido por los especialistas, causándole un alto grado de mortandad muy difícil de detener en su avance y erradicar definitivamente a decir de los técnicos.
Llegan noticias, recién finalizada la temporada 2011/12, que nos cuentan de las numerosas capturas de jabalíes y corzos (todavía sin datos oficiales, pero seguro que se han superado las expectativas) habidas en los distintos cotos de caza que gestionan las sociedades locales de cazadores. Cifras que serán constatadas, bien elocuentes, que nos certificaran el reconocimiento de un período álgido y creciente de la fauna cinegética con hábitat en el Principado. A pesar de todo.
En lo referente del jabalí, decir que se ha asentado de forma definitiva, controlada su caza a través de cupos, protegida su sostenibilidad y desarrollo, en número abundante de individuos que lo hacen sobredimensionarse; parece que huyendo del lobo, de las zonas altas de nuestra cordillera donde reside este depredador, poderoso carnívoro, que le causa númerosas bajas en sus crías, hacia terrenos más propicios donde instalarse y colonizar a través de su prolífica procreación, orientando el agrupamiento de sus diversas y amplias colonias en los concejos centrales e inclusive a orillas del mar Cantábrico (se le ve con asiduidad deambular por alguno de nuestros arenales en estado más primitivo) buscando seguridad y alimento para él y sus “piaras”. Se encuentra bien protegido en la naturaleza al albur de las garantías que esta les concede, en orden al cambio sustancial que el medio rural ha tenido de su propia fisonomía; un evidente síntoma del abandono y decaimiento de tierras de pastos y laboreo
Hay un hecho que resaltar en relación con el jabalí, (me llama poderosamente la atención), esta especie cuantitativamente crecida, algo ya sabido, también lo ha hecho cualitativamente, es decir, se abaten muchas piezas de este suido, con un tamaño y defensas de talla superior a la media de los antaño cobrados. Convendrá decir a modo de inciso que, aquí, en esta región, este animal no es alimentado de forma artificial, no existen granjas que aumente su volumetría, los tengan estabulados en “cubiles” el tiempo suficiente para obtener corpulencia de cuerpo y defensas o “boca” de mayor grosor que permita a sus propietarios rentabilizarlos económicamente a través de su caza intensiva dentro de fincas valladas. No es el caso que nos ocupa, por suerte, en nuestra tierra. Se da la circunstancia de que todas las especies cinegéticas viven y se desarrollan en plena libertad y sus necesidades de alimentación se lo proporciona la tierra, los productos naturales que genera la orografía salvaje y aquella otra elaborada por el hombre en los trabajos que hacen en sus fincas de labor, con gran descontento de estos últimos, por los perjuicios que les ocasionan en sus cosechas, en especial el jabalí, omnívoro empedernido que no le hace ascos a nada. Es cierto que la morfología del jabalí ha variado en tamaño y peso; las piezas que se cobran de este animal, se hacen más ostensibles, se acercan a los parámetros de aquellos que se crían en cautividad. Obviamente se abaten jabalíes de cualquier talla, dentro de lo mínimo legalmente permitido. Siempre se ha dicho que a este animal, los cazadores no les dábamos la oportunidad de verlo medrar más allá de los cuatro o cinco años que pudieran tener. Ese era el motivo expuesto hasta la saciedad, una crítica más como vía para desvalorizar y censurar la acción de cazar. Una teoría echada por tierra, ante los síntomas evidentes que presentan algunas de las muchas extracciones que de esta especie se producen de edad adulta que, dado el nivel de sus colmillos y amoladeras, todo hace indicar que superan los seis o siete años. Piezas de un nivel superior que certifica el auge tan extraordinario, el buen estado salubre de que gozan hasta el día de hoy.
En cuanto al corzo, especie de moda, distribuido prácticamente en todas las comunidades del estado, con unas características especiales que le hacen ser muy apreciada su caza, considerado el ungulado salvaje más abundante del continente europeo (las estadísticas en este sentido sobre el número de ejemplares cazados son abrumadoras); en Europa su índice poblacional estima la existencia de unos quince millones de ejemplares. Pero aquí en Asturias, en algunos cotos, ha sufrido un sensible retroceso, soporta este herbívoro, contumaz consumidor de brotes tiernos, una parálisis en su avance demográfico, motivado por la enfermedad que padece, inusual proceso vírico crónico, que compromete seriamente su sostenibilidad, caso de propagación, hacia otras zonas del oriente de la región. No obstante y a pesar de ello, su presencia en nuestros campos y bosques sigue prodigándose generosamente (salvando áreas afectadas). En Asturias, una evaluación fiable de sus capturas, lo sitúan en torno a los mil quinientos ejemplares anuales, lo que es revelador de su altísimo nivel como recurso natural..
Las especies cinegéticas en el Principado consolidan su posición en cuanto a su crecimiento, de no surgir contratiempos en forma de plagas, que afecten su positiva evolución, o una caza masiva indiscriminada, cuestión que no es de esperar se produzca, aún lo harán más. El diferencial con otros países de la zona Europea, está muy lejos de converger. Solamente basta acercarse a los datos que fluyen y nos llegan, en cuanto a cobros y densidad de estas dos especies, para darnos cuenta de la lejanía en la que nos encontramos con respecto a ellos.
En Asturias, o cazamos más, aumentando la permisibilidad de inferir en estos aumentos, o por el contrario, de seguir en el estado actual de las cosas, la caza seguirá su ritmo creciente, salvo contingencia, con lo que supondrá de negativo para las arcas de las sociedades locales de cazadores que tendrán que soportar indemnizaciones cuantiosas a los perjudicados, por los daños que produce este tipo fauna silvestre en el medio agrícola, cada día más necesitada de consistencia en sus necesidades alimenticios, dada sus expansión, repercutiendo negativamente en los bolsillos de los aficionados, último soporte económico del sistema de caza.