Centrado en
la caza en batida de jabalíes en los buenos cotos sociales de Llanera y Grado
de los concejos asturianos de su mismo nombre, hacía ya largo tiempo que no
había tenido la ocasión de ejercer una modalidad de caza tan sumamente
atractiva, como es el recechar una subespecie cinegética (la menor de las 10 que existen en el mundo) referida
al rebeco de la cordillera Cantábrica, y más, cuando el marco natural en
la que desarrollaría esta oportunidad (Reserva Regional de Caza de Caso), simbolizaba para mi recuperar emotivas sensaciones
familiares de mi infancia y juventud relacionadas especialmente con mi
progenitor, impregnadas de un sentido carácter entrañable imperecedero, como es
lógico, por tanto, de añoranza por el ser querido y de reencuentro con unos
parajes de un entorno extremo en lo que supone la belleza espectacular de su
composición orografica que tanto admiré embelesado en aquellos primeros ciclos
de mi vida juvenil y que como reconocimiento y gratitud hacia aquellas sensaciones
permitidas, siempre tengo la devoción de acudir a formalizar mi encuentro
temporal con aquel enredo de frondosidad y altas cumbres para cumplimentar mi
hermanamiento y fusión con este reducto
natural de la región asturiana. Refugio de Brañagallones. Al fondo Monte Redes, en otra época importante cantadero de Urogallos.
El Parque Natural
de Redes, así declarado en 1996, se encuentra ubicado en la cara Norte de la
Cordillera Cantábrica, concretamente en el centro oriental del Principado de
Asturias, acoge dentro de su perímetro las Reservas Regionales de caza de Caso
(29.834 hectáreas) y Sobrescobio (6.792 hectáreas). Anteriormente a
constituirse en espacio protegido con la finalidad de preservar los valores
naturales de fauna, flora y
paisajísticos, tuvo orígenes de otra índole. Este Parque Natural es una
continuidad, versión moderna, de lo que
en su día fue denominado Coto Nacional de Caza de Reres. En su trayectoria desde
1943, año de creación de este Coto por la Ley de la Jefatura del Estado y posterior Reglamento de
1945 que determinaría la extensión geográfica y finalidad, ha tenido distintos niveles de estructura en la
gestión y aprovechamiento sostenible de sus recursos.
La Vega y al fondo la Peña el Viento
Del extinto
Coto Nacional de Reres, de 14.227 hectáreas, dependiente en su último período de existencia
del Instituto para la Conservación de la Naturaleza (I.C.O.N.A.) se pueden
decir muchas cosas. Una de las más características a la cual me referiré, quizás la principal, obedece a la alta densidad de rebecos que llego a mantener
que le permitía alcanzar altas cotas de notoriedad entre los aficionados a la caza
de todo el mundo que pugnaban por obtener un permiso de caza para tan deseada pieza
en favorables condiciones, toda una garantía de éxito. Hoy, aumentado sus
límites y con distinta nomenclatura, se
estima la población de este bóvido en
cifras cercanas a los mil, lo que supone ser un claro diferencial venido a
menos, si se estiman las cifras que se
barajaban en relación con antaño, muy
superiores a las actuales. Es justo y necesario hacer referencia como causa
principal (habrá otras) de la perdida de ejemplares de esta cabra a la actuación de un agente patógeno (la
enfermedad conocida por la sarna) principal problema sanitario del Parque que
afectó muy gravemente a los rebecos, origen de numerosas bajas por mortandad.
Surgida la
ocasión de realizar un rececho a esta especie cantábrica en tan señalados
parajes. Con la tramitación en orden, animoso me acerque hacia aquel territorio
con la finalidad de dar cumplida respuesta a mis pretensiones. Llegado el día,
acompañado de mis grandes amigos Albert y su hijo Jacobo que me habrían de
prestar eficiente colaboración logística y la siempre confortable y animosa compañía,
iniciábamos la nueva andadura en pos del cobro de tan apreciada especie
cinegética. En la madrugada del nuevo día circulábamos por la carretera en
dirección al punto de encuentro con el guarda acompañante. Los pronósticos en
cuanto a la bonanza del tiempo para esta primera jornada de caza nada bueno nos
hacían presagiar. Agua y niebla sobre el asfalto de la calzada por el que transitaba
nuestro vehículo todoterreno (que tan magnifico servicio nos depararía), hacían
incomoda la conducción en buena parte del trayecto, augurio de lo que habríamos
de encontrar una vez llegados a la zona de caza.
La vega de
Brañagallones sería, en primera instancia, el marco ideal como observatorio en
donde situarnos; lugar estratégico en donde prestar atención sobre algunos de
aquellos elevados riscos que circundan el esplendoroso verde de aquel pastizal
que nos permitiese detectar la figura alpina de la representativa especie que
perseguía abatir. La niebla impertérrita en aquel paraje invadía todo el
espacio al alcance de nuestra vista; una pertinaz y fuerte lluvia no cesaba de
precipitarse a la vez que acusábamos la sensación térmica causa de un fuerte
descenso de la temperatura ambiental. Así las cosas, decidimos abandonar aquel
lugar con la esperanza de que con mayor altitud, la bruma adquiriese mejor
versión por nuestra parte.
Transcurridos una treintena aproximada de
minutos en el desplazamiento hacia otro destino, tiempo que nos supuso alcanzar
la cercana vega de Valdebezón, pudimos observar en el transcurso del trayecto,
entre la apertura de un pequeño claro, la monumental y esbelta estampa de un
macho vigía, seguidor atento de nuestros pasos. Habíamos sido detectados,
acabándose con esta primera cita, cualquier intento de aproximarse con éxito.
En aquel paradisiaco lugar, empeoraba la situación, arreciaba la climatología sin
conceder ningún tipo de resquicio que nos alentase a quedarnos. Tras un tiempo
prudencial de estancia, guarnecidos tras los muros de una cabaña de pastores,
nos hizo ver la necesidad de abandonar aquel exuberante espacio floral.
Convenía aventurarse en otras áreas a las que el permiso permitía.
De vuelta
sobre nuestros pasos, lo racional sería abocarnos a zonas bajas con visibilidad
y observar con el máximo de los detalles. Resulta satisfactorio ver como este
inquieto y ágil animal, después de
sufrir la enfermedad que casi le diezma,
recupera paulatinamente el nivel demográfico que le caracterizó. La teoría de
que los más fuertes han sobrevivido, parece cierta, cuando se observan
numerosas hembras con crías, síntoma inequívoco de que habrá un futuro
halagüeño para esta especie si la gestión es efectiva en tan característico y
peculiar medio natural protegido, como es el Parque Natural de Redes declarado
por la U.N.E.S.C.O. Patrimonio de la Humanidad, Reserva de la Biosfera. La
jornada sin alteración digna de destacar, tocaba a su fin, no sin antes hacer
algún intento, ultimas opciones, nada de interés que pudiéramos intentar
aprovechar.
Vega de Valdebezón.
Los
acontecimientos en la caza, a veces, son o resultan ser imprevisibles. Se
precipitan a favor o en contra del cazador, cuando este menos lo espera. Me
cabía otra oportunidad, así lo legislaba la autorización. Al día siguiente (domingo),
se produjo un hecho fundamental: en esta nueva singladura el tiempo adverso
descompuso la inoportuna presencia de su impenetrable nebulosa, se aliaba
decididamente a nuestro favor; daba un
giro radical a su comportamiento de la jornada anterior. En las altas montañas
que nos acogían y por las cuales transitábamos, el sol brillaba con fuerza
desde hora temprana; el cielo azul marcaba tendencia resplandeciente en una luminosa
amanecida del mes de Junio. Situación idónea en aquel escarpado y boscoso relieve
que habría de constituirse en determinante para la realización del objetivo que
nos habíamos propuesto.
De nuevo,
otra vez en Brañagallones y posterior ascenso hasta Valdebezón. Un itinerario corto efectuado con calma y sigilo, que nos ha dejado la
impronta del estado observador de los rebecos cuando detectan indicios de que
algo cercano que sucede les llama la atención e incómoda, agudizando los sentidos en fase de
máxima alerta. Efectivamente no andaban lejos estos bóvidos, la dificultad
estaba en como acercarse sin ser descubierto y guardar la posición para
intentar hacer un lance. Fernando el guarda acompañante, experto conocedor de la
dinámica de las poblaciones de esta especie, nos indicaba que el calor que
anunciaba instalarse y del cual ya padecíamos en parte sus primeros rigores,
sería una de las razones de que los rebecos se ubicasen en las peñas más
elevadas.
Deberíamos pues, caminar despacio, sin ruido, hacia
lugares altos propicios. Así las cosas, con estas medidas preventivas, dábamos
comienzo la ascensión de la canal que partiendo de la vega finaliza en las
estribaciones de la mítica Peña el
Viento. En breves instantes los acontecimientos se precipitaron sin remisión.
No era de esperar un desenlace tan
rápido. La caza tiene estas cosas que son entendibles desde los conocimientos
que da la experiencia. La caza nos brinda la ocasión, surge en cualquier
instante, es un claro referente de su explosiva espontaneidad.
Transcurría
lento nuestro caminar sobre aquel fuerte desnivel, motivo de guardar fuerzas
como medida preventiva, puesto que cabía la posibilidad de que la jornada de
caza se alargase. En esas estábamos, aún no habían pasado escasamente diez
minutos del inicio de la marcha, cuando alzando la vista a mí izquierda, entre
los peñascos de una gran mole de roca, pude observar un movimiento que, por su distancia,
no detectaba su identidad, aunque me lo suponía. Pronto descubrí la figura
inconfundible de un rebeco. Avisado Ramón el guarda, señalado el lugar de
ubicación, una vez localizada la pieza dando por buena la posibilidad de
abatirlo, según la norma, me conminó a dispararle.
Realizar un
rececho a una pieza de caza mayor, menor
en cuanto a peso, 30, 35 kilogramos, requiere como mejor opción, según mi
criterio, hacerlo con arma pesada: es decir, si se considera que el mejor tiro
es aquel que se hace desde el apoyo que nos presta la clásica mochila, en ella
encontraremos un soporte ideal que dará estabilidad integral al conjunto del
arma. No me hice de esperar, la circunstancia se presentaba ideal.
Asentado el zurrón en un canto de piedra,
calculé la distancia en orden a graduar el visor de acuerdo con la disposición
de mi vista. Me situé cómodo, la res mostraba generosidad en su exposición, sobrepasando
los 200 metros. Situada en la cruz del visor, efectué el tiro que impactó con
orificio de entrada y salida, cercano a donde es más eficiente, motivo que
sirvió para su cobro instantáneo. Un rebeco “otras cacerías”, lo cual quiere
decir sin derecho a Trofeo. Lo hice desde el calibre de mi 7mm. R.M., munición KS, 162 gr. El
visor, 2,5x10x56.
Satisfacción
en el grupo de cuatro personas y Leo, el Teckel de Fernando, que formábamos
aquel cuarteto ilusionante. Mil gracias a Alber, siempre colaborando, ameno,
alegrando el grupo en los momentos que procedía hacerlo; a Jacobo, ojo avizor
como nadie y de ayuda especial. A Fernando, profesional de la guardería del
Parque por la entrega mostrada en el cumplimiento de sus funciones y a David
por su atención para conmigo.