No sé si me leerán alguno de estos responsables recién llegados e instalados en sus nuevos predios, pero no por eso, me consta, sean desconocedores de los intríngulis que alrededor del complejo e interesado mundo de la cinegética asturiana se dan; tanto si lo hicieran como si lo van a hacer o no, y por si acaso, bueno será exponer a modo de invocación personal, la necesidad de flexibilizar, en materia de recechos, batidas y caza menor en las reservas regionales de caza, ciertos aspectos de su normativa, tildados de riguroso, que como heredad han recibido. La Caza es un acto de libertad en el individuo. Desarrollar su actividad, conlleva por obligación aceptar y respetar las normas que la regulan. Hasta aquí, de acuerdo en todo, dicho lo cual, no debe interpretarse la actitud del cazador como la de un sujeto pasivo.
Me refiero a los recechos que se practican en nuestras reservas de caza. Ocurre con esta modalidad, que tantos seguidores tiene, que no siempre sus lances se realizan en las condiciones idóneas. El cazador hace un desembolso dinerario de cuantía determinada (cazar a rececho, es mucho más caro que una simple batida de jabalí, si bien esta ultima caza es muy distinta debido a su realización) y espera por tanto, las mínimas trabas que le impidan alcanzar el éxito largo tiempo deseado. Sucede que no siempre es así y a través de su participación sufre las consecuencias del rigor de una exigencia cuantificada en un determinado número de disparos y la prohibición de hacerlos sobre tal o cual pieza de la especie autorizada, dependiendo siempre del criterio del guarda acompañante. Una situación, que a veces se vive y que se justifica desde la oficialidad, por las expectativas futuras, en cuanto a posible trofeo de la pieza cuya finalidad es la de ser abatida, que determina por sí mismo el éxito o el fracaso de la empresa. Al cazador hay que darle facilidades para que pueda abatir su pieza, la que aspire cobrar (ha pagado para ello) dentro de los cauces legales debidamente señalados; no se le deberían poner impedimentos para ejecutar el lance ni restringir sus posibilidades, caso de poder hacerlo, en base al argumento de una inadecuada por larga distancia del animal o un calibre de prestaciones complejas que ofrezca dudas en cuanto a su contundencia. Se entiende que cuando se expide un permiso de caza es porque, hechos los correspondientes estudios y determinada la densidad y la calidad de las reses, cualquier opción elegida por el cazador es buena y no tendrá influencia negativa en la consolidación y fomento en ningún tipo de hábitat cinegético.
La climatología es otro de los factores claves negativos que influyen decisivamente. Unas condiciones atmosféricas de señalados elementos, como puedan ser la niebla espesa continua que impida acceder al monte en las fechas señaladas en el permiso o la intensidad de nieve caída que permita cubrir densamente el campo y por tanto sirva de excusa para anular cualquier opción de caza dando por finalizado el permiso, no debe ser sinónimo de la perdida de todos los derechos para el cazador o cuadrilla de cazadores. Deben de buscarse alternativas, por parte de la administración, para que no recaigan y sufran siempre sobre el mismo cuerpo social (los cazadores) los mismos perjuicios. No es justo que el cazador pague y no cace.
En cuanto a la caza menor en las reservas de nuestra autonomía, decir que existe, hasta el momento actual (esperemos alguna mejora a partir de ahora, en beneficio de los cazadores), una cerrazón institucional que impide una mayor actividad, cuantificada en un escaso número, apenas perceptible, de los permisos que se expiden, quizás como deriva de una programación sectaria de tipología conservacionista, instalada de parte de los antiguos gestores, fieles guardianes de una especial idiosincrasia contraria a la caza.
Asturias, cuna señera y tradicional de la caza de esa gran ave viajera que es la Becada o Arcea, está necesitada de más comprensión y estimulo por parte de nuestros regidores del ordenamiento cinegético hacia los numerosos practicantes de esta bella y sublime modalidad, que les otorgue una mayor capacidad participativa, en terrenos abundantes y propicios, como pueden ser las Reservas. Convendrá a la administración dotar de un mayor flujo de oportunidades, abrir las puertas de estas áreas querenciosas, tan apetecibles por esta imprevisible volátil y cuantificar en número superior a los actuales, los permisos a expedir.
Son, en definitiva, algunos aspectos que conviene retocar, según mi criterio, de ahí mi solicitud respetuosa. Conceder estas mejoras, siempre que sea factible, sería comenzar un periódo legislativo adornado de credibilidad.