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LA IMAGEN DE LA CAZA NO ES BUENA EN LA SOCIEDAD ACTUAL. La cita no
es mía, aunque convengo a tal afirmación; pertenece a D. Juan Delibes (TROFEO
Enero 2017).
Resulta
manido y recurrente decir que la caza goza de popularidad entre una gran parte de la población. Es una encomienda que
para desdicha de los buenos aficionados que ejercitan su práctica suma cada día
más adeptos a la causa. No es la caza un ejercicio al que los políticos hayan
visto algo importante para conseguir sus logros plebiscitarios. Hay que
subrayar que ese desinterés no es nuevo, existe desde hace mucho tiempo. Todos
los partidos políticos, sin distinción de siglas o tendencias escurren el bulto;
miran para otra parte, cuando de hablar de caza se trata.
Efectivamente,
no hay voluntad en las instituciones oficiales en señalar y difundir el
monumental legado, concretado en el tiempo, que la caza, a través del asociacionismo que la tramita
produce, constatado por el éxito
obtenido de su gestión y ordenamiento en lo que atañe a la fauna propia de su
actividad y aquella otra protegida. Fuera de los medios temáticos a que
pertenece, sometida al ostracismo de su
difusión, vive la cinegética momentos cruciales en cuanto a reconocimiento y
aceptación por la sociedad.
Se ha dicho;
he podido leer que, “la mayoría de las
personas no son abiertamente contrarias a la caza, sino que más bien se muestran indiferentes, debido únicamente a
la falta de información”. Es muy posible que así sea. Por eso, contrarrestar
desde el espectro cinegético la negativa visión (fundamentalmente economico- social)
esa carencia de entendimiento, será el
pivote sobre el cual los aficionados debemos movernos para revertir una
tendencia dañina que crece a ritmo
desaforado
Pero ¿cuál
es el mensaje a transmitir? En lo
referente a la comunidad asturiana, el sector de la venatoria carece de
patrocinio institucional. Es aquí, referente al Gobierno del Principado, donde
se localiza un supuesto apartheid. Falta intención creativa que guarde
contenido en los servidores públicos, incluíodo Federación; una voluntad perdida entre los entresijos
de la indiferencia e inhibición de la administración, que no aompaña.
El espíritu
que debe remover los cimientos de la actual Ley de Asturias de la Caza, además
de redescubrir y adaptar la actividad del sector sobre la base de la modernidad
(una Ley de Caza camino ya de los 28 años, pide con urgencia, aunque sea mínimaménte, un
retoque de actualización), debiera inscribirse también en la aceptación
contraída de un compromiso político inquebrantable desde los poderes públicos;
un articulado a inscribir en la propia Ley, de superior disposición instituida como
elemento legislativo a destacar que refuerce el valor real permanente que la
caza vierte en beneficio de la sociedad.
Por eso
pedimos los cazadores una mayor y mejor cobertura informativa en evitación de
ser reconocidos en el descredito. No podrá ser; se intuye esté instalada en el
organigrama del poder público generalista y burócrata una oposición silenciosa,
cínica, en algunos casos; muestra latente, incapaz de hacer el mínimo esfuerzo
en mejorar la posición del cazador en el pensamiento de la ciudadanía. El colectivo
de los cazadores tiene introducido un caballo de Troya en las estructuras
oficialistas, lo que pudiéramos denominar como “el enemigo dentro”, referido a
cazadores-políticos, practicantes con asiduidad de este ejercicio, que conviven
en duplicidad en la alternancia de las relaciones con sus compañeros de
partida y la obligatoriedad de cumplir
con la sumisión en el acato exigido hacia sus jerarquías políticas, cuando
estas mandan guardar silencio. Y, sobre silenciar a la caza, se manda mucho desde los intereses
partidistas. El motivo es que la imagen
de la caza no es buena en la sociedad actual.
Tal parece
que existe un cierto temor entre los políticos, flota en el ambiente tal
sensación, a expresarse en público, y, menos, en las tribunas de los hemiciclos, sobre la
conveniencia de mantener un buen perfil crediticio de nuestra actividad. La
Caza, movimiento adscrito al Consejo Superior de Deportes a través de la
correspondiente Federación, a diferencia de otras actividades deportivas, carece
del resorte de la ayuda publicitaria de este máximo órgano deportivo. Son
escasas las ocasiones, me atrevería a decir que casi ninguna, en las que este Consejo,
centralita del deporte, y sus filiales, llámense si se quiere, Direcciones
Regionales del Deporte, ha tenido la consideración de referirse y destacar la
impronta de lo que supone para todo el mundo el buen ejercicio de la actividad
cinegética en su forma mas tradicional. Fuera de su ámbito, para la caza no “llueven”
medallas ni diplomas.
En
definitiva, la caza social, aquella que ejercemos los cazadores de recursos económicos
modestos, camina sola, al desamparo de
nuestros representantes políticos. Es lo que quería resaltar en esta redacción.