Cuesta
encontrar elementos comunes, si es que no los hay, entre la caza
social tradicional y la llamada caza comercial. Para nada son almas
gemelas. Son prácticas separadas convertidas en sensibilidades
dispares entre las que prevalece una fuerte dosis de
incompatibilidad. La objetividad exige conocer el testimonio de los
signos de referencia que las identifican. En el sector no hay la
misma unidad de interpretación sobre aspectos derivados de la
consumación frecuente en la caza privada de lances, poco o nada
elaborados, puesto que para algunos pueden resultar atrayentes y a
otros nos causan vergüenza ajena.
Sucede
que existe la evidencia de un modo crítico sobre la
caza comercial o privada, en
concreto la que se hace en áreas especificas entre cercas y vallas,
en donde los animales tienen perdida toda posibilidad de eludir el
acoso que reciben para que esta manera se conviertan en pieza fácil,
lo cual tiene el significado de ser una imitación burda o farsa de
la historia y la cultura de la caza tradicional en abierto, también
denominada salvaje.
Son
frecuentes la producciones y posterior divulgación de escenas
superficiales, cuando no falta de elegancia, que por si mismas tienen
especial incidencia negativa en el argumento principal en defensa del
buen ejercicio de la caza.