Nos encontramos en época de establecer cupos de abate de este animal en base y orden de lo que parece su alta densidad. Sobre este asunto, la polémica está abierta y servida. Atrás, quedan lejanos, cargados de nostalgia, aquellos tiempos en que estos debates no se producían. La caza era exigua y el jabalí un fantasma testimonial en nuestros montes que dejaba ver su presencia en contadas ocasiones. Abatirlo era todo un lujo, constituía todo un buen ejercicio de sabios, dada su escasez y las pocas oportunidades que concedía.
En algunas adjudicatarias cinegéticas la disyuntiva planteada es que hacer: por un lado arrecian las opiniones sobre una moderación en las capturas de este cerdo salvaje que permita y de opciones de continuidad a un nivel de aprovechamiento cara a su futuro. Por otro lado, en relación con lo mismo, en este caso con menor pronunciamiento, se argumenta desde otras posiciones—lo he podido también escuchar con asiduidad— que las extracciones deben de ser más cuantitativas a fin de regularlo y situar a esta omnívoro en términos menos preocupantes y a la vez dolosos para las maltrechas economías muy debilitadas, escasas de fuerza económica, de las gestoras cinegéticas en nuestra comunidad
Aquí tercia, caso curioso esta intromisión, mediando para sí, algo insólito, se ha aupado al tren de las desavenencias, de la falta de acuerdos, el sector hotelero y hostelero de algunas zonas objeto de acotado o de Reservas de Caza, quieren que se les oigan, ser participes con autoridad y vinculación de sus propuestas en este debate, ante la posibilidad de elevar la asignación de capturas de jabalíes. Arguyen en su descargo, estos industriales, la conveniencia de mantener una racional sostenibilidad del suido en cuestión, o lo que es lo mismo, que haya jabalí suficiente en la zona, al objeto de que la asistenia de cazadores no decaiga en sus establecimientos, un hecho que podría darse ante las supuestas escasas perspectivas de cazar por una posible involución de estos bichos, lo que provocaría una sensible merma de sus ingresos. De lo que no hablan es de contribuir a los gastos de la causa; léase daños que produce este animal, eso lo dejan para los cazadores.
El quid de la cuestión ¿Cuál es? Debemos situar sus límites precisamente en nuestras pretensiones. Tener una elevada densidad y diversidad de especies cinegéticas en nuestros cotos de caza, requiere disponer de una capacidad económica suficiente, de la que actualmente se carece, que posibilite poder enfrentase a los perjuicios que ocasionan este tipo de fauna salvaje, –trasladado a cuestiones tangibles, significa aumentar los presupuestos y para ello no hay más camino hacia el objetivo común que el aumento gradual de las cuotas de los afiliados--, que pueda permitir el mantenimiento idoneo de las extracciones. Así las cosas, se plantean las conveniencias de unos y otros. El dilema que se produce es contentar al máximo, pero teniendo siempre en cuentas las circunstancias, las resoluciones adoptadas y las consecuencias que pudieran acarrearse de las mismas.
Rebajar con tibieza el actual volumen de crecimiento de este animal, implica de lleno no mermar en absoluto su alta tasa demográfica. Ya se ha demostrado hasta la saciedad, que el jabalí, por si mismo, supera al medio, lo viene haciendo sin discontinuidad de forma secular, o lo que es lo mismo, desde el principio de los tiempos hasta nuestros días. Hacerlo en cuantías superiores, pero no las adecuadas, pudiera caerse en el mismo error. Situarlo en parámetros de sostenibilidad de menor comparecencia en nuestro espacio natural, sería sinónimo de poder efectuar menos lances y por ende su cobro reducido, situación esta, que no todo el mundo está dispuesto a darla por buena, alguno se ha vuelto alérgico a las contrariedades. Son muchos y variopintos los intereses que hay en juego.
La solución es que se pueda dar continuidad a la acción de cazar. Seguramente en esta nueva versión restringida, tengamos que ser los cazadores menos egoístas en los logros de nuestro botín. Las cuentas de nuestras sociedades, no pueden seguir en precario, racionalizar, llevarlas a una práctica contable sin números rojos, es la senda que no debemos de abandonar. Hemos estado instalados en años de confortable prosperidad cinegética, se ha cazado mucho y bien, vendrán otros tiempos, la crisis económica obliga. Pero a todo esto, ¡cuidado!, la Consejería anuncia cambios importantes a corto plazo, todo lo más tardar, la próxima temporada, es decir, la 2013/2014, en el Reglamento de la Ley de Asturias de la Caza. Las tasas de aprovechamiento que cobran a las gestoras, sin dejar de lado otros posibles suplementos contributivos de nueva implantación, no tengo la menor duda, serán objeto de atención especial y de revisión al alza, la cuestión es de cuánto y si estará al alcance de nuestros bolsillos. Esperemos acontecimientos, entretanto, pongamos las “barbas a remojar”.