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Estar en un puesto en espera de poder realizar un lance a una pieza de caza, requiere estar en posesión de mucha paciencia y atención permanente. No todo el mundo dispone del mismo temple que les haga aguantar expectantes. La permanencia continua, hasta nuevo aviso, en el lugar encomendado durante el tiempo que dure la batida, más que conveniente, es muy necesario de respetar. Existe en algunos, la mala costumbre de no darse por enterados de esta “regla de oro”, a la que hay que atenerse sin excusa que valga .
Siempre que se pueda y el terreno nos lo permita, tenemos que saber en que lugar nos encontramos cada uno de los componentes más próximos de una cuadrilla en momentos de batida. Detectado el compañero más cercano y aquellos otros que la vista nos alcance a ver, claramente identificados por el chaleco reflector que portan, se hace muy necesario no dejar de verlos, como medida preventiva de seguridad. Pero a veces sucede la circunstancia, que una vez levantada la pieza por los perros, hay quien dejamos de verlo; suponemos que ya no está en su sitio; los latidos fogosos de los perros señalan un recorrido que hace sospechar que su dirección le llevará a una zona determinada donde le espera un cazador apostado. ubicado allí exprofeso. por el jefe de cuadrilla. Pero sucede lo imprevisto: alguien ha salido del lugar donde se encontraba e invadido competencias en detrimento del compañero que esperaba con la máxima expectación la entrada de la pieza que según su trayectoria, por derecho le pertenecía iniciar el lance, pero que ha visto truncada su ilusión por la intromisión en su área de disparo de quien no le correspondía estar, puesto que su sitio era otro.
Este tipo de cosas cuando suceden, deben de ser llamadas al orden, pues no dejan de ser una actitud claramente reprobable e irresponsable de quien o quienes su ego les impide contenerse. Hay que respetar la acción del compañero.