
El
reto es encontrar un tono y un mensaje que clarifique y sitúe el
espacio de su buen ejercicio en un escenario donde la inadmisible
crecida dialéctica que padece ante la impasible mirada de la
Administración, pueda ser contrarrestada con eficiencia.
Tal
y como predicen a la caza asturiana el porvenir nada halagüeño que
le espera, se podría pensar que esto se acaba sin remedio.
Ateniéndose a la estadística, el Jefe del Servicio de Caza y Pesca
del Gobierno del Principado, en su comparecencia en un acto público,
ha hecho lectura de una versión del estado actual de las cosas en
cuanto ha venido en constituirse en una permanente crisis de
formación envejecida en el gremio de cazadores asturianos (la media
de edad en este gremio, nos dice, es de 55 años, sin atisbo de que
se produzca relevo generacional). Desafortunadamente todo un síntoma
de trayectoria decadente que, de persistir la actitud de continuar
con el proceso, generaría un cúmulo de peligrosas resonancias en la cadena de valor de numerosos estamentos.
Evidentemente en la comparecencia de este operario público hubiésemos celebrado un discurso informativo y de comunicación de conceptos más amplios, bien argumentados, si acaso valientes, que detallasen las muchas virtudes que posee y desarrolla la caza social en nuestra región. Son estos fundamentos básicos los que con demasiada frecuencia no se mencionan, cuando desde alguna clase dirigente se desarrollan estrategias de comunicación que solo tienen la voluntad de situarse, como mejor táctica, en el arte de la apariencia.
Pero hace falta más. Es necesario reforzar los esfuerzos en la mejora de promoción de su reconocimiento y aceptación. La Asturias cazadora, en relación con otras comunidades, se encuentra situada en el ultimo peldaño (una mutación del discurso político y federativo), a mucha distancia de quien les precede, en cuanto a a tratar aspectos lectivos; conceptos imaginativos que supongan gestar sinergias para la creatividad, de modo y manera que queden fijados y puedan ser desarrollados proyectos didácticos y pedagogos con la finalidad de constituirse en la fecunda labor de impulsar una superior enseñanza en la Sociedad.
Son infinitos lo equívocos que pueden disiparse a través del conocimiento real de su ejercicio. La caza no es una anomalía; es una actividad natural y necesaria. Sería esencial para la continuidad de este sector contar con el respaldo tácito de un poder político, económico y social, como es el del ejecutivo regional. No hacerlo es simplemente un anacronismo.
Si se perdiera la figura del cazador deportivo que, de llegar a a producirse, daría lugar a una involución de su economía participativa globalizada, estaríamos ante la confirmación de un hecho trascendental convertido en un despropósito, de cuyas severas consecuencias sería el erario público el encargado de soportarlas.
Por tanto, y debido a estos condicionantes que actúan de indicadores de lo que puede aporta una radiografía de la realidad, debemos permitirnos pedir a nuestros dirigentes, Gobierno y oposición, que trabajen a largo plazo para el mantenimiento de la caza social en Asturias, y no apuesten por opciones rupturistas y sí de reformas puntuales. Detrás de esta actividad fluye un mundo de hiperactividad solidaria, desconocido por muchas personas, motivo de inexistente programas de comunicación e información.
No caben dilaciones, quienes accedan a desempeñar la responsabilidad de la gestión y el ordenamiento cinegético asturiano, están llamados (as) a ser consecuentes con las necesidades del sector.