
La función que ejerce la caza se puede describir en varias versiones.
Todas ellas interesantes. Resulta necesario destacar el amplio
sentido socio-económico que imprime su actividad a todas las
cuestiones con las que está relacionada. No obstante, esta realidad
objetiva, sin embargo, hay quienes desde una posición inexcusable
para entenderla y aceptarla, están empeñados en negar de continuo
la envergadura de este legado.
Es
indudable que la caza ha conseguido sobreponerse a muchos
inconvenientes y rigores. Después de un duro y largo proceso, ha
logrado el objetivo de hacerse cada vez más expansiva, penetrante y
permanente en un mundo cinegético antaño dominado por miembros de
clases acomodadas y poderosos que ejercían el derecho a cazar únicamente para sí. En esa línea argumental, ha tenido notable
transcendencia el desarrollo de un profundo y tenaz movimiento como
forma de oposición a una caza jerarquizada en tiempos pasados, a fin
de evitar lo que podría ser una prolongación indefinida de este
injusto nivel de desigualdad.
Lo
cierto es que la caza ha experimentado un cambio sustancial en la
valoración y aprovechamiento de los recursos de que dispone. Ha
conseguido ser más eficaz, sensata y racional. Administra de forma
concentrada y equitativa su capital acumulado para dotarse de
soluciones duraderas. Ha obtenido el logro de hacerse compatible con
la conservación del medio natural después de un prolongado hostigamiento a que ha sido sometida, y continua…, por los que se
han dejado llevar por un discurso doctrinario, que buscaban contra
toda lógica tumbar o desmitificar una verdad que no pueden
desconocer, como es la posición de liderazgo que ostenta la caza,
cuando desarrolla en la práctica los fundamentos conservacionistas
protectores sobre las especies cinegéticas y fauna silvestre asociada.
Pero
es que, además, la denominada caza deportiva, tiene el componente de
ser un factor estimable de apoyo a la economía española; los datos
estadísticos señalan la existencia de un importante tejido
empresarial local, comarcal y nacional, que se mueve bajo la
influencia del fuerte movimiento que la caza imprime a su actividad.
España es un activo seguro para el turismo cinegético
internacional, tiene orden y estatura suficiente entre los de su
competencia, ofreciendo gran abundancia de atrayentes ofertas para
el aficionado, lo cual tiene el significado de ser un agente creador
de riqueza y empleo para el mundo rural al que tan sumamente de
encuentra unida con fuertes lazos de convivencia en grado de
reciproca afectividad y solidaridad muy reconocidos por los dos
sectores.
Realmente, ¿ cuales serían las alternativas al arte de la caza en tiempos de
altísima demografía jabalinera como los actuales, auténtico quid
de la cuestión, sí es que existe alguna tan representativa y eficaz
como ella para contener y sostener el expansionismo y colonización
de espacios naturales y de vecindad urbana próxima, de una especie
salvaje tan prolija en reproducirse en cualquier ambiente, incluso en
las peores condiciones? Cazar tradicionalmente como se hace en
Asturias, es de entender, suponga un alivio en plan ahorro para las
arcas del Principado, por lo que deja de gastar e invertir en este
capítulo, teniendo en cuenta que el coste mayoritario de gestión
corre por cuenta de la caza social representada por sus
organizaciones (sociedades locales de caza)
El
resumen de lo anterior es que un descenso o pérdida global de la
actividad cinegética, independientemente del perjuicio tan enorme
que produciría en la naturaleza con respecto a su fauna, sería la
consecuencia lógica de un efecto arrastre hacia una caída de la
demanda en diversos negocios y, con la rebaja o desplome de ingresos,
un deterioro inmediato del margen monetario, ya de por sí exiguo, de
pequeñas industrias, dificultando o imposibilitando la generación de
rentas complementarias y salarios fijos. Prohibir la caza, no dejaría
de ser un absurdo quieren quieren situar ideólogos animalistas por
encima de la razón y de la ciencia.