Son contradictorias las versiones que se están ofreciendo sobre el monto total del flujo económico y ocupacional que la caza genera. No se conoce con exactitud y rigor el contenido real, ni por aproximación, que permita cuantificar la influencia de su actividad a efectos de nuestra economía nacional. Lo certifica la disparidad informativa sobre las cifras que se vierten en torno a los datos globales, estimativos por necesidad, que evidencian una carencia absoluta de concreción sobre el dinero que la caza origina en nuestro país. La caza es un sector fiscalmente poco reglamentado, de escasa intervención tributaria, con un elevado componente de opacidad en el desarrollo de su ejercicio, aspecto que hace inviable, dado su complejidad y ocultación, producir los ajustes necesarios que permitan conocer definitivamente su trascendencia.
La caza, como recurso natural renovable, carece en nuestro país de datos estadísticos (parece mentira, pero es así) que certificasen con rigor el valor que su actividad debiera de tener en nuestro PIB (Producto Interior Bruto) y por lo tanto para el conjunto de nuestra sociedad civil, de forma especial y con eficiencia en el empleo, tanto directo como inducido. Los datos que barajan a nivel oficial desde el Gobierno Central, nos hablan de cifras ciertamente importantes, evitando aproximaciones reales más en consonancia con la objetividad del dinamismo que la actividad cinegética ejerce
En el territorio español la caza genera, según nos dicen desde la dirección general Medio Rural del Ministerio del ramo, como datos oficiales y generalistas de la influencia de su práctica, la cantidad de unos 3.000 millones de euros y cerca de 30.000 empleos, detallados específicamente, y que obedecen estos últimos a los existentes en granjas cinegéticas, fábricas de piensos, vigilancia, armerías, seguros y veterinaria. Evidentemente esta información debiéramos catalogarla como una verdad a medias. Fuera de ese contexto, la caza tiene otra dimensión más cuantitativa que las simples cifras que el Ministerio difunde. La proyección que la caza despliega en diversas industrias no se circunscribe únicamente a los detallados con anterioridad; la caza es más extensiva en sus prestaciones; de su actividad también se benefician un sinfín de oficios varios, denominados seudo-profesionales, como valor añadido, pero que no cotizan, formando parte de una economía subyacente.
Es por eso que, conocidos los antecedentes que mueven la caza, alejados de las tesis gubernamentales, pegados al terreno como fuente intuitiva que permita opinar de forma más objetiva y emitir conceptos variantes como segundas opiniones, mucho más opuestos que aquellos que se nos ha dado en conocer, acercan y encajan en la medida de lo posible sus criterios, basados en evaluaciones con cierto grado de fiabilidad, en principio, se supone, suficientemente cualificadas por quienes las emiten, a otros parámetros cercanos a la realidad.
En algunos medios y también por particulares, que es de entender sepan de que van estas cosas, se cita la contribución de la caza a la sostenibilidad de la renta nacional con argumentos más sólidos que los oficiales. No son coincidentes en todos los casos, lo que hace pensar lo poco o nada que se sabe sobre este “asunto”. Hay diferencias sustanciales en las opiniones, con unas variantes cuantitativas de millones de Euros anuales. La caza tiene una importancia básica para miles de salarios o de acción compensatoria como ingresos complementarios para muchos ciudadanos, residentes en zonas rurales empobrecidas (es imposible determinar su número), y en lo que pudiera ser la consolidación de un movimiento giratorio económico en la senda de los 5.000 millones de euros como hecho más o menos verosímil.
Por tanto, difícil contrastar y definir con exactitud la verdad absoluta sobre la impronta de las bondades que la caza trasmite a la sociedad a través de su dinámico movimiento. Debe atenderse, por quien o quienes procedan, con más concreción, en lo que le afecta negativamente. No es la caza hoy, a diferencia de tiempos pasados, un imperativo de subsistencia para el hombre, pero si es un elemento muy válido en el cómputo general de las cuentas del reino. De ahí su verdadero alcance.