Si nos referimos a las citas en cifras que las crónicas de antaño nos
transmiten, como servidumbre de una fuente histórica, pongamos como periodo el siglo XVII, anterior y posterior al mismo, instruyendo
sobre un tiempo pasado que glosa sobre el reconocimiento de una densidad poblacional del
Oso Pardo Cantábrico en nuestros montes asturianos y resto de cordillera, muy
superior al nivel actual que exhibe este plantígrado en números de
individuos.
Debemos de reconocer, en aspectos comparativos cuantitativos
con la época que se menciona, la
involución sufrida en la conservación de esta especie, que le ha llevado a una bajísima
representatividad de sus colonias. El Oso, no obstante su degradación, declarado a mediados del siglo pasado, dada su
escasa reproducción, especie al borde de extinción, ha logrado
resarcirse de esta negativa tendencia, romper las ataduras que le sujetaban e impedían su desarrollo y lograr entrar en el camino de una recuperación
creciente. Para ello ha contado y cuenta
con la inestimable ayuda del hombre a través de metodologías de trabajo
empleadas por este, que han supuesto fuertes
inversiones de componente diverso.
Si nos atenemos a sus exhaustivas
capturas en los siglos mencionados de que dan fe los escritos, debemos de
entender que Asturias era un zoco permanente de importantes colonias y
asentamientos de este montaraz y poderoso depredador. Así lo acreditan las
estadísticas recogidas en abundante documentación como legado fidedigno.
Queda recogida para los anales de la historia la gran capacidad
de extracción de la naturaleza que esta fiera posibilitaba en tierras del
Principado merced a su alta densidad.
Encontramos elementos de juicio suficientes que señalan un deslizamiento
pronunciado en orden a sus capturas, de mayor a menor, según el transcurrir de
los siglos. Una muestra ilustrativa nos lleva a observar los datos relevantes
suministrados en lo referente a la caza de este animal entre los años de 1751
y 1756, con un resultado de 365 ejemplares cobrados. Ya con posterioridad el
dato decae de forma sustancial, llegando
a los abates que se produjeron en 1813/1815, reducidos a 38, y los que resultan de 1843/1844, de 56.
Lo que nos da una idea del volumen de su
colonización y la certificación de que Asturias era terreno abonado, por las características y peculiaridades de su
orografía, para fuertes asentamientos de fauna salvaje.
.
La modulación del Oso
Pardo Cantábrico nos la describe el Ilustre Doctor ingeniero de Montes, D.
Rafael Notario Gómez, de gratísimo recuerdo aquí en Asturias durante su larga
estancia al frente de la 8ª Región de Pesca Continental y Caza (Asturias y Santander),
por su laboriosidad y buen hacer en el
ordenamiento cinegético y aguas continentales de esta tierra), cuando precisa en su libro EL OSO PARDO EN ESPAÑA, editado en 1961, estimando
una población estable a finales de los años cincuenta del anterior siglo de
unos 50 ejemplares de osos.
Por suerte ha dejado el oso de ser objeto de atenciones
punibles derivadas de las malas artes empleadas por el furtivismo. Al día de
hoy, no es aplicable esta delictiva conducta sobre cualquier supuesto retroceso que pudiera darse en la recuperación de esta carismática
especie; si acaso, serán otras las
causas, muy definidas que se deben y pueden prevenir. El oso ha vivido, con secularidad, en
confrontación permanente, aunque no siempre igual en grado de conflictividad,
con los intereses del medio rural. Aún no se han alcanzado cotas densas de su
presencia física en territorios cercanos a zonas de pastoreo del ganado
domestico y tierras de cosechas, en este
sentido son muy limitadas sus actuaciones, consecuencia directa de su aun escaso
censo.
Una población osera excesiva, fuera del control que generaría
su regulación en orden a una sostenibilidad racional, sería el punto de retorno
a desencuentros, sin entrar en otras consideraciones, fundamentalmente con el
sector ganadero, si tenemos en cuenta las calificaciones que le otorgan estudiosos
de su componente biológico, que caracterizan su carácter evaluándolo de
poderoso depredador, aunque su calificación de carnívoro entre en conflicto en las partes discrepantes,
por las versiones distintas, algunas interesadas por lo que defienden, que se
ofrecen sobre sus hábitos alimentarios.
En el oso, que recupera efectivos, situación que felizmente
permite ser observado con cierta asiduidad en zonas concretas de su arraigo, ha
puesto sus ojos la industria relacionada con el ocio y el tiempo libre, convirtiéndolo
en un incipiente reclamo turístico, algo no aceptado por sectores conservacionistas
medioambientales que encuentran improcedente, por perjudicial en lo que afecta a su comportamiento y proceso de
restablecimiento futura, estas iniciativas de avistamientos pensadas y abiertas
para impulsar las economías rurales. Un tipo de discrepancias que seguro irán a
más.