Es
indudable que no todo en la caza asturiana es lógica, pero es lo que
más abunda en el sector, no obstante estar sujeta a mejoras
continuas. La verdad es que ha producido una cierta sensación de
incomodidad, por no decir otra cosa, en el gremio de los cazadores,
que el actual Vice-Consejero del Medio Ambiente del Gobierno del
Principado se haya pronunciado en términos ocurrentes sobre la falta
de racionalidad en el sector.
Relacionar
a la caza con la perdida de una distinción que otorga un valor tan
sentido, simboliza un desmerecimiento. Una imputación de estas
características, no debe hacerse de forma intuitiva; necesita de una
veraz comprobación de datos, como medida cautelar que, si acaso,
certifiquen la credibilidad de un relato que de momento se antoja
exento de objetividad. Desestimar del todo la posesión de esta
virtud, tiene el significado de no saber o querer darse por enterado
de la alta capacidad que atesora la caza en Asturias para evaluar y
sortear, siempre dentro del marco legal establecido, las dificultades
que soporta, de acuerdo con sus principios y necesidades.
Sostiene
el cargo publico en cuestión, que la caza asturiana tiene problemas.
No ha descubierto nada. Y, ¿donde no los hay? Algunos ajenos le han
llegado sobrevenidos que soporta con entereza y calculo milimétrico
en sus posibilidades para evitar ser alcanzada, orígenes del letargo
funcional que cultiva la Administración Regional para afrontar con
eficacia resoluciones de su deber en relación con la caza social,
siempre a punto esta para cumplir con lo procedente y dispuesta a
prestar su colaboración. Realmente no debe atribuirse una excesiva
pasión la que subyace entre sus miembros, la que impida cohesionar
el entendimiento entre el gremio de cazadores, tal y como ha
manifestado en su mensaje este tribuno orador en su “filípica” a
los allí reunidos. Tiene otras connotaciones de mayor calado.
Conviene
recordar, en este caso es oportuno decir al Vice-Consejero, que la
caza que se viene practicando en Asturias desde hace más de sesenta
años (primero lo fue a través de la tristemente desaparecida y
expoliada Sociedad Astur de Caza. Con ella empezó todo. Ahora es el
turno de las sociedades locales de cazadores, también en régimen de
igualdad de oportunidades a todos sus asociados), es un ejercicio
extraordinario lleno de acontecimientos creativos, de originalidad y
permanencia en la continuidad de los proyectos. Nada de todo esto se
hubiese conseguido sin racionalidad. Por eso es extraño que se digan
estas cosas. Para hablar de caza hay que tener desarrollado su
conocimiento sobre ella. Se entendería mejor.