
El
otrora dimitido
por sorpresa y a traición de quienes fueron sus
electores; presidente
que lo fue de la
Federación Española de Caza hasta no
hace mucho, aunque
por propia voluntad de
escasa duración en un
cargo del
que huyo
deprisa y corriendo en busca de aventuras políticas, dejando
“tirado” a todo el mundo, es
uno de esos variopintos personajes que pululan por el mundo de la
cinegética española, que
han venido, supuestamente a servirse de la caza,
actividad en la que han
visto grandes
posibilidades
de promocionar
sus ambicione e
intereses personales, y,
que una vez logrado
la meta propuesta,
dicen ”adiós , si te
vi, no me acuerdo.
Su
inesperada dimisión causó
decepción, además
de una desagradable
sorpresa a
muchos de los que le habíamos prestado su confianza. Debo
decir que este escribiente, como
federado, ha sido uno
de los que confiaba en
su proyecto, puesto que me parecía una persona con condiciones para
poder desarrollar gran parte de su contenido. Hablaba
de didáctica y pedagogía (cuestiones
fundamentales de escasa
relevancia
en la Federación
Asturiana de Caza), en
el dispositivo que nos llevaría a los cazadores a ganar reconocimiento
y aceptación entre la sociedad. Dispone
de formación, buena
oratoria, es joven, sabía como funciona por dentro esto
de la Federación
(había sido directivo)
y daba la sensación de que se entregaría
con plena vocación de servicio a
la cinegética de
nuestro país. Hizo
previamente
un buen trabajo de candidato a ocupar el sillón federativo, logrando
unir
a su alrededor a un gran numero de posibles
futuros
votantes.
Una
vez conseguido el objetivo, pronto
todo quedó
en ”aguas de borrajas”. El sujeto se “piró”, a
las primeras de cambio. Ya
era un
conocido, tal era, es
de suponer, su convencimiento.
Se fue a Europa de político en una formación española. Es
decir:
cambió la caza
por la política.
No era esto lo que necesitaba el
sector cinegético español
en aquellos momentos.
Hoy la Federación se
encuentra
en Stan Bay, a la
espera de una nueva convocatoria, que
es de esperar no resulte como la anterior.
Casos
de oportunismo
como este, son muy comunes en
toda la sociedad. Ciertamente
lo hemos visto en numerosas ocasiones. Ocurre
que nunca aprendemos. En la caza a quienes nos acompaña una larga
trayectoria en este
ejercicio, veteranos ya,
por supuesto, hemos visto crecer a nuestro alrededor,
muy cerca de
nosotros, a individuos que, sin oficio ni beneficio, con
osadía sin límites, se
han lanzado a la aventura de
construir en nuestro
sector horizontes
de futuro con vistas a ganarse su “modus vivendi” enviando
relatos que cuestionan, sin prejuicios y
probado descaro, a todo
aquel que se mueve y no
encajan en sus moldes, induciendo
a que sean privados de su condición de cazadores quienes
no entran en su juego
caricaturizándolos como
fuente de todos los males,
mientras exaltan a
otros conseguidores de
publicidad para sus programas,
con rasgos míticos como
expresión de todas las virtudes.
A
la vista de lo que sucede, pocas
cosas hacen más
daño
a la caza que la creencia de individuos o grupos de que ellos son
poseedores de la verdad. Es
pura irracionalidad que se alimenta de si misma.
No se trata de
profesionales
de la caza, no son
herederos
de una dinastía de
cazadores, tampoco
tienen porqué serlo,
son individuos que
enganchan y aprovechan las sinergias que la
caza concede en
su propio beneficio.
Han venido a la caza a
servirse de ella; se irán cuando no obtengan
rentabilidad económica,
o encuentren una salida
laboral
y financiera mejor.
Lo del servicio a la
caza, es otro cantar; aquí no hay altruismo que
valga entre esta gente.
El dinero es el móvil.
Ya ha ocurrido en otras
ocasiones.
Existe
un innecesario alto nivel de tremendismo en la expresión verbal en
el plano estrictamente cinegético como juego táctico especulativo
sospechoso de modular
un
perfil cara
a la notoriedad pública y la búsqueda de emociones a fin de
cautivar a quienes le siguen
en sus
diatribas de
vanaglorias
que ofrece un individuo
como estrategia o
artimaña enfocada a potenciar su marca en el mercado de la Red y
medios temáticos. No
es de extrañar, pues, que desde el lado de los contrarios a la caza,
reciba en
correspondencia, réplicas
contundentes en cuanto
a revertir su palabrería.
Es, más
que otra cosa, un
factor de riesgo para la caza.