Gestionar en un ámbito social, sin ánimo de lucro, la
compleja red de sociedades locales de cazadores asturianas que se encuentran en
la actualidad en pleno ejercicio de sus responsabilidades, deriva del
compromiso contraído con el Gobierno del Principado de Asturias, requiere, en
la mayoría de los casos, de un grado muy elevado de implicación en las
funciones especificas que les han sido encomendada a los respectivos cargos directivos de estas organizaciones.
Se debe de reconocer a estas personas, una gran mayoría, en muchos casos, invisibles, encargados de los
trabajos menos vistos, siempre atentos en la labor de poner a punto en tiempo y
forma, los engranajes de las estructuras administrativas de este tipo de
organizaciones, un sentimiento de expresada gratitud por su constante y
generosa brega en las prestaciones de un servicio no remunerado, capaz de
llevarse horas por delante del tiempo libre, restando posiblemente
dedicación familiar y, por concesión, como única prenda, la satisfacción
del deber cumplido en el servicio a sus congéneres.
Esta voluntariedad de generosa actitud, no lleva impreso como
característica el sello de la
exclusividad que otorga el titulo de licenciatura alguna que tanto ponderan los
aduladores, y no gocen en sus filas de las excelencias de los conocimientos que
concede este tipo de titularidad; prima, casi como norma general, no obstante, en el ámbito de las instituciones
que gestionan la caza social en nuestra comunidad, el carácter autodidacta de
estos servidores; la racionalidad, el sentido común, la honradez, el trabajo
bien hecho, el respeto a las normas.
Pero este compendio de
valores, no siempre es interpretado así,
influyen factores externos ajenos a estos compañeros altruistas de condición,
porque median pasiones e intereses espurios de otra índole que exigen, desde
algaradas mediáticas, dependencia a otros postulados, sometimiento a intereses de distinto significado.
Por tanto romperé una lanza a favor de estos compañeros, en
ciertos casos denostados, incluso con críticas de elevado tono peyorativo, ya
no solo hacia su labor, cuestión que se debe admitir aunque se haga desde la acidez, sino
que también incluyen en el paquete del descrédito las características y
condiciones humanas del propio ser, señalándolos incluso como malas personas,
algo deleznable, incluso cuestionando el humanismo de aquellos que no se pliegan
a presiones muy identificadas.