
.Para
cualquier persona aficionada a la Caza Mayor que haya alcanzado o
sobrepasado el estado vital de madurez, ha de resultarle del todo
excepcional la explosión demográfica que desde hace tiempo ha
venido experimentando en España una especie silvestre, clasificada
de cinegetica, como es el Corzo, motivo de haberse convertido en un
extraordinario atractivo que ha hecho despertar entre los aficionados
a la caza un enorme interés en cuanto conseguir una cornamenta con
atributos de trofeo en la categorías de oro, plata y bronce, o por
la validez de cobrar un ejemplar meramente representativo de esta
especie, mediante la realización de un lance satisfactorio .
En
este sentido, el Coto de Caza de Llanera (Asturias), gestionada por
la Sociedad Local de Cazadores ·”La Perdiz”, del mismo
municipio, no ha estado alejada de esa tendencia, lo cual ha hecho
posible que, mediante una gestión más que interesante de ese
esbelto y grácil cérvido, sus poblaciones hayan aumentado allí
donde ya estaban y su expansión le hayan permitido colonizar
espacios que antes no ocupaba.
No
es una impresión la que se tiene, sino la constatación de un hecho
que sucede de forma continua y del cual estoy siendo observador casi
permanentemente, puesto que de Setiembre a Febrero, durante el
discurrir de las batidas jabalineras que se dan en el coto y en las
que tengo un grado de participación en igualdad de condiciones y
oportunidades que el resto de los demás socios, es muy corriente
que con asiduidad ejemplares de corzo procedentes del bosque,
temerosos y huidizos, lo veamos pasar cercanos a nosotros,
alejándose del ruido de las ladras que producen los perros en su
acoso al jabalí.
No
obstante ello, también he tenido la oportunidad de constatar esta
realidad, cuando disponiendo de un permiso para recechar un Corzo,
llegados los días de hacer efectiva esta concesión, adjudicada
mediante sorteo público en las oficinas de la mencionada sociedad y
con asistencia de todos los interesados y socios en general,
iniciaba mi andadura en el intento de conseguir un lance a este
animal, mediante la modalidad de Rececho, cuando menos que produjese
satisfacción su identidad real,sabedor
que aún queda mucho por hacer en el Coto en relación a la calidad
de las cuernas. En situación normal, será cuestión, no de mucho
tiempo. Mimbres, haberlos hay.
Un
primer día de inusual calor primaveral, en el que la mañana pronto
nos hizo sentir buenas sensaciones. Al amanecer del nuevo día,
iniciábamos un pequeño recorrido que nos deparó la posibilidad de
observar, casi en tinieblas, lo que nos parecía era un prometedor
ejemplar y su compañera. Había que esperar a que la luz del
incipiente día fuese mas clara y poder así, de esta manera, actuar
en consecuencia. No fue posible. Se habían ido.
Seguimos
errantes por el coto. Algunas hembras y machos jóvenes pudimos
contemplar. Al ocaso del día, mas de lo mismo. A la mañana
siguiente, de todo esto que habíamos podido ver, nada de nada.
Seguramente la temperatura ambiente fuera del cobijo bosque lo
dificultaba. Tarde inoperante; alguna corza y a seguir buscando, sin
conseguir el efecto deseado. La mañana siguiente resultó ser otra
cosa.
Amanecía
al volante recorriendo zonas de querencia, cuando, en una de estas,
el guarda acompañante, haciendo gala de una precisa vista, detectó
al final en cuesta de una zona muy abierta un corzo que daba la talla
para poder dispararle. Presentaba dificultades poder hacerle una
entrada. Por una parte estaba la distancia; cualquier movimiento que
hiciésemos seria muy pronto detectado por el animal. Otra forma de
acercare no era posible; corríamos el riesgo de que el bicho se nos
fuera, caso de hacerle un rodeo que nos llevaría tiempo. Quedaba la
solución más directa: la de hacerla un disparo con aquella
distancia. Decidí hacerlo, siempre y cuando estuviese bien apoyado
(no había alternativa posible )
La
distancia suponía un trayecto de casi 190 metros. Animado me dije:
en otras ocasiones como esta, y peores, me he visto y obtenido
resultado satisfactorio. Así que voy intentarlo. Bien sujeto en un
soporte apropiado, el 7 MM. R,M., el visor con las medidas de rigor,
logró poner la cruz en sitio determinante. Retiré la cara del arma:
no me gustaba como lo estaba haciendo. Hice una espera de unos
segundos. De nuevo lo intenté: ahora más convencido de hacer lo
correcto. Activé el disparo, que tuvo la consecuencia de ser causa
fulminante. La pieza se desplomó. Eran las 8, 15 horas del 16 de
Abril de 2024.
Para
terminar diré que, en dos jornadas, he visto más de 20 Corzos. En
la tercera, fueron cuatro. Todo ello en un lote de los siete del
Coto. Lo cual me hace reafirmarme en mi creencia de que esta
especie, a medio o largo plazo, ocupara en cuanto a densidad y
calidad se refiere, un rol trascendente en el devenir económico y
social de la sociedad gestora.