
No
esta bien definido hasta donde quieren situar la densidad jabalinera,
aunque se puede intuir. Hay expertos, en este caso funcionarios
titulados, quienes argumentando de forma trivial, aseguran falta de
motivación entre los cazadores asturianos para agotar todas las
posibilidades en el abate de jabalíes. No es verdad. Esta
recriminación tiene el significado de ser una valoración que muy
bien se puede interpretar dentro del orden de la subjetividad
intencionada; de ser una estrategia planificada que tiene el objetivo
de sacudirse culpas y de infravalorar, desde el padecimiento de
prejuicios hacia la actividad cinegética y su buen ejercicio, la
evidencia de una eficacia plural para el conjunto de la sociedad.
El
problema que supone la fuerte y consolidada explosión demografica de
este suído, no lo hemos generado los cazadores. Es evidente que
sobra este tipo de inculpación. La caza social no ha sido la
causante de que se haya producido una espectacular irrupción en la
naturaleza, incluso en el mundo civilizado, de una especie que nunca
antes había sido tan numerosa y prolífica. Por tanto, declina
cualquier responsabilidad que le atribuyan. A buen seguro las causas
son otras. El caso es que, en todo el Orbe mundial coincide el
fenomeno del crecimiento de jabalíes, a pesar de que cada año son
más numerosas sus capturas en cualquier punto del globo terraqueo.
Por tanto, no solo es una cuestión que afecte solamente al
Principado de Asturias, de cuya responsabilidad única,
torticeramente le han querido atribuir a los cazadores de esta
tierra.
Contrariamente
a lo que se ha dicho
se contradicen; es
obligatorio preguntarse
¿cúal sería
en la actualidad
el estado general de las cosas, en referencia a su densidad, sin la
intervención autorizada
de la caza?
Máxime, teniendo en
cuenta que, para el futuro no muy lejano, hay serios indicios de
pretender prohibirla en España. Si
llegase a suceder, para
entonces ¿a
quienes cargarían la culpa?