
¡A
donde irá la caza a parar! La
verdad es que a ver quien es el valiente que pone el cascabel al
gato, dicho de otro modo, quien se atreve a firmar con su rúbrica un
decreto en el que quede plasmado que la caza queda abolida para
siempre jamás. Una
cosa de esta “guisa” sería un
acto de insensatos
toda vez que el daño a causar tendría
consecuencias económicas, sociales, para el medio ambiente y para el
mundo rural, irreparables.
Con
la anunciada y
presumible reforma del
Código Penal, que
tendra la misión de elevar las penas por maltrato animal, ejercer la
práctica de la actividad cinegética en España, debemos
entender, según el previsible nuevo marco jurídico que
se prevé darle pronto
carta de naturaleza oficial,
sera misión harto
dificil, sopena de incurrir
en algo prohibido
sancionable. Para
la caza sería
un asunto rocambolesco
producir el abate de un
animal
vertebrado (las
especies cinegeticas lo son)
o causarle una lesión,
puesto que de
llevarse a cabo esta reforma,
podría suponer
consecuencias de tipo penal,
incluso la carcel, dependiendo del hecho, ya
que seria una acción no amparada por la Ley.
La
verdad es: ¿como
se puede entender esto? Ante
tanta
ambiguedad, la confusión está servida.
Es necesario decir que
la caza es una
actividad legal a todos los efectos, con la particularidad de que,
para lo sucesivo, de
hacerse efectiva la LEY PARA LA DEFENSA DE LOS ANIMALES en las
condiciones que pretende el Gobierno, no
se podrá
causar lesiones a ninguna
especie animal.
Algo que parece irreal o de ficción, si
se ha de tener en
cuenta que el fin primordial del cazador es el cobro de
la pieza.
Para
el mundo de la
venatoria es una
situación del todo
encubierta,
que la pone ante un
intento sibilino de hacerla desaparer.
De otra manera no se
atreverán.
Cazar
es posible, hasta ahora, en
situación normal, no
hay nada ni nadie que lo impida. Veremos
lo que sucede cara al futuro...
No valen
malos entendidos. Si se permite cazar, ello tiene el significado de
que el cazador buscara tener la oportunidad de realizar un lance, de
cuyas consecuencias, resultará o nó, el cobro de la pieza. Una
caza que no admita estos desenlaces, no es caza. A buen seguro que
será otra cosa.
Poner
enormes limitaciones a los usos y costumbres del sistema tradicional
de la caza, se trata de la
exigencia máxima
de un dogmatismo
ideológico
caracterizado de
extremista,
actualmente en función
de
socios del Gobierno, sometido
este
a no contrariarles
en ese intento
constante y progresivo que
hacen de ir
cercenando
la
actividad cinegética
a través de una persecución implacable,
cuyo fin unico
tiene por objetivo
acabar con ella.