
Hay que reconocer que nos ganan. Cada día son más activos. El
gremio ecologista contrario a la legitimidad de la caza y los cazadores,
aumentan, no ya solo sus efectivos, en orden a incorporar seguidores, sino que
sus estrategias de acoso y derribo hacia la cinegética en general, con la
finalidad puesta en erradicarla, toman rumbo hacia acciones convulsas que
sufran de un mayor impacto mediático, como signo incontrovertible en busca de
un apoyo tácito a su propia verdad
absoluta.
Parecía que les sobraba con las adjetivaciones sustantivadas;
acusaciones estigmatizadas compuestas de graves improperios se sucedían, y, aún
lo vienen haciendo, cuestión que no decae. No parece suficiente el método
verbal agresivo y se vienen arriba. Algunas facciones de estos grupos
discordantes, se sitúan en el umbral de la violencia aumentando el nivel de
competencias en este campo a través de nuevos formatos transgresores
La sede de la
Federación de Caza de Castilla y León, ha sido objeto de actos vandálicos que
han originado destrozos y dejado consignas. Cada nueva Ley de Caza regional que
nace, conlleva la impronta de un pretendido
intrusismo radical en los conceptos llamados a formar el texto legislativo. El objetivo es
que no haya caza y las condiciones de regular las especies su actualicen a
través de otras iniciativas distintas a las tradicionales que distingue el buen
ejercicio de la caza
A este pastel de descalificaciones y atropellos, le han
puesto otra guinda, como corona de un absurdo. Desde otras imposturas “hilan
más fino”; la sutileza de un nuevo discurso se enmarca y queda reflejada en la
detestable, condenada e
impermisible actitud de aquellos que
ejercen la violencia de género, puesto que este tipo de actos execrables se ha
venido a relacionar con el maltrato a
los animales que produce la actividad cinegética, complementada además con la
facultad de “disponer de armas en los hogares familiares por el peligro que
entraña en momentos de desavenencias o enajenaciones mentales”.
Sobre estos
pronunciamientos caracterizados de solemne estupidez, poco, o nada, podemos
decir, únicamente que no son ciertos. Que un cazador haya hecho uso ilícito de
su escopeta para lamentablemente asesinar a su esposa, no significa un hecho
irrefutable que sirva de pretexto para demonizar a todo un sector, como es el
de la caza, que ha tenido siempre a bien contribuir con las más elementales
formas de prudencia en sus relaciones con la ciudanía cuando de manejar sus
utensilios de caza se trata. No hay antecedentes que acrediten lo contrario.
Por tanto, produce perplejidad y asombro interrelacionar este
tipo de situaciones tan dispares. Nuevos tribunos de sibilina incitación, que
pretenden ser eficaces en las técnicas de propaganda, su suman a dar pábulo a las creencias de que todo es
producto de una falta de educación de valores; desde luego la caza, su buen
ejercicio, queda exenta de estas erróneas interpretaciones; no existe
paralelismo ni indicadores que la inculpen. La caza por sé, es un elemento puro
de acreditada convivencia.