Por lo aparatoso de sus cuernos, de formación variable, llegando a alcanzar en la actualidad un máximo de entre 10 y 12 y hasta más puntas en cada uno de ellos, el venado es una de las piezas de caza mayor más interesante para el cazador.
Esta pieza de caza mayor, haciendo caso a la lectura y tradición, parece que habitó, como huésped ilustre entre los de su género venatorio, en algunos montes de Asturias (no están recogidos datos fidedignos que lo acrediten, solo meras suposiciones) como especie indígena de escasa densidad, durante el siglo XIX, hasta su total desaparición en aquel tiempo. Los primeros intentos de repoblación de estos cérvidos llevados a cabo en cotos particulares no tuvieron el éxito que se esperaba, cuestión que no desanimó a sus patrocinadores que no dieron por perdida su idea. Sería la Sociedad Astur de Caza quien recogiese el testigo y avanzase en la introducción de estos animales en montes y sierras de sus cotos sociales, con un extraordinario resultado como ha quedado sobradamente demostrado.
El Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza, mediante convenio con la Astur, procedió a la entrega de cuarenta crías que tras el necesario periodo de aclimatación, fueron soltadas en el paraje de “La Muriosa” del coto de Piloña-Nava y en los montes de “Llaímo” del coto de Sobrescobio, durante los años 1952,1954 y 1955, pudiendo afirmar que la adaptación de estas crías al medio natural, la fecundidad habida en su reproducción, ha sido el origen del magnífico y numeroso núcleo que hoy existe, no solamente en los mencionados cotos, sino que también en los de Laviana, Caleao-Caso, Aller, sin excluir algunos privados como Muniacos y Semeldón, auténticos beneficiados de este buen hacer. El fuerte ritmo de crecimiento de esta especie permitió que se constituyesen importantes colonias de asentamientos, facultando una expansión generalizada en una gran parte del territorio asturiano.
La llegada de estos animales a nuestra tierra, ha estado plagada de anécdotas y sucesos. En Oviedo la expectación era enorme; una partida de estos ciervos quedó instalada en un amplio vallado, de forma provisional, en el Parque de San Francisco, a la orilla izquierda bajando la calle del Marqués de Santa Cruz; hasta allí se acercaban muchísimas personas a observarlos y poder contemplar a la vez, como directivos de la Astur les daban el biberón a las crías y mimaban sus cuidados. Otra partida se dirigió a un lugar también inusual: el convento de Valdedios, fue receptor de esta fauna, albergando en su claustro, muy deteriorado en aquella época, casi en ruinas, otra partida de estos ejemplares. De allí fueron retirados, un buen número, para proceder a su suelta en “Llaímo”. Otra partida importante partió rumbo a la Muriosa y más concretamente a la sierra de Cuetu Belleru, donde previo a su suelta, sufrieron cuidados en una finca cerrada ubicada en la falda del mismo Cuetu, propiedad del guarda Mayor del Coto de Infiesto, D. José Ramón Meléndi, profesional que ha tenido un gran importancia en la consolidación de esta especie en aquellos montes. Justo es reconocérselo
Ya, en tiempos más cercanos, Marzo de 1970, el Servicio de Pesca Continental, Caza y Parques Nacionales, procedió a la suelta de un cupo de dieciséis ciervos, en las cercanías del pueblo de Pigüeña, anteriormente estabulados durante cinco meses en un cercado de dicho pueblo. También el mismo año, los concejos de Proaza y Teverga fueron destinos de otros lotes, para una complementaria expansión por toda la Reserva Nacional de Somiedo.
Dentro de la misma década de los setenta, avanzada esta, concretamente en 1974, la Astur que en 1970 había incorporado a su extensa red de cotos sociales en Asturias la gestión cinegética de los terrenos de concejo de Ibias, con la creación de cuatro puestos de control y vigilancia en zonas estratégicas, denominadas las “ cuatro esquinas” (Centenales, Valvaler, Sena y Villameirín ) con la formación de un cuerpo de guardería, comandado por un guarda mayor, residente en la capital del concejo San Antolin de Ibias, siguiendo fiel a sus principios de mejoras en los hábitats bajo sus auspicios, procede a la suelta de 28 venados, 6 en la Braña de Bustelo, 7 en los Cruces de Algüerdo y 16 en los Montes de Leituelos y Salvador. Para que hubiera una mayor efectividad en el seguimiento de esta población, la plantilla de guardas aumentó de efectivos con la incorporación de un número más, residente en el pueblo de Santirso, ubicado en el epicentro de estas sueltas. Por desgracia, estos animales, no corrieron la misma suerte que los que les precedieron en estos menesteres y en otras zonas. Diversos avatares lo impidieron. Enumerarlos sería prolijo, son conocidas la causas, se han dicho en más de una ocasión. Furtivismo y mala organización administrativa de la nueva directiva entrante (el 75% de sus afiliados en un corto espacio de tiempo se habían dado de baja) determinaron, por impagos e incumplimiento de otras obligaciones contraídas, la retirada del coto de Ibias a la Sociedad Astur de Caza, ello significó la falta de actividad y una precaria vigilancia durante aproximadamente dos años.
Todas las crías o gabatos, que se trajeron a Asturias, nos cuenta D. Rafael Notario, Ingeniero Jefe de la 8ª Región de Pesca Continental y Caza (Asturias y Santander) en su aportación literaria al Libro de Asturias sobre la Fauna Asturiana, procedían de Sierra Morena o de los Montes de Toledo en donde a excepción de algunos cotos particulares o del Estado, muy bien cuidados, el ciervo si bien abundaba, estaba algo degenerado de cuerna. Asegura Notario que estas crías, al encontrar en Asturias un pasto jugoso y abundante, se transformaron en unos soberbios animales, que por su cuerna, talla, cuello poderoso y provisto de una incipiente crin se asemejan más al venado de Centroeuropa que al de su lugar de origen.
El venado, independientemente de la emoción y el deseo que produce su caza a rececho en los espesos y sombríos bosques asturianos, a donde acuden a ejercitar esta modalidad aficionados de diferentes países, atraídos por la calidad de sus trofeos, adquiere otra dimensión distinta a sus lances y abates, se posiciona como elemento muy válido en una de las buenas ofertas turísticas del Principado. Cada Setiembre, con el cambio de equinoccio y comienzo del otoño, cuando la temperatura medioambiental baja de intensidad con llegada de los primeros fríos, se produce el amplio repertorio sonoro de la “berrea”, bramido legendario y mágico, época en que tiene lugar el celo de este animal. Todo un espectáculo que la naturaleza nos ofrece, observado cada año por más adeptos, ávidos de contemplar u oír a través de este “singular y recio berrido” el marcaje que hacen de su territorio, como advertencia a extraños, el cortejo y las luchas intestinas entre sus miembros por la posesión de las hembras. Por lo tanto, bien podemos decir, que el venado, el ritmo vital de sus ciclos biológicos de reproducción, sus hábitos y costumbres, representan una incipiente industria, un complemento económico con repercusión en distintos sectores comerciales en el ámbito del medio rural.
La Sociedad Astur de Caza, hoy desaparecida, ha sido, sin lugar a dudas, con su pionerismo altruista de generoso estilo, el germen de esta riqueza patrimonial de nuestra fauna silvestre, como es el venado o ciervo, clasificado como recurso natural sostenible.