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Blog de Caza
17 de Enero, 2014    General

ANECDOTARIO DE CAZA: ALIVIANDO UNA URGENCIA YO ESTABA ALLÍ PARA OTRA COSA-.


Transcurre el momento de un tiempo que todavía no ha dado síntomas de haberse agotado. Me refiero a mi actividad cinegética, cumpliendo años; arrimando historia veraz, aunque no lo parezca, a un currículo que ya se hace largo y que aún entiendo es pronto para completar, necesitado de más aporte que añadir, pues el camino por el que transito y que observo  en lontananza, con expectativa ilusionante de seguir haciendo su recorrido, esperanzado que en el transcurso de su trayecto no flaqueen las fuerzas  antes de llegar a  su término.

Vivir la caza me ha supuesto muchas cosas. Desde luego, algunas imprevistas me sucedieron las cuales tuve que afrontar de la mejor manera posible. He podido contemplar escenas surrealistas de las que he sido asombrado espectador; testigo mudo y  fiel de hechos inusuales acontecidos

Ocurre que, en ocasiones, uno se encuentra con situaciones inesperadas, impensables,  ajenas a la acción propia de cazar, inusuales por cómo se desarrollan; apuradas si me  permiten esta definición (en este caso bastante), en las que la discreción de la que he hecho gala, creo yo, ha sido el elemento clave para que lo sucedido no haya tenido trascendencia en la estima de su autora, sí se detectase mi cercana presencia en momentos de tanta intimidad,  y es de suponer, de  trance apremiante para la persona acuciada que esperaba satisfactoria respuesta.

Cumpliendo con este requisito de acumular experiencias en la caza, andábamos desparramados los componentes de la  cuadrilla de caza mayor  a la que pertenezco, cada uno asentado en el sitio previamente asignado; se celebraba batida de jabalíes; las perspectivas de alcanzar nuestro objetivo, por las noticias que llegaban a nuestras emisoras eran del todo halagüeñas: deberíamos, por tanto, estar muy atentos en los puestos ante la probable aparición de alguno de estos cerdos salvajes

Los terrenos objeto  de batida, son próximos a un núcleo poblaciónal importante de nuestra comunidad, ubicados en el Norte de la sierra del Naránco, que habitualmente recorren en días de descanso laboral  por sendas señaladas al efecto,  numerosos senderístas practicando el recreo gozoso que el  tiempo libre y de ocio les permite.

Desde la atalaya de amplio panorama en que me encontraba esperando alguna incursión jabalinera hacia mis lares, próxima a uno de estos caminos, muy motivado en el respeto hacia  las medidas de seguridad y distancias  que marca la Ley (no debemos  los cazadores distraernos nunca  en el cumplimiento de estas obligaciones),  presenciaba  el ir y venir, cada cierto tiempo, de estos transeúntes, incluidos ciclistas debidamente asentados en bicicletas de montaña, cuestión que me preocupaba, pues no era el estado ideal, caso de tener que ser resolutivo, aunque fuese en lugar seguro, en sentido inverso a los viales. De  hacerlo, quizás pudiera crear una cierta atención especial en alguno de aquellos viandantes.

En esas estaba, cuando una retahíla gozosa de excursionistas se deslizaba por el camino presta a pasar por delante del puesto encomendado, del que yo era celoso guardián, situado a unos cincuenta metros de distancia de la zona de paso. El cielo azul, el astro rey  brillaba luminoso a mi espalda, en lo alto de su cenit, en una mañana otoñal radiante, lo que seguramente dificultaba que mi figura fuese detectada por los rayos tan fuertes que emitía,  si la vista se hace mirando directamente  al sol.

Alguien de aquel grupo jovial y alegre, pude precisar, se hizo a un lado, abrió la portilla que cerraba la finca que colindaba el sendero, dirigiéndose sin más, hacia donde me encontraba.

En ocasiones, los cazadores, somos pasto abonado para aquellos que disienten de nuestra actividad. No es la primera vez que se nos recrimina en plena acción de caza, por individuos que circunstancialmente pasaban por allí, que no ven en este deporte razones para ejercitarlo, y aprovechan cualquier oportunidad para decirnos algún improperio.

Algo así, pensaba en aquellos instantes, me  pudiera suceder. La “andariega”, pues era mujer de mediana edad, peinando canas, vistiendo un llamativo chándal, siguió avanzando y yo a la expectativa de cuál sería su pronunciamiento. Se paró de repente muy cerca de mí, pensé me había visto, ya digo,  el sol dándole en el rostro,  se arrinconó sin más a un  lado.

Ante lo que preveía sucedería a continuación de forma inminente, sin hacer yo cualquier movimiento que emitiese ruido o detectase mi presencia (la suerte ya estaba echada y poco podía hacer para evitarlo) pues mi intuición me hizo pensar que la “cosa” no iría  conmigo (la visitante  en cuestión, por lo visto,  tenía otras intenciones más nobles y laudatorias que dirigirse a mí), presencie impertérrito, vive Dios, en contra de mi voluntad, obligado por las circunstancias, algo que  nunca antes había presenciado.

Aligerada con prontitud de sus prendas posteriores, se aprestó a cumplir  con las exigencias de una demanda fisiológica que le incomodaba, en términos de desprenderse de  aguas menores y mayores.

La escena producida con la  natural normalidad que se requiere a escasos metros de donde me hallaba, no debería tener trascendencia. Es corriente que estas cosas sucedan; todos en el monte hemos tenido este tipo de experiencias ante la inminencia de un requerimiento de estas características. Se suele hacer en solitario, sin testigos. La peculiaridad de la anécdota estriba en el acompañamiento no solicitado. Cualquier gesto o sonido que yo produjese en los instantes de los autos, consideré,  tendría efectos secundarios que pudieran afectar la propia estima de aquella buena mujer que, en ningún momento  se percató de mi presencia. De ahí que yo, impávido, no moviese ni las cejas, no fuese a desencadenar otro apuro de distinto significado.

Por suerte para ambos todo transcurrió con normalidad. Más abajo, caminando con soltura, se incorporó al grupo y aquí no pasó nada, de lo cual me alegré mucho.

 

  

 

 

 

  

   

 

 

 

 

 

 

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publicado por eduardobros a las 06:05 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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