
.La
posibilidad de realizar un permiso de caza, en la modalidad de “ a
Rececho”, para la especie Rebeco cantábrico, sin opción a trofeo,
dentro de Coto Nacional de Redes: Caso-Asturias, me había sido
concedida, previo sorteo público por la Consejería del ramo del
Gobierno del Principado de Asturias. Ilusionado con estas cosas,
máxime cuando a uno la suerte le ha sido esquiva, después de
haberlo intentado durante mucho años, al fin había llegado el
momento de haberme compensado tanta insistencia.
Llegado
la fecha y la hora de desplazarse hacia aquel territorio; lo
obligado era establecer contacto con el guarda acompañante, hecho
que se produjo casi al alba del nuevo día, en el Centro de
Interpretación del Coto Nacional de Redes, sito en la localidad de
Campo de Caso, capital del Concejo asturiano de Caso. Cumplidos los
requisitos que el protocolo marcaba, es decir: presentación de la
documentación necesaria, debidamente actualizada que la norma exige
para este tipo de prácticas cinegéticas, salímos decididos rumbo
al cazadero, con la intención de ver cumplidos nuestros deseo.
Las
condiciones climatológicas que reinaban en aquel amanecer, nos hacia
presagiar malos augurios . La niebla y un fuerte “orbayu”
(lluvia fina), de naturaleza tan arraigada en tierra astur, no serían
nuestro mejor aliado. Amanecía y, a medida que la mañana avanzaba
la situación persistía, incluso presentaba signos evidentes de no
mejorar. Con el todo terreno nos habíamos desplazado desde el
pueblo de Bezanes (localidad muy entrañable para mi, por diversos
motivos), a través de una pista ganadera, que
discurría, lo sigue haciendo en la actualidad, solo que ahora,
convertida en vía de transporte de turistas abordo de un carromato
tirado por un tractor, en dirección a la Vega de Brañagallones, así
llamada por los lugareños, puesto que en tiempos pasados que quedan
lejanos, tenían normalizado ver Urogallos (uno de los tres grandes
iconos de la diversa y densísima fauna salvaje asturiana, junto con
el Oso Pardo Cantábrico y el Lobo), en esos momentos puntuales en
que salen del hayedo al descubierto en buscan de alimento, bautizados
por los nativos con el sobrenombre de “gallones”, debido a su
excelsa morfología y tamaño, que los difieren de cualquier gallo domestico.. De ahí viene la toponimia de este lugar tan
emblemático como es la precitada Vega.
Ubicados
debajo de la antojana del refugio existente en aquella zona (en un
principio destinado para los cazadores, hoy gestionado por la
Federación Asturiana de Montaña) esperando ver despejar las nubes
y el cese de la pertinaz lluvia, hacía que la espera se
alargase sin remisión. Con esta perspectiva, se llegó a la
conclusión de que lo mejor sería cambiar
de zona que, dada la situación, era muy conveniente perder altura
e ir en busca de algún lugar donde la visibilidad mejorase nuestras
posibilidades. Nada de esto ocurrió, lo cual hizo que la jornada de
caza resultase negativa a todos los efectos. Me quedaba otro día;
los informativos de los medios de comunicación, en los espacios
dedicados a predecir el tiempo, hablaban de un cambio sustancial de
este; desaparecerían las nieblas, lo cual reforzaría mi idea de
seguir en la confianza de poder alcanzar mi objetivo.
En
la jornada siguiente, de nuevo a Bezanes y desde aquel bonito pueblo
de la Asturias rural, otra vez a Brañagallones para dejar el 4x4, y,
desde allí, iniciar a pié un pequeño recorrido de 20 minutos por
una senda que transcurre por el interior de un monte de hayas y
finaliza en la majada de Valdebezón. De esta manera retomábamos el
camino con el empeño de localizar un rebeco catalogado en el
permiso, como “no medallable”, cuestión que lo hace muy
complicado de precisar. Baso esta creencia, debido a las dificultades
que en otras ocasiones he padecido, por haber supuesto un verdadero
“dolor de cabeza” para el profesional encargado de controlar las
secuencias del rececho, atenerse estrictamente al cumplimiento de lo
que el permiso autorizado dicta y no de lugar a sufrir apreciaciones
que le pudieran confundir, lo que conlleva la necesidad de obtener
una buena y eficaz visión de la morfología integra del animal,
para una correcta identificación.
En
esa segunda jornada la climatología se ponía de nuestra parte: sin
nubes en el cielo, el sol lucía radiante en todo su esplendor y con
el aliciente agradable de disfrutar de una buena temperatura. Una vez
llegados al pastizal de Valdebezón y echados a andar por una canal
de empinada cuesta el hecho fue qué, no habían transcurrido ni diez
minutos, cuando a unos 25O metros del lugar el cual nos
encontrábamos, la casualidad de dirigir mi vista hacia un
indeterminado sitio, me hizo ver que algo se movía. Unos instantes
de observación fueron suficientes para darme cuenta que quien
avanzaba por un pedrero de forma aparentemente distraída, era un
rebeco (pensaba yo en aquel instante, que aún no habia detectado
nuestra presencia). Con sigilo, sin espabientos, se lo hice saber al
guarda que caminaba en ascensión unos metros por delante de mí. Una
vez comprobadas por este los distintivos del animal, rápido
reaccionó, instándome a que me pusiese en posición de hacer el
lance, pues el ejemplar avistado cumplía con exactitud las
condiciones del permiso.
Asi
lo hice. El 7 mm. con munición de 165 g. lo apoyé bien asentado en
la mochila, calibré la lente para aquella distancia e hice un único
disparo, el cual produjo un impacto en la zona más vital de la
pieza, circunstancia que causó su deceso al instante. Sucedió todo
muy rápido. No sería la primera vez que realizo un rececho efectivo a primer hora matutina. Tampoco que salgo de vacío; bien por no
haber podido efectuar disparo alguno, o por circunstancias ligadas a
una defectuosa puntería para ese momento tan especial, o de otras
que se dan durante el transcurso de una jornada de caza. Y, es que,
cazar tiene estas cosas: es así. La caza, es un instante.
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