
Es
una actividad incesante que ejercen grupos contrarios a la caza
cargada de fingidos prejuicios contra ella. Nos provocan a los
cazadores de forma rutinaria, buscando hallar confrontación cuerpo a
cuerpo, a fin de crear imágenes convulsas que, prestos enviaran a
sus terminales mediáticas para que sean divulgadas a todo trapo.
Cuando a los cazadores nos
interpelan desde un simulacro dialéctico que no es más que un
relato propagandístico en ese intento de hacer el boicot a nuestra
actividad, se me antoja una ingenuidad pensar siquiera en la
posibilidad de explorar espacios comunes de entendimiento con quienes
nos agreden de manera tan injustificada. Como estrategia es esencial
ignorarlos, puesto que, en ningún caso, estarían por la labor de
dialogar en términos de coherencia. Su táctica consiste en mantener
un tono de griterío en un escenario frentista como mejor incentivo de
trasladar a la opinión pública publicidad deformada
¿Ello
quiere decir que dando la callada por respuesta nos sometemos
intimidados a sus insultos y amenazas? ¡¡de ninguna de las
maneras!! Solamente que, para nuestra mejor conveniencia, y que ellos
no puedan cumplir sus objetivos, debemos de emplear estrategias de
estilo distinto. Contestarles en igual tonalidad y gestualidad sería
entrar en una contienda belicista. Con ello, les proporcionaríamos
caldo de cultivo. Debemos tener mucho cuidado con cualquier ademan
que hagamos, les servirá pata interpretarlo como una amenaza física
en una grotesca manipulación de la verdad que les servirá de
argumento falsario para inculparnos y denunciarnos ficticiamente. De
estas cosas que nos suceden a los cazadores, debemos pensar, según
mi criterio, en no responder, es decir: no sentirse aludidos, hacer
caso omiso de las provocaciones, no seguirles la corriente, alejarse aquel ruido, y dejarles vociferando. Digo esto, porque a mí, me ha dado
resultado.
Estos
individuos a los que les puede su ideología, han redoblado sus
esfuerzos en zaherir a los cazadores, sabedores que están perdiendo a
pasos agigantados la batalla de la comunicación, que está pasando
aceleradamente a manos de organizaciones e instituciones cinegéticas.
Ocurre que, a pesar de leyes leoninas de reciente creación no han
podido acabar con el ejercicio de la práctica cinegética. No lo van
a conseguir.
¡