
Desde la
Consejería responsable de la gestión y ordenamiento cinegético de la comunidad asturiana, anuncian una modalidad de caza de jabalíes
distinta a la tradicional que se ejerce y en sustitución de la misma, con el objetivo puesto en situar en parámetros
de sostenibilidad la alta densidad de este suido que prevalece en orden
desproporcionado en las clasificadas Zonas de Seguridad, en cuanto a su nivel
poblacional se refiere, próximas a núcleos de población constituidas en lugares
comunes de colonización y asentamiento para numerosos individuos de esta
especie.
La caza de jabalíes con arco y flechas será el innovador
sistema garante de eficacia, nos aseguran desde el ente público; la solución definitiva
al problema, a diferencia de la volumetría y las consecuencias del alcance que pueda
acarrear el método empleado por las armas de fuego, de uso por los cazadores cuando
practican su actividad y que probablemente pudiese ser motivo de alarma y
preocupación para ciudadanos residentes en estas áreas de especial sensibilidad.
Una cosa es
cierta, el arco y la flecha, el uso que hará el arquero de sus prestaciones, no
someterá a tensión a la ciudadanía. Otra cosa distinta será cuantificar el peso
de su eficacia y la trascendencia de su empleo en la involución del suido en
cuestión. He visto un gráfico descriptivo del método a emplear en la captura de
jabalíes a través de este procedimiento, que me hace dudar del buen fin de su operación
en la consecución de los objetivos que se prevé conseguir.
La caza de
jabalíes con arco ofrece sin duda, en cuanto a efectividad, unas diferencias
sustanciales, con aquellas otras que producen las armas de fuego, mucho mejor
estas últimas (por razones obvias), para estas necesidades, declaradas de urgencia en el trato. Apostarse
en una plataforma elevada del suelo en un lugar escogido, se supone sea de
transito normalizado, y pretender acertar, se hará un ejercicio penoso de escaso
o nulo resultado. El jabalí en la
espesura del monte tiene infinitas vías de circulación, no siempre recorre los mismos
senderos, lo cual abunda la tesis.
El jabalí
es un animal huidizo, desconfiado; no tanto en los últimos tiempos cuando de
sus periplos en zonas urbanas se trata. Estos visitantes nocturnos que pasean solaz-mente
su efigie, de forma ocasional, por diversas calles de cualquier ciudad o villa
asturiana, son nativos de esos núcleos, han nacido en la periferia cercana, en
donde tienen su hábitat, en terrenos clasificados
como zona de seguridad, en donde no está autorizada la caza. Ello quiere decir,
según mi criterio, que se han adaptado a la convivencia con el entorno y las
personas (son verdaderos expertos en la adaptación); si acaso más confiados,
puesto que nada les perturba. Incluso el hombre les suministra alimentación. Para
los que son originarios y hacen vida sin abandonar el monte cambia radicalmente
su comportamiento con los humanos o cualquier agente que considere nocivo. Es
el carácter montaraz que le distingue.
Por todo
ello se deduce, que si se ha de hacer extracción de individuos de esta especie
por el sistema del “arquero” es de suponer se proceda, principalmente, sobre
aquellos jabalíes más próximos, los que ofrecen cercanía y patrullan la ciudad
en donde crece el conflicto ¿En dónde la Consejería instalará las plataformas o
torrecillas? ¿en una vía pública, plazoleta, rotonda?, pudiera ser lo
conveniente. Si se considera que lo necesario es situar estos artilugios en el
interior del bosque, las opciones, como es lógico, no tendrán el mismo efecto. Aquí
el jabalí agudiza sus instintos de conservación y defensa, se encuentra en su
propio medio, y, abatirlo, sin ser
acosado por perros y cercado sus salidas por apostados cazadores, será tarea
harto difícil.
Harán falta
muchos arqueros para dar al traste con la población jabalinera actual.
Demasiadas torres de ubicación instaladas. Un gasto extraordinario del presupuesto
regional que declaro sea innecesario hacer, puesto que las sociedades locales
de cazadores que circundan el municipio ovetense, es casi seguro, estén en disposición de colaborar en la
regulación sostenible de esta fauna, sin coste adicional para la administración.
No hablaré de batidas, pero sí de aguardos con armas de fuego, acompañado el
cazador por el correspondiente personal de guardería, garante por si mismo de la
legalidad y seguridad del acto.