Cuentan las crónicas de finales del siglo XIX, sobre venturas y desventuras en las cacerías que, como solaz recreo, nuestra realeza y abolengo de aquel tiempo, acompañada de gran séquito señorial, con su correspondiente y cuantioso personal de servicio, celebraban batidas en montes cántabros, zonas de especial querencia por el rebeco y oso pardo, con la finalidad de practicar su caza. Un máximo trofeo, el del oso, en el panorama cinegético español, imposible de conseguir por métodos ortodoxos de aquel tiempo (permiso oficial), a los más comunes de los mortales, nada favorecidos en títulos y consabidas prebendas, cuyos lances y abates sobre el plantígrado, como privilegio, correspondían a una clase social de elevado rango.
Efectivamente así era, y sus datos quedan reflejados en estadísticas que lo acreditan. Nos dejan escrito las personas que por aquellas fechas daban fe de estos aconteceres que, el por entonces rey de España, D. Alfonso XII, según cuentan, no parecía ser aficionado a la caza mayor, todo lo contrario que su hijo y sucesor el Rey D. Alfonso XIII, gran entusiasta y muy reconocido en el arte venatorio. Durante su reinado, a su iniciativa, en el que puso empeño y dedicación, se acoto la sierra de Gredos, constituyéndose en Coto Nacional, una medida pionera, excepcional, que permitió la salvación, para el conjunto del estado, de una especie cinegética típicamente española, como es la cabra hispánica o macho montés, abocada a un destino incierto, cercano a su extinción, dado el bajísimo nivel en número de efectivos que presentaba en aquel tiempo (principios del siglo XX). Hoy es un patrimonio público como recurso natural renovable de grandes proporciones y posibilidades, con asentamientos de numerosas colonias en muchas de nuestras extraordinarias Reservas de Caza, orgullo nacional, constituidas a lo ancho y largo de nuestra geografía nacional. Es el máximo exponente de la actividad cinegética española, objeto de verdaderos deseos por cazadores de todos los rincones del planeta en busca de su preciado trofeo. El rebeco cantábrico, otra especie muy interesante, a través de la intervención de este Rey (bajo su batuta fue creado en 1918 el Parque Nacional de Covadonga, al que le siguieron una larga lista de estos Parques), también es uno de sus grandes beneficiarios, pues una precisa y cuidada gestión a tiempo de su ordenamiento y regulación de capturas, dio lugar a su consolidación definitiva. En la actualidad, en la parte Asturiana de los Picos de Europa, está totalmente prohibida la caza del Rebeco, una situación inconcebible que no se entiende a la que debiera ponerse coto; no así en los territorios de Cantabria y León, autorizado su aprovechamiento sostenible.
Pues bien, a lo que les decia, en esas andaba D. Alfonso XII, padre y antecesor de D. Alfonso XIII, quien a pesar de su bien sabida y reconocida floja o nula afición sobre la actividad venatoria, sin embargo había sido capaz de trasladarse hasta las montañas de Asturias y Santander con motivo de asistir a una cacería de osos y rebecos (supuestamente, debemos entender, entrarían en el sueldo estas prácticas, tal vez a su pesar). Acercarse a estos aledaños de encumbrados señoríos y hacer cima en sus escarpadas montañas (Picos de Europa), nos dejan dicho, que le supuso al monarca, a pesar de su juventud, un verdadero esfuerzo físico. Las dos primeras jornadas logro, no sin fatiga, alcanzar las cumbres del Samelar (2.240m.) y el Pico del Fierro (2300 m.), macizo oriental, respectivamente, sin que cobrase ninguna pieza de caza. Al día siguiente, una marcha de más de cuatro horas, nunca antes llevada a cabo por sus ascendentes en el cargo, le hizo llegar hasta la mismísima cumbre de Peña Vieja (2.624 m), macizo central. Todo este inusual celo montañero y cinegético, no exento de voluntad firme, tuvo su compensación ya que se cobraron más de cincuenta rebecos (que menos…), alguno dejaron para criar. Sucedían estos hechos, tan poco edificantes, en Agosto del año 1882, no se paralizó la actividad venatoria, y el 21 del mismo mes, parece que al día siguiente, se dio una gran batida a los osos en un bosque al sur de la localidad de Ledantes (Liebana-Cantabria).
Suerte dispar en los resultados obtenidos por esta extensa y excelsa comitiva. Máxima eficacia sobre las capturas de los ariscos y huidizos rebecos y fracaso rotundo, aunque con paliativos, sobre el cobro de osos. Parece que, en el transcurso de la regía batida, cuatro de estos estupendos y fornidos plantigrados, localizados y muy controlados a través de un seguimiento exhaustivo en días anteriores, con el objeto de que todo estuviese a punto, se dirigían directamente al puesto del monarca español ¿coincidencia?, un error de los batidores o monteros -dicen que vocearon a destiempo, vaya Vd. a saber con qué verdaderas intenciones-, cuestión que extraña pues a buen seguro que serían expertos conocedores del terreno), en la interpretación debida sobre el tacto y la prudencia requerida en estos casos, dio lugar a que los plantígrados , volvieran sobre sus grupas y pasos, intentando evitar lo peor, buscando salida en su “fuga” a través del cordón de los ojeadores, internándose en los más áspero de la montaña sin ofrecer más noticias sobre su existencia.