Se modelan
en el discurso, invocan otras causas, dando paso en las exposiciones emitidas a
evidencias mas cuantitativas que la meramente protocolaria, referida a la actividad cinegética, por quienes antes, no siendo
objetivos, achacaban todos los males, causa directa y principal, según había señalado
un farragoso informe emitido desde la lejanía, caracterizado de científico sobre
la pérdida de valor numérico en la zona cantábrica española de la especie
urogallo.
Evidentemente,
en la actualidad, las sensaciones que se fijan
es que se aprecia un giro liviano
descompresor en la concesión a la caza del dudoso honor de haber tenido
parte única en el tan notable declive del ave en cuestión. Se debe considerar
que la réplica levantada por el mundo de la venatoria ante una imputación de
estas características, ha hecho mejorar
la ratio de credibilidad que le otorga el oficio de su buena práctica, razón
que ha propiciado que salgan a la luz pública objeciones más determinantes en la
estrategia de definir con mejor y mayor evidencia la percepción real del
peligroso retroceso demográfico de esta galliforme; distintivo sin dudarlo, de
causas de fuerza superior, como parece que fue la endogamia (coincidencia ahora
de varios analistas), entre otras, que no fuesen incluidas, bien por acción u
omisión interesada, aunque, insisto, se tiene que considerar, incorporando ala catalogo de fundamentos a una de las más
fundamentales, alusiva a la inadecuada gestión de la depredación.
Se había
constituido en sistemático el grado de culpabilidad atribuido a la caza por algún que otro
pretendido prócer de la cultura del urogallo cantábrico, con dotes de sofista,
aquellos supuestos instruidos en el acaso, convertidos en especuladores de una
situación, sobre la problemática que rodea la dificilísima supervivencia por la
que atraviesan los escasos individuos que aún quedan de este extraordinario
emblema de nuestra naturaleza.
En absoluto
es casual que casi todos los que tuvieron algo positivo que decir y hacer hayan
brillado por su ausencia en el tiempo y en las formas que se requerían para,
cuando menos, intentar atajar la pérdida de población. Una desatención altamente
llamativa que hay que lamentar. Hoy, la precariedad en que vive el urogallo les
produce vértigo.
Es sospechoso
que en estos tiempos de extrema y penosa
penumbra para el “gallo montés” asturiano, en donde las criticas llueven con
fuerza hacia los responsables de su conservación, salgan en tromba, una vez
producido el daño, considero a
destiempo, licenciados, politólogos, naturalistas, educadores y una suerte de
encaramados en las prebendas que proporcionan subvenciones, públicas y privadas,
a fines conservacionistas, dando a
entender que estas cosas que sucedían en torno a este ave, ya era de sobra conocido .
Los
esfuerzos de la administración regional y filántropos, llamados al caso para
recuperar este icono de nuestra biodiversidad, parecen por el momento, baldios ,
aunque sostengo que no tanto, si debemos considerar que, tal vez, aún es pronto para recoger los resultados que
se esperan obtener del programa que se está llevando a cabo, el cual, cabe
pensar, tenga en su haber, como objetivo esencial frenar el proceso de
desaparición.
Una magna operación,
cuantiosa en apoyos financieros, muy costosa de realizar consecuencia de su
abandono. El mal ocasionado, debido a la inhibición de diversos sectores competenciales,
es de cariz complicado de entender, a la
vez que muy arduo de reparar. Será fundamental el tiempo y fomentar trabajos de
máxima intensidad en todos los sentidos y por la sociedad en su conjunto,