La buena suerte no existe como tal; la suerte es el cuidado de los detalles; la frase no me corresponde, como no podía ser de otra manera (pertenece su autoría a un célebre estadista inglés, premio nobel y demás reconocimientos), solamente la suscribo y creo en ella. La suerte es un tipo recurrente, algo así como muy manido su pronunciamiento, incluso impregnado de afirmaciones rotundas muy expresivas de un sentimiento que, en la actividad cinegética, se viene aplicando en términos relativos relacionados con el desdeño, incluso evidenciando una cierta adversión, ante hechos que acontecen en torno a su actividad y que tienen como eje principal al cazador que ha ejecutado un lance de caza de forma satisfactoria.
Tener suerte en la caza es un criterio de consistencia que he podido escuchar y leer a destacados miembros, muy reconocidos por su labor en pro de la cinegética, con evidentes muestras de haber vivido y tenido experiencias suficientes en este campo. No adolecen quienes así se expresan de rédito en su credibilidad, cualidades derivadas de su formación humana e intelectual para poder emitirlas y como principios de sus intenciones. Sin ánimo de contradecir o enmendarles la plana a estas personas, no es esa la intención, bueno será decir, desde mi particular óptica, que las cosas, también en la caza, no suceden por casualidad.
Cazar en estado puro, no es un ejercicio sencillo ni cómodo para nadie que lo practique con intensidad; requiere por si mismo estado de ánimo competitivo, espíritu de superación, ser consciente y saber aceptar las reglas de un juego que la propia naturaleza nos ofrece a través de una formación desequilibrante de su orografía; superar estos condicionantes requiere del sentimiento de una pasión que será el estímulo que nos hará llevadero el esfuerzo en nuestro tránsito por altas cumbres, bosques soterrados, intrincados matorrales; el frío, calor, la lluvia, nieve y viento son elementos de la naturaleza, siempre con intervalos de su presencia, eternos consortes de viaje del buen aficionado que le obligan en la necesidad de solventarlos de la mejor manera que proceda; convivir con este tipo de ambientes atmosféricos, sufrir las duras consecuencias de sus trastornos, en ciertos momentos al borde de nuestra máxima capacidad corporal y anímica, poniendo a prueba el espíritu, otorga carácter y hacen ser más sólida la propia convicción y estima como cazador y seguramente como persona.
Ante la posible presencia de estas eventualidades climatológicas y otras también decisorias y disuasorias, debemos considerar que el azar no es un fiel aliado cuando de caza se trata. Por lo tanto, entran en juego el cuidado de los detalles del que nos habla el experto político al que me he referido; no ha sido fácil obtener éxito. Una circunstancia esta (la posibilidad de realizar y materializar eficazmente un lance), que no es sinónimo de inhibición, ha venido precedida de la constancia en la práctica, conocimiento del terreno, lugares y hábitat de querencias, hábitos y costumbres de la especie objeto de ser abatida, adecuada planificación, de colectividad, apoyo al compañero, esfuerzo y sacrificio, antes, durante y después del periodo de veda a través de una cuidada atención a nuestros fieles servidores que son los perros de caza, aspectos irrenunciables de la especial idiosincrasia que debe de adornar las capacidades del cazador y como complemento la sutilidad, sensibilidad, el fino conocimiento que la experiencia acumulada ha permitido obtener, que nos harán seguramente ser más efectivos, más cuidadosos con el detalle. Este compendio de actitudes y aptitudes es un bagaje elemental de la personalidad cinegética de todo individuo.
Por lo tanto, el cazador que ha exhibido y desarrollado en la práctica de este ejercicio un patrimonio de estas cualidades, cosecha de la tenacidad y paciencia, que le hayan permitido alcanzar los objetivos deseados, el concepto suerte adquiere tintes de banalidad. Evidentemente hay otro tipo de caza que nada tiene que ver con el estilo descrito, menos rigurosa en la concepción, más empobrecida en su nivel técnico y código moral. Es la caza comercial, pero esa es otra historia ¿no les parece?.