A tal efecto, abundan distintas tesis. Evidentemente, la
situación es harto compleja. La creación demográfica de este omnívoro no
obedece siempre a patrones de crecimiento naturales. Estamos, en relación con
este suido, ante una nueva era que legitima un mayor aumento de su nivel
poblacional cuando menos sostenible, en cuanto se refiere a
parámetros de aprovechamiento comercial, consecuencia de una
alimentación artificial y la sujeción de su movilidad a través de terrenos
cercados o vallados.
Si tenemos en cuenta que la fecundidad del jabalí en pleno
dominio de su libertad en el medio natural, es muy superior a los demás
animales de caza mayor, deberíamos establecer, como principio elemental, las
características de la formación de las numerosas piaras, formadas en orden a la
elevada capacidad reproductora de las hembras adultas y aquellas otras recién
incorporadas a la cadena de producción, en razón a su corta edad, que las hace
concebir en menor cuantía y por tanto reducida su capacidad demográfica. Todo
esto sin tener en cuenta las diversas ovulaciones que tienen en el año, que las
hace ser a las hembras muy productivas.
Es evidente que un grupo de hembras veteranas, aun con
suficiente recursos que les permita gestar, siempre refiriéndonos a su estado
silvestre, dominantes en número mayor a las jóvenes, tendrá una mayor
repercusión en la formación de sus filas futuras. Por el contrario, si las primerizas son el
núcleo fuerte reproductor, encontraríamos mayor dificultad, dada su menor
aportación en efectivos de esta especie.
Como quiera que sea, el fenómeno del aumento de las
poblaciones de jabalíes, pudiera decirse que es contradictorio con la presión
que los cazadores ejercen sobre este animal, puesto que temporada tras
temporada el número de abates comparativos con años anteriores crece, sin que
produzcan efectos nocivos goblales que indique
una reducción sensible en la composición de sus formaciones. Por lo que
deduzco, que para reducir la densidad de este cerdo salvaje, si hacemos caso de
declaraciones subjetivas aún estamos lejos de proceder a efectuar capturas que
lo sitúen adecuadamente en posiciones de tolerancia y afectación.
¿En dónde estaría el límite máximo de su caza? ¿Cuales serían
sus indicadores? Versiones al respecto, haberlas, hay. Tenemos dictámenes de expertos en esta
materia, que aseguran que el porcentaje de aumento anual de nuevos nacimientos
se establece entre el 50 y el 150% de la población total después de su caza,
finalizada la veda, sin descontar mortandad de los neófitos, por diversas
razones, cercanas al 40% .Motivos más que suficientes para acelerar los números
que marcan las estadísticas.
Se ha dicho, aunque yo no me lo crea, que en Asturias tenemos
campando en nuestros montes la friolera de 50 mil jabalíes; cifra, para nada
absoluta, y casi me atrevo a decir que difícil de cuantificar, aunque sea por aproximación;
diversos factores, muy conocidos por todo buen
aficionado que se precie, saben del constante desplazamiento que hace en
busca de satisfacer sus hábitos alimentarios, cuestión que confunde a los no
cazadores.
Si la media anual de
cobros en Asturias de este animal en los
últimos años queda centrada entre 8 y 9 mil piezas, en el supuesto que hubiese
50 mil, quiere ello decir que aún se tiene un margen de presión sustancial. Se caza mucho jabalí en Asturias,
no sé si todo lo necesario que satisfaga las expectativas de los cazadores.
Quizás no sea lo único que nos podamos permitir; la duda existe, y, `por tanto la
fiabilidad de la densidad jabalinera que dicen tiene su asentamiento en tierra
asturiana, podría ir a mayores en orden a su extracción, si quedase acreditado
su volumen cuantitativo.
Los cupos en algunos cotos, son altos, en razón de lo que se
considera justo y necesario. Pero no siempre ha sido así. Ha habido excesos y
eso ha quedado reflejado negativamente
en algunas zonas que hoy se encuentran
en precario, tratando de reconducirse. Por tanto no sería bueno fiarse.
Queda escrito que “en una situación de equilibrio, conviene
que el nivel de población se estabilice con un aprovechamiento de un 100% del
total estimado al final del invierno, después de la caza, una vez producidas
las parideras. Si el
aprovechamiento es superior, la limita, si es inferior, aumenta la densidad”
(Larousse de la Caza, de Juan Delibes). Con lo cual, ello quiere decir que, en
Asturias, los cazadores de aquí, si hacemos caso a las estadísticas, estaríamos
entre un 6,5-7% de nuestra
capacidad en el cobro de individuos de
esta montaraz especie. Muy por debajo de las supuesta capacidad extractora, en
relación con la densidad.
No cabe duda que las posibilidades de ser más exhaustivos en
los cupos dependiendo áreas y censos,
podría sustentarse. El problema serian las consecuencias del día después. En
Asturias tenemos experiencias que nos
obligan a ser prudentes
No obstante todo ello, quienes más información poseen, son
las adjudicatarias de cotos. Es el caso particular de las sociedades locales de
cazadores, verdaderos analistas del estado general de todo cuanto sucede en los
terrenos objeto de acotado que administran. A ellas les corresponde hacer la evaluación ajustada y establecer cupos
cuantitativos de abate.