Estas áreas tienen la particularidad de ser terrenos cinegéticos de régimen especial, pero que de ninguna manera cumplen con los requisitos que la caza tiene estipulado a través de su práctica; dentro de su perímetro no se perpetúa ningún atisbo de actividad cinegética (en ellas está totalmente prohibida la caza, como medida precautoria en razón a garantizar la adecuada protección a las personas y sus bienes), para los cazadores, algo así como una arcadia imposible.
Por razones obviasj de espacio y tiempo (pretendo no aburrir y mantener la atención del lector), me referiré únicamente al estado actual de las cosas en torno a las zonas de seguridad. No es mi intención en esta oportunidad de involucrarme en la exposición de un panegírico (lo haré en una segunda entrega) de lo que ha supuesto en este tiempo transcurrido desde el 7 de Febrero del 1991, Decreto24/91, por el que se aprueba el Reglamento de Caza en Asturias) en orden a la pérdida de valores y estímulo para la caza y los cazadores, la equivoca, variopinta y deficiente tramoya puesta en escena de tan rigurosa norma en lo concerniente a las áreas mencionadas. La realidad --si nos lo proponemos nos hace ser más objetivos--, ha vulnerado y “echado por tierra” los argumentos esgrimidos por aquellos “ilustres sabios”, padres de la idea, obligados a "posteriori" por las circunstancias a rectificar los errores cometidos, en la creación y sostenibilidad de estos terrenos tan querenciosos para los jabalíes, precisamente por la seguridad y confianza que les ofrecen.
En el interior de estos espacios exclusivos compuestos de vegetaciones densas, vive y se desarrolla el jabalí, en feliz holganza impregnada de placentera paz diurna -a sabiendas de que nunca sucede nada que les pueda importunar- al albur proteccionista que les concede las leyes del hombre y la fuerte espesura del sotobosque como fiel aliado, coadyuvando de forma eficaz en el desvelo de sus intereses. Es el campamento base donde tienen instalado su laboratorio de convivencia con sus congéneres, habitáculo para el desarrollo de su celo y ciclo reproductor de explosiva evolución demográfica; centro operativo donde manan las estrategias de sus fecundas incursiones nocturnas hacia tierras de labor cercanas, para desesperanza del agricultor, en busca de cualquier tipo de avituallamiento que les facilite la subsistencia.
Dicho todo lo anterior, conviene exponer, según mi criterio, que la evolución en plena naturaleza de este cerdo salvaje, fuera de ataduras o medidas constrictivas que sujete su control expansionista hacia una deriva de alta densidad (me refiero a los vallados, tipología cinegética de una variante perniciosa y obscena de la caza tradicional), tiene mucho en sus raíces, al menos esa es mi creencia, en el amparo que les conceden las zonas de seguridad. En otro orden, dentro de la misma relación, pero de gran transcendencia, sin perder el hilo de la causa, las hembras del jabalí han sufrido transmutación en lo concerniente a la regularidad de su celo, un hecho cierto que se produce con más frecuencia, parece que mínimo dos veces al año, con iniciación a partir de cumplir los primeros doce meses de vida, con lo cual crece de forma exponencial la densidad de sus individuos; si además tenemos en cuenta la optima salubridad que posee la proteínica leche materna, excelente en grado de composición, --fruto de una sana y equilibrada alimentación-- de la que degustan con verdadera fruición durante el período de lactancia las numerosas proles que cada año traen a este mundo, se posicionan como las alternativas básicas, elementales, que sostengo, cara a la sobredimensión alcanzada de este animal.
Es evidente que no caben todos en estos “cobijos” donde protegerse. No hay sitio en el refugio o cada vez se reducen más los espacios habitables, determinado por su prolífica natalidad. Cumplido el trámite demandado por la naturaleza, que les une a sus progenitoras, una vez finalizado este ciclo instructor, alcanzaran la independencia caminando solos o acompañados, iniciaran una travesía cubierta de negros augurios. Se impone sin remedio la emigración, es lo que toca. Les espera otra clase de vida menos sedentaria, llena de vicisitudes. Muchos, la gran mayoría no podrán alcanzar la madurez, no tendrán el estatus de adulto que les pudiera conferir poderío y grandeza, no tendrán tiempo a crecer, serán objeto de abate, aún siendo muy jóvenes. Fuera de este contorno, atravesar sus límites, siempre traerá problemas a los de su raza; les espera algo que, no por desconocido no sepan; alguna experiencia siendo rayones o jabatos han tenido. Ya han sufrido los rigores de una que otra algarabía que les ha perseguido, cuando despistado el grupo, él nuevo día les cogía de regreso a sus madrigueras. (continuará)
Sobre el cómo y porque, lo que ha supuesto la creación de estas zonas, desde mi particular criterio, lo haré en una próxima entrega. Gracias por la atención que me dispensan. Muy agradecido.