Tal parece que la caza, los cazadores, en definitiva, tenemos
al “enemigo” infiltrado en nuestras filas. Cualquier cosa inapropiada e
inoportuna contradictoria que se diga o
publique en contra desde nuestro sector, será aprovechada al máximo por los
anti-caza para darle publicidad.
En la Revista TROFEO,
de la que soy asiduo lector desde hace muchos años, en su edición del mes de Marzo del presente
año, viene publicado un artículo firmado por una persona que se auto-titula
experto en caza y medio ambiente. Abogado,
según hace constar. Me referiré solamente a una parte del contexto de su
escrito; aquel que, una vez leído íntegramente, he considerado como el más
adecuado de comentar, haciéndome reflexionar sobre lo inusual de la propuesta
que traslada en el mismo a sus lectores, que no es otra que lo conveniente o
necesario de hacer controles de alcoholemia en monterías y jornadas de caza.
Hay que destacar en esta oportunidad, por lo novedosa que es,
una propuesta de estas características, puesto que en esta ocasión, no viene desde el lado de los de siempre, sino
que desde el propio sector de la cinegética se exige abiertamente la necesidad
de que se condicione la salida al monte de los cazadores, sin antes
haber pasado por la prueba indicadora fehaciente de estar en perfectas
condiciones, en su defecto, mermadas sus
facultades, por el posible deterioro físico y mental que produjese en uno o
varios pretendientes a participar de la jornada de caza, un exceso de ingesta
de bebidas alcohólicas o la toma de otras sustancias dañinas.
Sobre esta inusual pretensión, bueno será hacer una serie de
matizaciones, todas ellas con el intento de procurar minimizar el eco que ha
suscitado una versión subjetiva de una realidad que considero tan inapropiada,
como inoportuna. Para empezar quiero decir que, esto de declararse experto en
caza, tal y como se define el autor del artículo donde se da cuenta de estas
pretensiones no sé qué significado puede tener; no obstante parecerme una
petulancia de quien asimismo así se define. Lo cual me hace
ponerme en situación de alerta. Dicho esto, después de esta salvedad, quiero
decir también que bueno sería saber cuál es el campo de acción en la caza del
autodenominado experto.
Me refiero, si tiene por rutina cazar en fincas cinegéticas,
gestionadas por algunas de las denominadas “orgánicas”. Más que nada hago esta
pregunta, porque se sospecha que es aquí, en este tipo de monterías comerciales,
donde presumiblemente se produzca el contacto con el alcohol, si tenemos en
cuenta el protocolo de actuación para los intervinientes en esas cacerías antes de su comienzo. Me baso en
esta afirmación, puesto que en numerosísimos videos promocionales de tal y cual
montería, en esos vallados que denominan terrenos cinegéticos, sus gestores, tienen
establecido en la previa al comienzo de la montería, dispensar en sus
instalaciones a los participes y acompañantes, el servicio de un contundente almuerzo
en el que nunca faltan el vino y otros licores que pudieran ser ingeridos, en algunos casos, de
forma inadecuada y también con
frugalidad, que de todo habrá.
No sé lo que sucede en el transcurso de estas monterías de
lujo y cuáles son sus intervinientes y el estado en que se puedan encontrar,
que debe ser en la mayoría de los casos suficientemente correcta y apta para
cazar. Pero nuestro experto exige compartir puesto en las batidas con gente que
esté en condiciones de hacer una caza segura y no alterada por la probable bebida de alcoholes. Lo cual estimo yo, que este Sr. ha sido
testigo presencial o sufrido como damnificado los avatares de hechos de esta
naturaleza, lo que es posible pensar haya sido la causa que le lleve a
promocionar la necesidad de hacer controles de alcoholemia a los cazadores en
general.
Ocurre que por el contrario, en la caza social, aquella que
bien temprano, cuando las primeras luces del alba ya dan paso al día, momentos
en que se sucede la entrada al monte de los rastreadores con sus perros
atraillados y se oye el movimiento de la armada en su caminar hacia los
puestos, todo es distinto. Para empezar, no hay tiempo para sentarse en una
mesa a esperar que le sirvan un opíparo desayuno, acompañado de vinos de bodega
y licores destilados. El día es corto y hay que empezar lo más temprano posible
para apurar al máximo cualquier posibilidad que se presente. En el punto de
reunión, el habitual café, si acaso, a lo más, por alguno, un “sansón” y escasamente un orujo, si hace
frío. No se observan otras tendencias.
Para la caza social que se conoce, no hace falta para nada de
estos exámenes. Y, eso lo dice, quien lleva cazando muchos años dentro de la
caza asociativa; cuestión que debiera hacer considerada mi afirmación. Las
circunstancias que posiblemente concurran en torno al alcohol en las citadas
“orgánicas”, son otras: sencillamente no se dan en la caza social. Siempre
habrá una excepción que no se haya podido detectar a tiempo para tratar de
evitarla. No sería suficiente razón. Por
eso me parece que está fuera de lugar, en cuanto a este asunto, el pronunciamiento del experto.