Parece que de forma rápida, urgente y concisa se hace necesario incrementar en nuestra comunidad el cupo de jabalíes abatidos en cacerías, situando las capturas, en número de ejemplares, en un límite de seis como máximo.
Así fue transmitido a los cazadores asturianos a través de la comparecencia en la Comisión de Agro-ganadería de la Junta General del Principado, según publica un diario regional de alcance, por la actual responsable de la Consejería de Agro-ganadería del Principado, quien anuncia arbitrará medidas extraordinarias por parte de la guardería para controlar y reducir su población, instando de paso a los cazadores nos acerquemos a ese cupo de seis, toda vez que las capturas de este suido, al momento actual, las expectativas de una mayor extracción, se quedan muy por debajo de lo que se precisa.
Los argumentos de peso que esgrime la Sra. Consejera, exhibiendo como testimonio copiosas cifras documentales, se centran fundamentalmente en un apartado, cual es, la imperiosa necesidad de reducir el elevado coste económico para las arcas públicas derivado de los numerosos destrozos que este tipo de fauna silvestre provoca en tierras de labor y prado, amen de los consiguientes accidentes de circulación cuando irrumpen en vías de trafico de vehiculos de motor, con el consiguiente perjuicio para los damnificados a los que habrá que indemnizar en tiempo y forma. Seguramente habría que entrar en consideraciones de más hondo calado pero tampoco quiero ser exhaustivo e ir más allá de unas simples apreciaciones ante el alcance de lo que será, de llevarse a cabo, un inusual procedimiento.
Sobre este asunto de rabiosa actualidad, habrá que centrarse y ahondar en las prioridades. Si para la institución pública es de preciso cumplimiento, dadas sus carencias presupuestarias, una involución cuantitativa sustancial en la demografía del animal en cuestión, como medida mitigadora de sus desmanes y los efectos nocivos que produce, no lo es así para el colectivo cinegético que vería rebajadas a mínimos sus opciones de practicar la modalidad de caza mayor. Indudablemente para la administración con esta iniciativa aminoraría perjuicios: la necesidad notoria de adecuar sus finanzas evitando descubiertos en sus cuentas. Ocurre, por el contrario que se gesta una nueva situacion dolosa en la recaudación de tributos propiciada por la falta de actividad cinegética derivada de una nula o escasa presencia de jabalíes en nuestros cotos; ello equilvaldría a una dejación del movimiento venatorio, caería el consumo y las consecuencias ya son del todo conocidas.
Se debe de saber desde el ejecutivo que la caza en su conjunto es una industria que se nutre en términos globales de la demanda de sus productos en el mercado. El Jabalí en Asturias es el verdadero “Alma Mater” de la caza social (todo un mundo de dinamismo del que se nutren en cuantía diversos y señalados sectores creadores de empleo y riqueza), y sobre el influjo que ejerce su arrolladora personalidad y numerosa presencia en nuestros montes, gira un floreciente ejercicio economicista y deportivo que independientemente de la estima y satisfación que concede al cazador su practica, permite en tono complementario, un cierto respiro en la economía de muchas familias.
Por tanto las consecuencias de una posible reducción drástica en nuestra tierra de esta especie, activando mecanismos de aprovechamiento extremos ajenos en parte a los tradicionales que la caza desarrolla, tal y como se pretende llevar a cabo, en salvaguarda de los presupuestos del ejecutivo, sería ciertamente negativas para numerosas empresas y comercio local que se verían afectados a posteriori en una sensible disminución de sus ingresos. Algo que se precisa como muy necesaria mantener la evolución positiva del empresariado, sobremanera especial en tiempos de crisis como los que soportamos. Con estas medidas paliativas, que considero carentes de objetividad, que se presumen negativas para el conjunto de la sociedad (ha tenido poco “tiento” la Sra. Consejera en esta oportunidad, tan comedida en otras comparecencias de distinto tratado, al haberse pronunciado abiertamente sobre un tema tan delicado pues ha sembrado incertidumbre en varios colectivos) sobre lo que se pretende emplear, pudiera darse el caso de que se produzca un efecto “boomerang” para la administración, es decir que la actividad económica que genera la caza, decrezca en aquellas zonas objeto de acotado, pues ya se sabe que, sin jabalíes (la gallina de los huevos de oro) en nuestros cotos, la afición se hunde y no participa ante la falta de opciones que faculte el poder realizarse; lo que es posible desconozca la Consejera o no se ha querido tener en cuenta que para el caso es igual.
No todos los aficionados a la caza aceptarán en un futuro reducir la capacidad de poder cobrar jabalíes sin mostrar su rechazo a la imposición directa, por decreto o similar, de una norma de carácter subjetiva que les afecte. El cazador se mueve en grado de sensiblidad hacia su estado participativo en la caza; se ha equipado en prestaciones de mejora para desarrollar la práctica de este ejercicio como nunca lo hizo, buscando comodidad y rentabilidad para sus inversiones. Estas no pasan por recoger perdidas, lo que es igual a cazar menos, que bien pudiera ser nada, si el jabalí desaparece de nuestros montes por una acción reguladora indiscriminada indebida, no ajustada a las circunstancias que se requieren, llevada a cabo por el hombre y sus leyes, que no permita su conservación en parametros de sostenibilidad funcional para el cazador.
