Es de esperar que no nos carguen con este “mochuelo”. De ninguna de las maneras los cazadores deberemos atender esta responsabilidad que supuestamente se nos quiere trasladar, si se declara el lobo especie cinegética. Las cosas, en esta materia no están en Asturias como para que de forma unilateral pretendan, si es que esa es su intención (salvo que nos informen de lo contrario no debemos de pensar en otra cosa) desde la administración regional nos hagamos cargo del pago de las indemnizaciones al ganadero, de los destrozos que este poderoso carnívoro, produce en el ganado domestico cuando pasta en nuestros puertos y altas majadas; cada día más cercano a núcleos rurales, donde se detecta su presencia, dada su gran expansión alcanzada.
Regular el lobo, su incesante y excesiva demografía, a parámetros de sostenibilidad adecuada, pasa inevitablemente, a pesar de los pesares de alguno, por el dinamismo que la caza y los cazadores ejercemos. Pero una vez dicho lo cual, debemos interpretar las consecuencias lógicas que pudieran darse de su caza legalizada.
No hemos sido los cazadores los responsables de haber alcanzado el lobo su nivel poblacional. Han sido muchísimas las ocasiones en que nos hemos pronunciado sobre la necesidad de conceptuar a este depredador (observado su ritmo de crecimiento y lo perjudicial del mismo para los ganaderos y la fauna venatoria) especie objeto de abate. Hoy se pretende que los cazadores seamos una parte, sino toda, de la solución al problema, que amenaza con ir en sustancial aumento, lo que significa cuantiosos desembolsos por el Principado en atención a los damnificados. Trasladar la obligatoriedad de estas aportaciones económicas al colectivo social de la caza, tendría efectos determinantes negativos cifrados en cuantía económica, para algunas de las sociedades locales de cazadores que registran en sus terrenos de caza la mayor presencia de este cánido.
Seguramente haya opciones suficientes que permitan establecer mecanismos que permitan determinar a quién o quienes corresponde la atención a los damnificados que han sufrido numerosas bajas en sus cabañas de ganado, caballar, vacuno, etc.. No tengo ninguna duda de que haberlas hay. Faltaría voluntad para dar con el tratamiento adecuado. Cualquiera puede ser válida, menos otorgar toda la responsabilidad, por improcedente, al colectivo cinegético. Un sector exhausto en sus arcas, sobrepasando el límite de sus posibilidades financieras, abandonado a su suerte por la administración, que está originando serias tensiones de tesorería. Sería la “puntilla”.