Para el conjunto de la sociedad, especialmente aquellas personas que muestran esta sensibilidad, seguramente sea uno de los acontecimientos más sublimes que las especies cinegéticas nos pueda ofrecer en la campiña española, una de las épocas más bellas de la Caza Mayor. Recién entrada la estación otoñal, un campo agotado y sediento suspira por la llegada de las lluvias y la fauna silvestre ansiando encontrarse con la brisa placentera y aliviadora que libere de los abrasadores calores estivales. El ciervo cambia radicalmente sus costumbres en este período, convirtiéndose en un ser más atrevido. Un sonido gutural bravío, profundo, penetrante, canto de amor y guerra, se oye rompiendo el silencio de la serranía mesetaria y sureña, de los espesos y umbríos montes cantábricos en señal de dominio y señorío. Es el comienzo del cortejo y el desafío, (invitación para aceptar el combate o alejarse), llamado el venado macho a cumplir con las exigencias señaladas en su ciclo biológico, que la naturaleza, siempre solícita a modo de recordatorio, con periocidad le reclama, cargado de testosterona, hormona que impulsa la líbido, perdida la supuesta timidez y el sentido de la supervivencia o falta de atención al peligro, obsesionado con el sexo opuesto, se hace más vulnerable que nunca para aquellos que persiguen abatirlo, colofón de un buen lance.
En el eco de nuestros valles y montes una resonancia bronca, multiforme, alerta la presencia de la esbelta morfología de estos cérvidos. Es el conminatorio del celo, la advertencia a los intrusos o advenedizos de la misma especie que se adentran en zonas ocupadas, el comienzo de un ritual de lucha despiadada y cruel por la disputa de las hembras y el dominio del harén. Un espectáculo notable, distinto, con muchos adeptos para ser observado (una creciente atracción turística), cautivados por la emoción que la berrea produce, se desplazan a los muchos hábitat donde rondan estos ungulados, para observar y deleitarse con escenas exclusivas singulares, y sentir el efecto de la magnifica interpretación de una obra musicalizada, con variedad de tonos en sus instrumentistas, fruto de los estadillos que producen sus variadas bramas.
Llegado este momento mágico en que estos sultanes se desproveen, obligados como están, de la seguridad de su propia figura, el cazador adiestrado, siempre expectante, desde el sigilo y la necesaria atención que requiere un rececho, buscara y elegirá un buen trofeo. La caza del venado en esta modalidad, en tiempos de celo, ha consolidado una ola creciente de aficionados a esta práctica. La fuerte densidad alcanzada por esta especie, debido fundamentalmente, al establecimiento de las Reservas Nacionales de Caza que tras una encomiable gestión por los responsables del Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza (en Asturias ha sido fundamental, decisiva más bien, la labor llevada a cabo por la Sociedad Astur de Caza, en relación con esta especie) en los años sesenta del siglo pasado, hizo posible, con sus excedentes de cupo (procedentes de fincas estatales, de los montes de Sierra Morena y Toledo), y expansivas sueltas, una notable y rápida colonización de importantes asentamientos a lo largo y ancho de nuestra geografía nacional, dando lugar al advenimiento a esta modalidad de caza, de numerosos aficionados que en la actualidad ejercen de forma masiva esta atractiva modalidad, motivados por la singularidad y es de suponer, el gozo que les produce la propiedad de sus espectaculares cuernas.
No siempre tienen los lances las mismas pautas de comportamiento. En las dehesas centrales y sureñas, quizás, recechar a estos animales tenga una catalogación distinta, cuantificada en un mayor número de posibilidades debido a la cobertura abierta, menos montañosa de sus espacios que permiten detectar y visualizar con más rigor este tipo de reses. Muy al contrario de los espesos bosques norteños, de gran frondosidad y los collados y picos que los circundan, cubiertas de espesa y alta vegetación que dificultan una observación eficaz, a la vez que obliga a realizar un esfuerzo físico superior como complemento a esta actividad, debido en ocasiones, a lo impenetrable y fuertes desniveles característicos de su orografía a la que es necesario vencer, si se busca obtener el éxito que se persigue.
Este tipo de caza tan interesante y con esta especie, a decir de muchos, representa, dentro del panorama cinegético español el momento cumbre de la temporada. Sin ánimo de enmendar la plana a nadie, cada uno tiene sus preferencias, sin duda respetables, es de entender que no todo el mundo tiene el mismo convencimiento. La he practicado en diversas oportunidades, con distintos resultados, siendo una modalidad que me ha transmitido buenas sensaciones, me atrae siempre la caza del venado macho y siempre que puedo y está a mi alcance la practico. Evidentemente la emoción que me produce abatir un jabalí, (nunca me ha decaído, tras la captura este animal he dejado y lo sigo haciendo, afortunadamente, gran parte de mis energías) precedido de una frenética huída, derrochando adrenalina a raudales, perseguido por los perros en pos de su libertad y luchando por su vida no es comparable, al menos para mí, a los distintos desenlaces que se puedan dar dentro de la Caza Mayor.