Algo
de bueno está cambiando en la imagen de la caza en cuanto a
reconocimiento y aceptación de los valores que promueve. Esto no ha
sido por casualidad, menos por una posición derivada de un ejercicio
especulativo. Es la evidencia de que la caza ha encontrado, a
través de técnicas que se aplican a la enseñanza y educación el
camino adecuado por el que transcurrir para relanzar su prestigio y
reputación. Al mismo tiempo sirve de respuesta cada vez más
positivas a quienes distorsionan de forma deliberada la realidad de
su esencialidad.
Todo
ello es motivo de concebir esperanzas en el porvenir, sabedores los
cazadores que existen diversos movimientos en sus organizaciones e
instituciones, que se encuentran en ese proceso intensivo y extensivo
de trasladar a la sociedad conceptos que no dan lugar a inequívocos
sobre su actividad. Mas que una sensación se tiene la certeza, de
la existencia de indicadores que muestran una corriente de opinión
pública, ahora mejor informada, que ha abandonado las firmezas
expresivas de aquellos pronunciamientos de construcción retorica que
tenían la finalidad explícita del rechazo continuo a nuestra
actividad.
Afortunadamente,
el frustrante absentismo informativo y de comunicación que ha venido
padeciendo el sector,
ha
dejado de ser inoperante. En su lugar se ha instalado un sistema de
credenciales informativas, compendio de lo que realmente ocurre en el
mundo venatorio para que sirva de conocimiento profundo y método de
evaluación objetiva de una práctica fuertemente involucrada en el
servicio altruista a la sociedad.
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