La caza es uno de los ejercicios más honestos y nobles que el hombre pueda realizar en la naturaleza, cuando su práctica se hace de forma sostenible y con respeto hacia el medio y la fauna propia de su actividad. Diversas modalidades de caza tienen cabida en este denominado arte que es la cinegética, todas sin duda atrayentes y emotivas para el aficionado. Entre esta amplia versatilidad de opciones que nos ofrece la caza, el rececho, posiblemente sea el que mejores sensaciones transmite en cuanto a la pureza de estilo y visión conceptual deportiva. Es una individualista personalidad, la que tiene el hombre de la acción de cazar, que le hace integrarse en el entorno natural, localizar la pieza, efectuar convenientemente su valoración y progresar con cautela en la aproximación a la misma con el objeto de realizar el lance en las mejores condiciones posibles.
La caza a rececho nunca en nuestro país ha gozado de una larga trayectoria y tenido tradición; en realidad se lleva practicando en España de forma más intensa y generalizada desde la segunda mitad del siglo pasado, momentos de la creación y desarrollo de un nuevo ordenamiento cinegético en nuestro país que desembocó en la creación de parques y reservas sometidos a una disciplina bajo la tutela del estado.
La explosión demográfica evolutiva, en cuanto a densidad y calidad que la fauna venatoria (caza mayor) en libertad ha tenido en estos últimos años, ha hecho posible el advenimiento a la cinegética de una clase predominante, en cuanto a su capacidad adquisitiva se refiere (no olvidemos los precios que se aceptan en las subastas, prohibitivos para economías modestas, muy alejados de una capitalización ecuánime) que han descubierto en esta práctica, expectativas y sensaciones, si acaso distintas y no tanto emocionales, como pueda ser la caza en batida o montería con características y peculiaridades de otra índole. Dentro del rececho, la capacidad para hacerlo, se circunscribe a las condiciones orográficas que señalen la identidad del habitat y la adaptación de la especie a su ecosistema. Se ha dado en llamar el rececho de montaña (rebeco y cabra montés fundamentalmente), a diferencia del que se hace en bosques, llanuras o colinas (Corzo, venado, gamo, muflón conviven más cerca del hombre y se habitúan a su presencia y compañía, lo que facilita su mejor aprovechamiento), más sosegado y tranquilo, como el más valorado; el que guarda mayor idilio con lo auténticamente puro, derivado de un supuesto mayor tecnicismo en las formas de llevarlo a cabo. La caza en alta montaña, supone un gran desafío para el cazador. requiere estar en posesión de una buena condición física, es sinónimo de voluntad y presencia de ánimo, que permitan sobrellevar los esfuerzos y dificultades que se han de sortear; presenta grandes inconvenientes en la efectividad del disparo, casi siempre efectuado a grandes distancias, por las escasas ventajas que concede la res, siempre alerta en su territorio, esquiva y huidiza y en prevención de aires delatores que le lleguen y le haga desconfiar.
El recechista, salvado el hecho que se presume del buen estado en que se encuentran su arma y visor, no debe de estar exento de las cualidades necesarias que requiere este buen ejercicio. Los conocimientos adquiridos, atribuidos, es de suponer a su trayectoria, le harán ser conocedor del medio natural y un estudioso, o cuando menos preocupado, de las querencias y costumbres de la especie que intentará abatir, cauto en evitación de conceder vientos, sigiloso en la prevención del ruido, persuasivo y generoso en el esfuerzo si fuera necesario, dependiendo siempre de la capacidad de su estado físico o de los medios a su alcance.
Evidentemente, la figura del guarda acompañante, dando por supuesto aspectos solventes de su sapiencia, toma cuerpo esencial; su actitud, debe de ser de clara simbiosis con el cazador, comunicativo y generador de confianza, aspectos fundamentales para un desarrollo y resolución feliz en el cobro de la pieza. Para el titular del permiso, una situación creada que no le haya permitido estar en posesión de la tranquilidad necesaria, pudiera tener incidencia negativa en la ejecución del disparo. Es muy importante que este se haga relajado, sin nervios y que nadie nos apure, bien de apoyos (necesaria en estos casos la mochila), paciencia para que el animal nos ofrezca un blanco amplio, un arma resolutiva, de reconocida trayectoria y munición adecuada, serán los elementos básicos para obtener el buen fin que se persigue, siempre y cuando la climatología y el tiempo reinante no lo impida (lo de la autoridad competente lo damos por hecho).