Parece que sobre esta mítica especie protegida (nunca suficiente), secular residente de nuestros montes coníferos cantábricos, se cierne una enorme tragedia. Su demografía, se sitúa en un estado límite, al borde de la desaparición. Las informaciones que llegan a la ciudadanía, trasmitidas por técnicos y estudiosos de sus hábitos y costumbres, nos hablan de un estado regresivo constante en su densidad. Una pérdida sustancial o definitiva de su presencia en la masa forestal, propia de su hábitat, alcanzaría perniciosa influencia en el necesario equilibrio del ecosistema, que se vería desposeído en su composición, de uno de sus elementos más carismáticos y distinguidos
Atajar la decadencia del Urogallo, está siendo en la actualidad, objeto de atenciones especificas, todas ellas encaminadas a tratar de evitar y revertir este despoblamiento. Se han iniciado acciones, por parte de la Administración Regional del Principado, en base a la creación de un centro reproductor y cría de esta especie. Se trata de un proyecto, puesto en marcha, con eclosión en cautividad de sus nidificaciones que permita con esta medida la inserción de esta ave, en sus espacios naturales de habitabilidad. El panel explicativo, sobre esta novedosa (en nuestra comunidad) metodología, no parece sea convincente para los eruditos en esta materia, trasmitiendo dudas en cuanto a su finalidad y logros. Se prevé (a decir de los expertos) dificultades en los programas de rehabilitación, control y fomento. De todas formas, bueno será para el urogallo cantábrico que se adopten iniciativas, aunque puedan ser tardías y quizás no se llegue a tiempo de evitar su extinción.
A esta carismática especie, joya y reliquia de los asturianos, se le han unido, en las últimas décadas, enemigos acrecentados. En la actualidad, no es el hombre, los cazadores, quienes le acosan; desechadas por sabidas estas sistemáticas acusaciones (desclasificada como cinegética y por lo tanto prohibida su caza desde hace más de treinta años), conviene decir que son otros los agentes causantes en este ritmo gradual de pérdida. Coincide este descenso poblacional del urogallo, con el elevado aumento y proteccionismo que se ha configurado en torno a la fauna salvaje, sobre la que no ha habido, en casos concretos, suficiente regulación y en otros la formación de un equivocado estilo, de carácter conservacionista, que ha determinado que unas especies, tengan una influencia superior negativa sobre otras, al ser objeto de alimentación de los depredadores más fuertes. Aquí el urogallo ha tenido todas las de perder; forma sus nidos en el suelo del bosque, una razón poderosa que le impide sacar adelante sus crías, dadas las condiciones de una exagerada concentración de animales salvajes en torno a su figura.
Existen factores de riesgo que impiden albergar esperanzas; la invasión de ungulados, concretamente el venado, de amplísima presencia en las arándaneras de nuestras sierras en busca de sus frutos, una de sus bases de alimentación, ha privado al urogallo de este importante complemento de su dieta. La construcción y mejora de caminos rurales, falta de limpieza en la masa arbórea y del sotobosque, pistas forestales, invasivas de su medio, incendios, furtivismo (nada que ver con el cazador responsable), han sido también, junto a otros, agentes canalizadores de su declive.
A diferencia del Lobo y el Oso, mucho más mediáticos (reciben, los guardianes de la custodia de estos dos vertebrado, ingentes cantidades de bienes materiales y económicos, en gran medida procedentes de fondos europeos), el urogallo ha carecido de estas aportaciones (de ahí la inhibición que muestran nuestros regidores y otros organismos o fundaciones sobre su personalidad y trayectoria vital), sin una necesaria “paternalidad” que le cobijase. Razón fundamental para estas carencias, que ha permitido su indefensión. Ha estado desasistido, sufriendo la indiferencia del asociacionismo ecológico (es más rentable trabajos dedicados al oso y al lobo, por aquello de las subvenciones y publicidad que estas especies otorgan a sus correligionarios) y de nuestros responsables autonómicos, que han mirado para otro lado, aún a sabiendas de lo que estaba sucediendo.
Por tanto, ilusionarse con esta nueva expectativa, creada por nuestra administración, desearles suerte en sus programas, es sin duda, un deseo compartido por los amantes de este tipo de fauna, vecinos nuestros, que a través de su morfología, lo hemos concebido como una seña de identidad, propia y entrañable que acompaña nuestra idiosincrasia como pueblo.
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