NO SE HAN HECHO NI AUTOCRITICA; SOLAMENTE EL SR. HARTASANCHEZ, DEL F.A.P.A.S, PERSONA QUE CONSIDERO Y VALORO, HA TENIDO A BIEN RECONOCER EL ERROR DE NO CONCEDER MAS COBERTURA, DESDE LA ORGANIZACION QUE PRESIDE Y EN GENERAL, AL CONTROL, FOMENTO Y PROTECIÓN SOBRE UROGALLO.
El Lobo y el Oso, siguen gozando de todo tipo prebendas que les permita sostener e incrementar su nivel poblacional, cuestión que no está mal, siempre y cuando que la proporcionalidad en la interrelación hombre-naturaleza, sea la adecuada y no sufra de despropósitos. De estos gozos benefactores, el Urogallo Cantábrico, también vecino y residente en nuestros montes de haya y abedul, a los que por desgracia ya no adornan con su presencia como antaño, desaparecidos sus cantaderos, a la vez que otras especies silvestres, clasificadas como protegidas, han sido excluidas y por tanto desprovistas de ayudas en la misma proporcionalidad que los citados a los que han ido a parar todos los efectivos. Parece que algunas medidas de última hora, adoptadas con retraso, en torno a nuestra ave, a la que tratan de restituir en sus clásicos hábitats, con un tratamiento de reproducción y cría en cautividad, ofrece serias dudas sobre una positiva reintegración. En el bosque, conviven, cada vez más, enemigos seculares del Urogallo, un gravamen añadido, teniendo en cuenta las escasas y limitadas facultades que por sí sola esta especie tiene para defenderse y reproducirse.
No debe de haber variedad de criterios ni intereses contrapuestos en la debida protección necesaria sobre cualquier tipo de fauna salvaje. Ha sucedido que no todas las especies silvestres con hábitat en nuestra tierra, tuvieron y gozaron de las mismas oportunidades para preservarse. Es evidente que el Urogallo asturiano, nuestra gallinácea más emblemática para los asturianos, ha sido el hermano pobre, aquel desprotegido, abandonado a su suerte y desheredado, sin merecerlo. La situación dramática en que se encuentra este ave en la actualidad en cuanto a su número de efectivos se refiere, a punto de extinguirse, dado su escasa capacidad demográfica, representa un fracaso, sin paliativos, del conservacionismo medioambiental (al que habrá que reconocerle otras cosas) en cualesquiera de sus manifestaciones. No han prestado la suficiente atención, ni tiempo ni dinero, para evitar que este hecho se haya producido. Han mirado para otro lado; alguna organización muy significada, lo ha reconocido abiertamente. Mas centradas estas organizaciones en la supervivencia y crecimiento cuantitativo de osos y lobos, que se han llevado los incentivos en forma de cuantiosas y generosas subvenciones cedidas por el Gobierno del Principado y diversas organizaciones afectas a la Unión Europea, incluso de ámbito empresarial, para la sostenibilidad y fomento del primero y el pago a los damnificados por los numerosos destrozos que el Lobo, muy prolífico en sus camadas, cada día colonizando más territorio, infringe en el ganado domestico.
Es una ley establecida por la propia naturaleza: el pez grande se come al chico. Un hecho cíclico en donde las especies que desarrollan su ritmo vital en completa libertad, adaptan su actividad reproductora elevando o disminuyendo su nivel poblacional, en función de lo que el medio en que habitan les prodigue para su alimentación. Es la disfunción que genera el desequilibrio de una insana gestión, debido a las fuertes presiones que en algún momento ciertos grupos conservacionistas han establecido como preferencia en la salvaguarda y fomento de un tipo de fauna poderosa, por su fortaleza y voracidad, mediática en la cadena informativa, a la que no faltan programas de sensibilización cara a la opinión pública, en detrimento de otras más débiles, que les ha llevado a estas últimas ponerse en serio peligro de extinción.
El conservacionismo de pensamiento único con pretensiones de materia medioambiental saludable, tiene toda la forma de ser una teoría de contexto a veces inadecuada; evidentemente no de un tiempo, el actual, que reclama actuaciones con aptitudes racionales más equilibradas que las que demandan como saludables para el ecosistema cara a la sostenibilidad de la fauna salvaje (especialmente la protegida). Para el mantenimiento del equilibrio ecológico es un falsario cálculo que el carácter primitivista ideológico de algunas organizaciones de este activismo que en ocasiones presenta, en las alocuciones de sus líderes, muestras inequívocas de poseer un perfil de conocimiento en materia de sostenibilidad medioambiental, escaso de ilustración, contrario por defecto de su credo a la actividad cinegética, no queriendo reconocer las aportaciones beneficiosas de su buen y saludable ejercicio, alejados de oportuna racionalidad derivada de la exposición simplista de sus criterios, cuando, sin ambages imprimen a su dinamismo exigencias de máximo nivel proteccionista. Las consecuencias de un establecimiento basado en formas defensivas a ultranza en el fomento de la fauna silvestre a un ritmo inadecuado, en ocasiones desproporcionado e innecesario, dada la densidad alcanzada y los problemas que de la misma se derivan, adquiere por si misma principios de fragmentación en el necesario equilibrio faunístico del espacio natural, muy negativos, de unas especies indefensas que alcanzan categoría de presas, en beneficio de otras, denominadas predadoras. Que no haya desfase en el sistema es todo un reto que se debe de afrontar conjuntamente por las partes implicadas. Para evitarlo habrá que aportar medios en formato de programas preventivos que lo impidan. El ecosistema, en cuanto a los recursos naturales renovables a través de la caza, o aquellas otras especies clasificadas como protegidas debe de estar adaptado a capacidad regeneradora sostenible, conveniente y suficiente. Ir más allá de estos conceptos, no parece sea lo que se necesita.