JABALI ABATIDO CON CALIBRE 270, 150 GR.
Aturde y
desconcierta pensar sobre la mejor conveniencia en adaptar a las circunstancias
un tipo de munición adecuada, garante por sí misma, de una concesión de
prestaciones de acuerdo con nuestros intereses o voluntades. No he sido prodigo en variar de munición y
armamento; me he guiado por la acumulación de experiencias en cuanto a resultados
satisfactorios y, a ellas, me atengo, sin que por eso haya dejado o deje de
valorar y considerar las vivencias de otros. Alguien me podrá decir que no estoy
o estuve acertado. En todo caso, me remito a los hechos.
El mercado
de la balística se encuentra ampliamente saturado de ofertas en cuanto a
calidad y cantidad. Nos aturden a los cazadores. Surgen por doquier en los
medios temáticos, especialistas reconvertidos en comerciales, delegados de la
voz de su amo, glosando las bondades de
tal o cual marca de proyectil. Para la modalidad de la Mayor, a la que
únicamente me referiré, se encuentra a disposición del usuario una amplia y
variada gama de este tipo de producto, vendida
como herramienta fidedigna sin parangón, nunca antes conocida, a decir de sus
voceros. Es una prueba fehaciente que es oportuno decir en esta ocasión,
aprovechando una vez más, que esta dinámica genera un importante caudal de riqueza en el conjunto
de la economía española y por deriva en
el número de empleos.
Yendo al
grano, diré que sigo en mis orígenes. No me ilusionan los calibres para cazar
fuera del 27O, 30,06 e inclusive el 7mm R.M. Hasta ahí llego. Sus prestaciones
tienen la suficiente fiabilidad para concederles toda mi confianza. No es a
todas luces una versión subjetiva. Si alguien pone en duda la eficacia de los
mecanismos prescritos, como parece se
cuenta en algunas crónicas, estaría faltando a la verdad, bien por desconocimiento
o intereses concretos. Me he movido durante años con estos calibres y, por lo tanto,
estoy en condiciones de poder decir,
desde mi experiencia con ellos, que son realmente óptimos. Cualquier especie
cinegética de las muchas que se han abatido en España, han tenido el marchamo
de su eficacia.
En cuanto a
proyectiles, los tengo en orden preferencial, dependiendo para que modalidad. Debido
al elevado componente de vegetación que
cubre la orografía asturiana, que da lugar a que la caza tenga muchísima
defensa y difícil ver a estos animales a
distancias superiores a 40-50 metros, lo que se deduce que el disparo se hará
de cerca, resultando muy determinante en
su finalidad, munición blanda de 150 gr.
para el 270 y 165, 180 gr, en el 30,06.
Son municiones adecuadas, suficientes. Hay otras distintas con cargas de 247
graims, 260, de ahí hacia arriba, calibres muy superiores, tipo de los
africanos, que se me antojan innecesarios
para la clase de fauna ibérica, pero que respeto.
En la época
a la cual me remonto, momentos de mis
inicios en el mundo de la caza, los
calibres 30,06, 7,62 y 7,92 no se prodigaban. Quedaban circunscritos solamente
a personal militar de graduación y algún que otro cazador adicto al régimen,
con “patente de corso”. Calibres tipo 300, 375, 9,3x62, 9,3x74 de los que la
actualidad se puede ver con asiduidad en cualquier cacería norteña, suponían ser unos auténticos desconocidos. Desde
entonces acá, mucho han cambiado la situación en el campo de la pertenencia y empleo de
armamento y munición para la caza.
Un calibre de probada eficacia en distintas
modalidades hacia su irrupción a
principios del último tercio del siglo XX, en el mundo venatorio una vez aparcado el 12 de la escopeta; en su
defecto el 20. Me refiero, en mi caso, al 270 Breno, de cerrojo Mauser, con un máximo
de 150 gr. por aquel entonces último grito de la moda; aspiración de un sinfín
de aficionados. Lo llevo usando desde hace treinta y muchos años. No le di el
relevo definitivo; me cuesta dejarlo en el armero y, dependiendo de que la zona
de caza tenga espacios abiertos, siempre acaricio la idea de que me acompañe al
puesto.
Volviendo a
la munición, la disparidad de criterios en la catalogación, siempre hace
concebir dudas. No debiera de ser así. La tecnología punta que se decía antes, con la que se trabaja en la actualidad, es la causante de que cualquier tipo de
munición expuesta en el mercado para su promoción y posterior venta tenga un componente de probada eficacia
de cara a satisfacer al consumidor. Por eso, se debe considerar como apropiada
cualquier decisión que se tome al
respecto, toda vez que la variación, si
se diese, tendrá igualmente efectos
positivos.
Hay un tipo
de munición para cada modalidad; no todas valen para lo mismo, aunque también:
el caso es apuntar debidamente, si la distancia es la adecuada y permite esta
posibilidad. Acudir a realizar un rececho, dependiente del tamaño de la pieza
objeto de caza y una ubicación que impida acercarse convenientemente a la pieza
objeto de ser abatida, requiere de prestaciones distintas a las de un apostado
cazador, guardián atento del pequeño claro de un matorral, zona de supuesto
transito jabalinero. La distancia y el volumen de la pieza marcarán la diferencia;
a estos efectos, se hace preciso disponer de rasante, potencia y visor
adecuado. En dichos supuestos, el 7 mm.
R.M. goza del favor de muchos incondicionales, entre los que me encuentro.
Evidentemente
la munición debemos derivar su uso hacia cosas concretas, en función de sus
características. Imprescindible que un rececho a Rebecos, Corzos etc., nos obligue, salvo excepción, a tener que
desenvolverlos en la distancia y efectuar un disparo de acuerdo con estas
condiciones, requiriendo los servicios de una bala aerodinámica con suficiente
velocidad en la llegada. Para piezas cinegéticas de mayor envergadura
morfológica, de las que campean por suelo patrio, se buscara la conjugación de
la trayectoria y la potencia que desemboquen en un mecanismo de parada
resolutiva por su contundencia.
Bueno, todo
esto, no deja de ser una opinión. No trato de instruir a nadie. Solamente quise
hacer un comentario desde la visión simple de un cazador de a pié, que no entiende de tecnicismos. Para esto último, hay verdaderos expertos.