Jony y Alvaro, la juventud de la Peña de Caza "Tolinas" de Grado-Asturias
Luis Tamargo, compañero de caza, experto montero y persona cabal, junto con su hermano José, entrañables ambos a los que les tengo gran aprecio, me sugirió la posibilidad de escribir unas líneas; (acepto el envite e intentaré ser breve y conciso: seguro que me alargaré, si es así, espero Luis tú comprensión y me disculpes: sé que la lectura es una de tus grandes aficiones) sobre un rececho de venado fallido, de cuyo lance he sido participe directo.
No me ha sido posible abatir esta especie en la Reserva Regional de caza de Proaza (Asturias) y ello a pesar de las expectativas creadas, dado la gran densidad poblacional de estos ungulados que tienen su hábitat en estos terrenos tan singulares, debido a la formación de su calcárea, abrupta y frondosa orografía, marco ideal para el arraigo de todo tipo de fauna salvaje (en las dos jornadas de mi estancia en terrenos tan cualificados, he podido contemplar, en plena libertad, sin vallados ni cercas, figuras de nuestra naturaleza tan significativas, por su fuerte colonización en estos asentamientos, como el magnífico gato montés, venados, corzos, jabalíes, perdices, buitres, águilas y un largo etc.), en definitiva, la posibilidad de admirar, una vez más, sin cansarme, un panorama de recursos naturales, fauna y flora con el aditamento de espectaculares vistas, todo en un entorno natural que aún conserva, como privilegio y atributo, el añejo sabor de la Asturias rural profunda, configurado por nuestros antepasados, la expresividad verde de sus bosques y praderías y un ganado domestico excelso en su morfología.
La climatología, (aguaceros y niebla) en parte, no ha sido toda la generosa que hubiese necesitado como aliado preferente. No entiende el tiempo de menesteres y urgencias, por lo que no caben disculpas. Ello no ha impedido que hubiera posibilidades de realizar lances; en esta única oportunidad no ha habido esquiva suerte: el animal, en su propio ambiente encamado en el bosque, por circunstancias obligado a una rápida y eficaz huída, más avezado y agudo que el cazador, contó en esta ocasión con lo "mullido" del terreno, debido a la lluvia, imposibilitando ruído; agazapado el "esperista" y a la expectativa dentro del” paganeu”, como último recurso, la pieza ha sabido urdir la trampa tendida y buscar una salida airosa de su lugar de descanso en pos de su existencia. No hubo materialización, pues el disparo fue errado por el que aquí suscribe, concediendo pié y lugar, para que el animal objeto de abate, todo un buen ejemplar, pueda transmitir su herencia genética a la próxima generación, a través del sublime reclamo de su berrea y la formación de su particular harén.
En estas doble jornadas de caza, remitía de forma lenta e incesante la intensidad del celo y los broncos bramidos de este herbivoro proyectados a los ecos de nuestros valles y a los aires de nuestras sierras, como signo inequívoco de sus deseos sexuales, provocados a decir de los expertos, por la concentración de testosterona (hormona secretada por los testiculos) en el macho y del astro (época del celo de la hembra); otras teorías, conceden criterio y veracidad a ese grito poderoso y uniforme, mítico y mágico, el que provoca la ovulación de la hembra; vuelve este lidiador, después de ser meritorio amante y salir victorioso en duros combates amorosos a sus niveles de cautela y desconfianza (finalizada la época desinhibidora de su exposición), cansado por su vigoroso esfuerzo en cumplir con las exigencias que la naturaleza, siempre tan puntual, le tiene solicitado, ya no ofrece generoso como tributo la presencia de su escultural figura, la armonía sutil de sus movimientos al caminar y el ornamento de su trofeo que luce en su cabeza como signo inequívoco de su poderío frente a sus congéneres; se muestra esquivo y poco dado a permitir acercamientos visuales y alerta de cualquier emanación que le señale peligro para su integridad. Jugaba, el que aquí suscribe, en tiempo de descuento y no quedaba otra alternativa que hacer un último esfuerzo, con sigilo, fiel a las instrucciones que el guarda acompañante me daba, el día declinando y la penumbra próxima, proceder a la última entrada a dos de estos animales, que prestos y avistados de lo que les podía venir encima, no dieron opción a la finalización de sus días de honor y gloria. Seguro que alguna torpeza hemos cometido o demasiados vientos le hemos dado.
La caza, su práctica y dinamismo, tiene alternativas distintas en sus desenlaces. Unas veces se convive con el éxito y evidentemente, bueno será analizar y asimilar con la importancia que se le quiera dar, las causas de lances fallidos. Son las espinas.