
Cualquier
medida que se tenga que adoptar en orden
a regular la densidad de especies cinegéticas, en el caso que me ocupa, el
jabalí, deberá pasar forzosamente por la
mano de los cazadores, en orden de justicia a sus conocimientos y práctica.
Algunos
jabalíes que en sus incursiones en busca de alimentación, o bien desorientados,
visitan con frecuencia los extrarradios de Oviedo ciudad, tienen como
procedencia ser nativos y residentes en
las zonas de seguridad creadas alrededor de dicha urbe. Disponen de
asentamientos en las áreas periurbanas, espacios en donde esta prohibida la
caza, situadas en los alrededores de núcleos de población
Ya hace
tiempo que el suido y sus piaras rondan zonas cercanas a la capital de
Principado, llegando incluso a penetrar en su casco para extrañeza y asombro de
la ciudadanía que los contempla, desconocedora en vivo del carácter morfológico
característico de esta magnífica
especie. Los acontecimientos de los últimos días, en que las andanzas de un
jabalí a altas horas de la noche por calles céntricas de Oviedo dejando
suficiente huella informativa en la red,
ha supuesto un desmesurado motivo de alarma en las ediciones de algún que otro
medio, que tal parece que a los habitantes de esta ciudad nos ha invadido los
jabalíes.
La densidad
jabalinera ha crecido en diversos asentamientos ubicados en la zona periurbana
que rodea la ciudad, consecuencia directa de no permitir en las zonas de
seguridad a las gestoras de caza su regulación por métodos convencionales entre
los que se encuentra la modalidad del aguardo como posible hecho más eficaz y
menos traumático, derivado de su limpieza en el lance.
No existe excepcionalidad en la sobredimensión
de esta especie, ni motivo de preocupación excesiva para la integridad física
de las personas, si no se les acosa con impertinencia, especialmente las
hembras cuando están con sus crías que no les gusta que las molesten. Ocurre
sin embargo, que la movilidad de la que hacen gala estos animales durante sus
recorridos nocturnos en busca de comida permite avistar a los mismos en
distintos puntos.
Parece que
hay expectación en torno a la sostenibilidad de este cerdo salvaje. Desde el
Ayuntamiento de Oviedo y la Consejería oportuna, se toman medidas a través de
sus respectivos cuerpos de seguridad con el fin de hacer batidas
indiscriminadas en orden a no poner límites a sus capturas. Se quiere rebajar a
toda costa el estado cuantitativo del suido en cuestión en el municipio
ovetense. El procedimiento empleado para ello no obedece a la ortodoxia que
marca el estilo ético de las monterías que se celebran en Asturias,
fuertemente limitadas a cumplir con la
rigurosidad del estado legislativo.
Resulta
improcedente y ha sido motivo de quejas de distintas sociedades locales de
cazadores, el haberse visto truncadas sus expectativas de tomar parte activa en
el proceso de descaste. Las administraciones locales y regionales, han hecho
caso omiso del apoyo ofrecido reiterativamente por las gestoras, siempre
dispuestas a colaborar en lo que se requiera en el bien de la protección
medioambiental y en cualquier orden de la vida.
Es de
esperar para el futuro no tengamos que tener que soportar los cazadores actos,
sin entrar en detalles, tan sumamente
desagradables como los que se supone acontecen en estos días en la falda sur
del monte Naranco. Indiscriminación en
capturas, sin cualificar su origen, edad y sexo, periodos de lactancia y cria, etc.
con artilugios que, paradójicamente no están
autorizados en la caza tradicional.