Convivencia, comunicación y conocimientos son tres dones esenciales inmutables, que distinguen una personalidad creativa de conjunto. La caza,
dentro de los elementos de su composición, no vive ajena de estos señalados principios, con la
salvedad hecha, de aquellos que tergiversan
con puntualidad sus postulados, cuando la hieren de gravedad en su ideario, confiriéndole, la
orientación de un oficio de egos, donde acuna el alma de pequeñas o grandes vanidades. No es ese el reflejo
vinculante que produce la caza de sus
valores civilizados Su práctica, nunca debe de ser entendida como un ejercicio estéril ni perturbador sino, referencia de un hecho social trascendente
y destacado, factor legítimo de integración y concordia.
En cuanto a la convivencia próxima, fuera del ámbito de su acción directa o estado
participativo, efectivamente, son
múltiples las relaciones personales que nacen, crecen, unen y se consolidan en el transcurrir del tiempo,
incluso más allá de su propia generación. La caza se traduce con asiduidad en
un claro ejercicio de generosa actitud en el culto a la amistad sincera. En la
unidad de los grupos, a pesar de la existencia
de distintas analogías, cohabitando al unísono también sentidas afinidades, prioriza el criterio unánime de respeto mutuo
a las diferencias que pudieran darse en base a estos supuestos y a la igualdad
en el trato en perjuicio de pretendidos privilegios.
Tiene la caza, poder hegemonico de comunicación: no es un
tópico decir que se ha convertido en una fuerte corriente de opinión de
referencia importante en un mundo monotemático de amplio alcance. Numerosos
reportajes y artículos bien estructurados en su contenido versando con
elocuencia y edificante prosa sobre su actividad y vertebración, lo acreditan, plasmando la realidad virtual de lo que acontece en un
escenario natural definido; también de marcaje sobre la hoja de ruta, deriva de una estrategia
reivindicativa en las ocasiones que se
requieran, en defensa de sus intereses que, en definitiva, serán los de todos, en clara voluntad docente que traslade razones
sentidas a la sociedad sobre sus funciones especificas y complementarias de la
que es deudo por arraigo.
Transitar por la caza permite acercarse a lugares
insospechados de los cuales nunca antes habíamos tenido la oportunidad de ser
visitados. Es el ejercicio de la caza el
que nos ha traído hacia a ellos. Una ventana abierta como observatorio que
ilustra nuestro pensamiento; impreso queda en nuestras retinas y en el
recuerdo, paisajes naturales de singular
beldad que la naturaleza, siempre generosa en la exposición de sus rasgos
característicos, nos permite contempla en su variado explendor. La observación,
aunque sea de paso, de ambientes rurales pergeñados de semblanza histórica, de
tradiciones gastronómicas, usos y
costumbres singulares que acrecientan el conocimiento.
Por todo ello y mucho más, la caza merece ser reconocida como
elemento de concordia.