Qué duda cabe que a la caza social en nuestra comunidad se le ha atribuido, desde las instituciones públicas, la responsabilidad de ser el único deudor, excluyendo a cualquier otro colectivo, empresarial o social, con participaciones, sino con apoyo y ayuda al sector, al menos en cuanto a recogida de beneficios, gracias al movimiento económico que genera el fuerte dinamismo de la actividad cinegética, en algo que no han sido, ni querido ser, participes en cuestiones tan significativas, dada su transcendencia, como coadyuvar a ejercer el protocolo de atención definitiva en su tramo final, es decir, el pago o indemnización a través de las instituciones gestoras de cotos regionales de caza, de los perjuicios que la fauna cinegética origina en parte del sector productivo primario, en terrenos objeto de acotado.,
La caza corporativa en Asturias es un sector altamente deficitario en ayudas oficiales. Sufre de agravio comparativo en relación a otros deportes, altamente subvencionados con dinero público- Una característica especial como esencia de su singular idiosincrasia se encuentra precisamente en su falta de lucro. La sostenibilidad de la fauna cinegética en los cotos regionales sociales requiere de una formación estructural económica que conlleva numerosos gastos y en ciertos momentos inversiones; cumplidos estos trámites, no queda nada en las arcas de las asociaciones, si acaso deudas que habrá que afrontar de la mejor manera posible.
Sin cazadores no hay caza y por deriva las repercusiones que pudieran darse ante una más que posible recesión de esta actividad serian de carácter funesto para un conjunto de numerosas y destacadas industrias. Por tanto ¿Debe de estar la caza acompañada en este viaje hacia un futuro consolidado, de otros vínculos que aporten capital cara a su sostenibilidad?
A este respecto llama poderosamente la atención las iniciativas que se llevan a cabo por empresas turísticas durante el periodo de la “berrea” del venado con ofertas, mediante precio convenido a modo del más puro negocio, de visitas guiadas a lugares concretos donde poder observar a estos animales en su ciclo del celo. O, bien aquel otro, toda una intromisión, que hacen los hosteleros de un determinado concejo asturiano, elevando sus quejas y exigiendo al ejecutivo que el cupo de extracción de jabalíes no sobrepase los dos ejemplares y no los cinco que han permitido para la actual temporada. Aducen en su descargo estos restauradores la necesidad de sostener la tasa de capturas en su nivel bajo, ante la posibilidad de una involución demográfica de estos suidos por mor de lo que consideran un excesivo cobro de piezas, lo que implicaría una sensible reducción del movimiento que genera la caza para sus establecimientos, pues ya se sabe que si no hay caza, tampoco cazadores, de lo que se deduce que no habrá gastos e ingresos.
Nada que objetar que a través de la caza se genere riqueza. Está bien que así sea. Los restaurantes de la zona si quieren densidad de jabalíes, deberán ser partícipes en la medida en que lo han de ser y colaborar con aportaciones que ayuden a sufragar los gastos que originan estos animales. En cuanto a las visitas guiadas a presenciar la “berrea” (cada año con más adeptos) entiendo que los industriales del ramo (casas de comida y hospedaje ubicadas en la zona) deberían de involucrarse, por lo que les pueda representar, en el sostenimiento de estos cérvidos al objeto de no ser considerados como intrusos que se aprovechan de lo que otros hacemos (los cazadores). El turismo de fotografía y filmación en ciertos lugares del planeta está subordinado previamente al pago de una eco-tasa.