Existe en
la caza asturiana un tipo de factor que se ha hecho sistemático y que ha venido a constituirse en pública actitud de
inexistente creatividad informativa. Dentro del marco de una política de comunicación
y de opinión, carece el sector de estos elementos tan sumamente necesarios; en
primer lugar, para que sirva de objeción y contraste sobre la visión de
narraciones surrealista que los censuradores de la caza llevan años
expandiendo. Al respecto, no se observa
tampoco en todo aquello relacionado con el mundo cinegético asturiano, ningún
tipo de alteración en el orden de establecer pruebas en contrario.
Mencionar a
la caza desplegando sobre su actividad una deformación
de los hechos como exaltan aquellos que operan bajo los signos de una permanente
monserga que causa hastío y repugnancia en el sector cinegético, a la vez que
se identifica con una manifiesta voluntad de engaño a la sociedad, supone cuando menos, un proceder inadmisible. Referirse
generalizando a la caza, requiere del conocimiento de su interiorismo. Los
agravios que soporta lejos de cualquier razón objetiva, tienen todos los carices de una supuesta obsesiva
neurosis; de manías persecutorias y de extraviadas tendencias intuitivas o de oídas
El cazador actual,
el de la caza rigurosa, (la inmensa mayoría), aquel que cumple con la tradición
de hacer de ella un buen ejercicio, se
encuentra sumido en contra de su voluntad, en un proceso de gravosa
falsificación de su verdad, con el imaginario intento de mermar sus
credenciales. Nos han rodeado a los cazadores de un manto de nebulosa retórica
insultante, gestada y desarrollada por una casta o ralea de crítica inventiva
con embustes imposibles de sostener, mantenida con la mira puesta en alterar el orden de las
cosas que afectan y son de exclusiva
competencia del propio mundo venatorio.
Por eso,
una vez más, es preceptivo volver
a referirse sobre la Federación Asturiana de Caza que, según se entiende, en
estos temas de capital importancia a la
que es necesario aludir, ni está, ni se
le espera, consciente del origen y finalidad
de los planteamientos que se le
requiere y lo que de ellos pueda suponer. En esta oportunidad, se hace
desde el intento de subrayar la precariedad cultural que ostenta. Es una cuenta
pendiente que tiene que resolver a través de respuestas sólidas. Es por ello,
lo hay que reiterar, muy necesario, que la estructura funcional del ente
federativo en cuestión, disponga en el organigrama de trabajo, de una unidad didáctica, pedagoga, activa, y, sobre manera especial, de calidad y
eficacia, equiparable cuando menos, al nivel superior de contenido que vienen
desplegando, como adelantadas a su tiempo, muchas de sus análogas territoriales
españolas, que sirva para transmitir el conocimiento de los valores y utilidad
de la caza y mantenga estrecha conexión con proyectos educativos que guarden la
debida interacción entre dos mundos que se complementan: CAZA Y NATURALEZA.
No es una
situación argumental ficticia la que se detalla. No es que haya fracasado en su
intento; es que no lo hubo, tan siquiera. La falta de un liderazgo institucional es el principal
inconveniente a que debemos enfrentarnos; no ofrece ningún tipo de garantías
para la reacción que se espera. En este estado de falta de encuentros en donde
transmitir su mensaje, nos encontramos los cazadores asturianos supeditados a tener
que soportar una situación enojosa que nos alcanza de lleno.
Por lealtad al conjunto de la caza asturiana,
por una simple cuestión de debido respeto al sector, no puede ni debe haber autocomplacencias.
No vale sumirse en las profundidades de un mal entendido silencio, ni tardanzas
y actitudes timoratas. En este caso, hay que ir más allá de las meras
obviedades sin compromiso que se dictan.