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La
bonanza de la densidad lobera en Asturias, se circunscribe en un
asunto fácil de reconocer. Hablan de procedimientos científicos que
desconozco por no saber concretamente a que se refieren (nunca fueron
explicados a la opinión pública. Quizás por que no hayan
existido), como pilares básicos en la recuperación del lobo en
nuestra Comunidad. Se debe configurar la protección de cualquier
aspecto de la naturaleza como la mejor baza a partir de la entrada en
1988 del S.E.P.R.O.N.A (Servicio Protección de la Naturaleza), a
“velar por el cumplimiento de las disposiciones que tiendan a la
conservación de la naturaleza y el medio ambiente”. Sin duda, un
decidido y decisivo refuerzo a las labores de vigilancia del personal
de guardería de los distintos cotos de caza sociales de Asturias, de
cuyas consecuencias, ha resultado clave en ese propósito de prevenir
actuaciones de grave perjuicio contra la fauna salvaje.
Por
otro lado, es un bulo bastante extendido el otorgar la máxima culpa
a la caza de haber llevado en tiempo pasado cercano al actual al
borde del peligro de exterminio a una especies como el lobo. Lo
hostiles a la cinegética con esa propensión que tienen de fuerte
tendencia a atentar contra sus derechos, han cometido una fallo
garrafal al promover una estrategia que le permitiera obtener
impacto mediático, por esa necesidad perentoria que tienen de
cautivar y producir en la opinión del ciudadano, emociones de
conceptos equívocos, habiendo derivado hacia ella cualquier juicio
de imputación, personal o colectiva, que haya sido motivo de fuerte
pérdida de ejemplares del cánido en cuestión. En este caso,mienten
a sabiendas.
La
realidad va por otro lado. Existió en otra época un tipo de caza
distinta en las formas a la actual, que actuaba motivada
fundamentalmente por la imperiosa necesidad que tenía el hombre del
campo en alimentarse, encontrando en las especies cinegéticas un
recuso de subsistencia, y como medio eficaz de eliminar animales
depredadores, auténticos competidores en su lucha por acceder a la
comida. Ya no se caza para obtener alimento. Este tipo de
aprovechamiento ha ido dejando su actividad a medida que avanzaban
las mejoras en la calidad de vida en la sociedad española. Duró
hasta 1970, motivo de haberse promulgado una nueva Ley de Caza para
todo el territorio español que daba fín a la singularidad de este
procedimiento. La caza de hoy, ha experimentado un cambio radical;
ofrece una versión adaptada a las exigencias de un orden moderno en
cuanto a gestión y ordenamiento, siempre sujeta a la racionalidad
de los Planes de Caza, obligatorios desde 1989. Administra con
eficacia, su capital acumulado, sin excederse a fín de dotarse de
soluciones sostenibles y duraderas. Ha conseguido ser más solidaria
colaborando con programas que tratan de la conservación de especies
silvestres catalogadas de protegidas.
Por
tanto, debido a esto y para conocer la verdad, conviene señalar la
existencia de factores concluyentes a quienes atribuir ciertamente la
mayor responsabilidad. Un decreto conocido como “ley de Alimañas”
ordenaba en todo territorio español la creación en 1953 de Juntas
de Extinción de Animales Dañinos cuya única finalidad consistía
en eliminar del medio natural aquellas especies silvestres
consideradas nocivas para los intereses del mundo rural. En este
sentido cabe recordar, a modo de ejemplo, la figura autorizada del
alimañero durante el tiempo en que se mantuvo esta norma. De la
eficacia de estas personas en el manejo de capturar alimañas su
guardan testimonios. De la extracción de lobos en zonas donde su
presencia ha sido más intensa, quedan huellas estructurales de un
pasado vinculado a esta especie. El “trampeo” (cepos y lazos) ha
tenido distintas versiones de aplicación, y el vertido autorizado de
veneno en el medio natural, era cosa frecuente. Por tanto, la caza,
en estas, no estaba.
Fuera
de esta norma, aquí en Asturias, no se tienen antecedentes de haber
concedido autorizaciones unipersonales a cazadores para abatir lobos.
Ha habido sí, controles oportunos promovidos por la Administración
pública, pero de carácter muy restrictivo, en cuanto a tiempo y
formas, en el modo de hacerlo, con una amplia participación de
sectores, incluso de los llamados profesionales, para intentar
reducir su densidad allí donde se consideraba fuese conveniente,
resultando fallidos las más de las veces, debido, por una parte, a
la astucia de este animal para evadir los cercos a que ha sido
sometido, y, por otra, al descontrol en la organización de las
batidas, sin excluir el escaso intereses que supuestamente ponian
quienes habian sido contratados y debidamente retribuidos, para
tratar de eliminar ejemplares de especie tan problemática. En la
actualidad las bajas autorizadas de lobos en Asturias, cuando se
producen, es a través de los propios medios de la Administración,
en casi su totalidad.