Vivir la emoción de un lance de caza que tenga como consecuencia final aspectos materiales, en cuanto a la calidad del trofeo obtenido, deberá ser el motivo principal que haya impulsado a uno de los actores principales (el otro es la especie cinegética objeto de ser abatida) a sentirlo en toda su grandeza e intesidad. Pudiera ser el valor dinerario y la imperiosa necesidad de rentabilizar lo desembolsado, tal vez el fundamento básico, como elemento central de este deseo.En contraposición a esta marcada exigencia, existe una teoría propia y de personal convincción, en donde el aspecto financiero se relativiza, pierde fuerza en su consistencia e incluso desaparece como válido. Se produce en el cazador una metamorfosis de la acción racional del ejercicio de la caza, con más afinidad y apégo al sentido ético, concediendo prioridad a su puesta en escena, como preambulo a la definición de la secuencia final.
Una visión del lance que imprima un realismo absoluto Es una afirmación expuesta hacia una especial filosofía de otra forma de entender la caza. No importa fallar el disparo si el "lance" ha sido bonito. Es una creencia y afirmación que se produce en los prolegómenos de un rececho de rebeco; posiblemente, sin presunción por ´parte de quien así se manifestaba. Un veteranísimo cazador, curtido y experto, seguramente con "lidias " en muchas plazas, consciente de cuales eran sus pretensiones, pues sabía, a buen seguro de los que estaba hablando y poniendo en juego. Una sola bala, como único bagaje de munición; fallar pudiera ser la clave que precipitaría el final de la aventura.El cobro de la pieza, quedaban en segundo plano, no era este el motivo de su incursión venatoria, ni tampoco su máxima `preocupación. Disparos largos como preferencia, intrincados en su orientación, dificultades en el acercamiento; renegaba de las facilidades que se le pudieran ofrecer dada su avanzada edad.La lógica, actuó como tal, pues no hubo lugar para un segundo disparo, la falta de munición lo impedía. Me ofrecí voluntario a proveerle de balistica, cuestión que aducadamente me agradeció, no aceptando esta posibilidad. En sus gestos no hubo desanimo; sucedió que se encontraba satisfecho por el momento cinegético especial en que fué partícipe y lo tranquilo que se encontraba, pues había ejercido la caza en toda su intensidad y grandeza.
El objeto del deseo adquiría así, de esta forma, tintes distintos a los convencionales. Aguien dijo que, el romanticismo debería tener presencia entre nosotros los cazadores. Pudiera ser.